La
principal innovación que presenta esta patente es que se aplica a órganos;
concretamente, se ha desarrollado el procedimiento tomando como modelo un riñón
de conejo. Además, la tecnología creada por los científicos sevillanos consiste
en aunar el uso como crioprotector del dimetil sulfóxido --sustancia que se
utiliza para evitar la formación de hielo en los tejidos cuando se enfrían--,
con el empleo de la técnica denominada TAC (tomografía axial computarizada)
para detectarlo.
"El
objetivo último de esta tecnología es lograr la criopreservación de un órgano
grande, como el hígado, el riñón o el corazón, que pueda estar conservado en
nitrógeno líquido y que sea útil cuando una persona lo necesite, por ejemplo,
para un trasplante", ha indicado el responsable del proyecto.
Hasta
hoy, ha sido posible criopreservar células y algunas muestras de tejidos como
piel o cartílagos, pero no se ha logrado aplicar este procedimiento a órganos,
debido entre otros factores a su gran tamaño y a los problemas existentes de
transferencia de temperatura y de masa. Estos problemas hacen referencia al
frío o calor que se transmita al sistema que se quiere criopreservar y la
cantidad de crioprotector que hay en él.
"Para
poder aplicar esta tecnología es fundamental poder monitorizar, es decir,
conocer en tiempo real a qué temperatura se encuentra el sistema que queremos
criopreservar y qué cantidad de crioprotector hay en él", ha señalado el
profesor Risco, "para operar con estos dos factores".
La
temperatura es relativamente fácil de medir, pero conocer la concentración de
crioprotector en el tejido en cuestión presenta mayores problemas, ya que estas
sustancias acceden al órgano o tejido a través del sistema vascular y no lo
ocupan de manera regular, sobre todo cuando está frío.
Para
lograr monitorizar la carga de crioprotector durante el enfriamiento del órgano
o tejido, los científicos han empleado la técnica denominada TAC, una técnica
de imagen médica que utiliza los rayos X para obtener imágenes de cortes o
secciones de objetos anatómicos con fines diagnósticos. Pero ésta no permite
medir la concentración de sustancias tradicionalmente empleadas como
crioprotectores, como son el etanol, el propanodiol o el glicerol.
Para
lograr una monitorización efectiva, los científicos han empleado como
crioprotector el dimetil sulfoxido, que está formado, además, por azufre, y que
cuenta con la particularidad de tener 32 electrones en su corteza atómica.
Gracias a estas dos características es posible ver cómo se comporta la
sustancia en el órgano a analizar.
"Con
el TAC es posible monitorizar la carga de dimetil sulfoxido, con una resolución
de 50 micras, por lo que se puede tener una imagen tridimensional del órgano y
conocer la cantidad de crioprotector que hay", ha manifestado el profesor
Risco. Además, se puede detectar la formación de hielo, "el gran enemigo
de la criopreservación, que nos hará plantearnos si se continúa o no con el
procedimiento".
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