jueves, 6 de marzo de 2014

La terapia génica pide paso para tratar el sida



La estrategia presentada en 2012 por la Asociación Internacional del Sida (IAS en inglés) definía una serie de líneas de trabajo para obtener la erradicación del VIH en el mundo; entre ellas, estaba la terapia génica, que «permitiría modificar las células del sistema inmunitario del propio paciente y hacerlas resistentes a la infección por VIH». Pues según un artículo que se publica en «The New England Journal of Medicne» (NEJM) es posible que la terapia génica esté más cerca para su uso en personas con VIH. Los investigadores han demostrado, por vez primera, la seguridad de la terapia génica 12 pacientes con VIH y, aunque no se puede afirmar que se haya erradicado el virus, el tratamiento sí ha mantenido el virus a niveles indetectables en algunos de ellos.

El ensayo de la Universidad de Pensilvania, en EE.UU., se ha basado en la manipulación genética de determinadas células del sistema inmunológico de los pacientes. En concreto, los investigadores han modificado la proteína CCR5 de los linfocitos CD4 con el fin de conferir a las células la capacidad de «atacar» al virus y eliminarlo una vez que se inyectan en el paciente.

«El estudio muestra que podemos modificar las propias células del sistema inmune de un paciente para que adquieran la capacidad de resistencia natural al virus de una forma segura y eficaz. Y, cuando se transfieren al paciente, las células modificadas podrían mantener la carga viral indetectable sin la necesidad de medicamentos», explica, Carl H. June, coordinador del trabajo. June cree que estos datos refuerzan la creencia de que las «células T modificadas son la clave para eliminar la necesidad de antirretrovirales permanente».

Para modificar las células, los científicos utilizaron la tecnología de «dedos de zinc», una especie de tijeras moleculares desarrolladas por Sangamo BioScience, que cortan el trozo de gen necesario para imitar la mutación de CCR5 -delta-32, una rara mutación que proporciona una resistencia natural al virus, pero en sólo 1% de la población general. Al inducir estas mutaciones, explica Juan Carlos López, del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, se reduce la expresión de la proteínas de superficie de CCR5 y, sin ellas, el VIH no puede entrar en la célula, lo que las convierte en resistentes a la infección.

Los investigadores han llevado a cabo ensayo clínico en fase I para probar la seguridad y eficacia de la terapia génica. Así, los 12 pacientes se dividieron en dos cohortes o grupos: todos fueron tratados con infusiones -unos 10 mil millones de células que había sido manipuladas- entre mayo de 2009 y julio de 2012. Seis abandonaron la terapia antirretroviral durante un máximo de 12 semanas, a partir de la cuarta semana de la infusión, mientras los otros seis siguieron con el tratamiento.

Reservorios del virus

En conjunto, la terapia resultó ser eficaz. A la semana los análisis revelaron un aumento importante de células T modificadas en los pacientes, aunque fueron reduciéndose con el tiempo. Un aspecto importante, subraya Juan Carlos López, es que los investigadores vieron que había células modificadas en el tejido linfático, los reservorios del virus. Así, se encontraron en el tejido linfoide asociado al intestino, que es un importante reservorio de células inmunitarias y un depósito crítico de la infección por el VIH, lo que sugiere que las células modificadas están funcionando y circulando normalmente por el organismo.

Sin embargo el trabajo no confirma el potencial de esta terapia para controlar el VIH, reconoce Juan Carlos López, de la Sociedad española Interdisciplinaria del Sida (SEISIDA). Aunque sí es cierto, añade, que es una clara «prueba de concepto» de que la terapia génica es segura y eficaz, y que se debe seguir explorando en esta dirección.

Paciente de Berlín

Las terapias basadas en la mutación CCR5 han ganado fuerza en los últimos seis años, especialmente después del «paciente del Berlín» la primera persona que se considera «funcionalmente» curada. Timothy Ray Brown, que así se llama, se sometió en 2007 a un complicado tratamiento para combatir una leucemia, un tipo de cáncer que afecta al sistema inmunológico. El tratamiento incluyó recibir un trasplante de células madre de un donante portador de un gen hereditario poco común, asociado con la reducción del riesgo de contraer el VIH. Los médicos del Hospital Médico Universitario de la Caridad de Berlín (Alemania) seleccionaron las células madre del tipo denominado CD4 que no portaban el receptor CCR5, necesario para que el virus se propague por el organismo. A día de hoy, se considera que Brown es el primer caso en el que se ha podido erradicar al VIH. Los investigadores están tratando de replicar este fenómeno, porque los trasplantes alogénicos, como el del «paciente del Berlín», conllevan un alto riesgo de mortalidad y requieren largas hospitalizaciones y no son una solución práctica para los pacientes con VIH que no tienen cáncer de la sangre.

Otras aproximaciones, como la de los pacientes de Boston, dos personas infectadas por el VIH que parecían haber sido curadas de su infección tras ser sometidas a un trasplante de médula ósea a causa de un cáncer, tampoco han dado resultados.

«Estos casos ponen de relieve la necesidad de proteger a las células T frente al virus», explica el investigador español Pablo Tebas, director de la Unidad de Ensayos Clínicos del SIDA en el Centro Penn para la Investigación del SIDA, uno de los dos centros en los que se completó el estudio. «Los casos Boston nos muestran que en el caso del paciente de Berlín no fue la quimioterapia o la infusión de células madre de un donante lo que evitó el VIH; fue la protección de las células T por la ausencia de CCR5. Estos dos procedimientos no eliminaban completamente el reservorio del VIH, y cuando el virus regresó, las células T eran susceptibles a la infección». Tebas afirma que el enfoque de los «dedos de zinc» protege a las células T frente al VIH y «puede ser capaz de agotar casi completamente el virus mientras esas células sean funcionales».

Para Juan Carlos, lo que está claro, es que el trabajo, «aunque no es la panacea», demuestra que este es el camino aunque, «si realmente se confirma la terapia génica como vía para tratar el VIH, lo más seguro es que se haga como se propone exactamente en este trabajo».

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