Pitágoras
aseguró en una ocasión que “educar no es dar carrera para vivir, sino templar
el alma para las dificultades de la vida”. Sin embargo, ser padres, muchas
veces, no es una tarea sencilla, y más cuando los acontecimientos vitales se
van sucediendo indemnes según pasan los años. Uno de esos aspectos que puede
traer más de un conflicto a la estructura familiar es la elección de pareja de
los hijos. ¿Puede un padre o una madre estar siempre de acuerdo con los novios
que eligen sus hijos? ¿Qué influencia tienen sobre sus descendientes en esta
elección?
Guillermo
Utrilla, psicólogo y terapeuta infanto-juvenil del centro Psifam, expone una
característica clave que hace que sea o no determinante el papel que juegan los
padres en estos asuntos del corazón y en otros muchos. Si una familia tiene una
estructura rígida, donde los padres han tenido con su hijo una gran sobre
protección, pueden darse dos opciones: que hagan lo mismo que sus padres y
'hagan caso' en todo lo que ellos mantengan, o bien, que tomen una actitud de
rebeldía y quieran romper el sistema que han tenido impuesto a lo largo de sus
vidas.
Mientras
que si una familia tiene un modelo permeable, los hijos tienden a copiar el
modelo de sus padres y a tener, al menos, más presentes los valores y
aprendizajes que de ellos han ido adquiriendo a lo largo de la vida. Eso sí,
"nunca de un modo determinante", aclara el experto. Además, asegura
que esto no tiene nada que ver con clases sociales o niveles culturales, ocurre
en todas las familias en función del modelo que tengan. "Los padres no
tienen una influencia directa sobre las decisiones de sus hijos, pero sí lo
hacen indirectamente a través de los valores y del modelaje", mantiene
Utrilla.
La
clave más importante, dice, está en la autonomización. Es decir, los padres
deben ir poco a poco dando autonomía a su hijo para que así adquiera
gradualmente responsabilidades y toma de decisiones por sí mismo. "Si no
hay autonomía, se tiende por tanto, a hacer lo contrario de lo que se les ha
inculcado", puntualiza.
Influyente,
pero no determinante
La
influencia de los padres es indudable, pero lo que sí es más discutible es lo
conscientes que son las familias en cómo median en los asuntos del corazón. Es
decir, "mujeres y hombres aprendemos a relacionarnos en pareja a través de
los modelos y valores que hay en nuestro entorno. Las relaciones de pareja en
nuestra familia son uno de los primeros referentes que tenemos y, además, se
mantienen durante mucho tiempo. Ésa es una de las formas en que nuestras
familias influyen sobre nuestra elección de pareja", explica Patricia
Huelves, psicóloga y sexóloga en la Federación de Planificación Familiar
Estatal (FPFE).
También
otros aprendizajes son importantes como el colegio, los amigos o los medios de
comunicación. "Nadie es inmune a estos factores pero es importante
recalcar que hablamos precisamente de influir y no de determinar: la elección
de pareja es una decisión individual y libre, al menos en nuestra
cultura", asegura la especialista.
Por
tanto, la influencia de las familias en la elección de pareja de sus hijos
existe, pero no determina su toma de decisiones. Cosa que por ejemplo, no
ocurre en otras culturas, donde esa elección es mucho más determinada y
consciente.
El
papel de los padres
Un
equipo de profesionales de las universidades de Bristol (Reino Unido) y
Groningen (Holanda) han desarrollado un estudio, recientemente publicado en la
revista 'Evolution & Human Behavior', para ver cómo se desarrollan las
preferencias de pareja de los padres y los hijos. La conclusión más relevante a
la que llegaron fue que "los padres dan más seguridad a sus hijos y/o
tienden a protegerlos más cuando sus hijos tienen parejas menos
solidarias", es decir, que no les prestan la atención o protección que deberían.
"Los padres prefieren para sus hijas un yerno más solidario y proveedor
que el que eligen ellas".
Huelves
asegura que, en general, todavía a día de hoy existe una mayor protección de
las familias hacia las hijas, pero quizá habría que desterrar en alguna medida
el 'mito de la suegra'. "Aunque continúan dándose casos de mala relación
entre nuera y suegra, debido a un exceso de control de la primera, los nuevos
modelos de pareja, con relaciones menos absorbentes, más independientes de las
familias y con una idea del compromiso más plural, van poco a poco reduciendo
esta idea", explica.
Probablemente,
añade, fruto de la educación de la que hablábamos antes, lo que nuestra familia
encuentra deseable influye de alguna forma en lo que también nosotros deseamos
-sin menospreciar la influencia de todas las otras fuentes de aprendizaje-.
Pero también, "debemos tener en cuenta que lo que es prioritario para una
madre, puede no serlo para su hijo: mientras ella está pensando en que la
pareja de su hijo debe ser trabajadora, él busca alguien que le comprenda y en
quien confíe".
Es
importante destacar que el enamoramiento es una vivencia emocional y, por
tanto, poco tiene que ver con la razón. "Mientras los padres pueden
considerar factores más objetivos, si la hija está experimentando emociones
agradables e intensas con su actual pareja, seguramente releve a un segundo
lugar todo aquello que encuentra deseable en una pareja. Una vez pasada esta
primera fase será cuando evalúe si esa persona reúne o no las condiciones para
ser una pareja 'atractiva y adecuada' para ella", señala esta psicóloga.
Por
su parte, Norberto Barbagelata, médico psiquiatra y coordinador del centro de
psicología madrileño Grupo Zurbano, mantiene que los padres deben quedarse al
margen de esta cuestión y "no pueden meterse en la elección de pareja de
sus hijos, salvo excepciones que se sean evidentemente graves, tales como
asuntos de drogas o maltratos".
Pese
a todo lo dicho, hay que desterrar la idea de que la influencia de los padres
sea negativa, ya que, agrega Huelves, "tanto ellos como nuestros hermanos,
abuelos, etc. son importantes para nosotros y, por ende, para nuestros
hijos". De este modo, concluye que, "así como a base está en el
diálogo y la confianza, en ocasiones hay que trabajar con las familias para
ayudarlas a mediar entre las expectativas que tienen, sobre quiénes quieren que
sean sus hijos y quienes realmente son".
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