El
oncólogo Rodrigo García Alejo tiene un truco. Cuando necesita explicar a sus
pacientes cómo han cambiado los aceleradores con los que va a tratarlos les
pregunta: «¿Usted se acuerda de cómo eran las televisiones hace diez años y las
de hoy? ¿A que no se parecen aquellos aparatos tan voluminosos con las nuevas
pantallas planas de alta definición? Pues la tecnología también ha cambiado en
poco tiempo los aceleradores de hoy. Nada tienen que ver con los que se
utilizaban una década atrás», les dice. Así tranquiliza a los pacientes que aún
recelan de la radioterapia, esa herramienta de la oncología tan incomprendida.
El
accidente radiológico del Hospital Clínico de Zaragoza hace 24 años con un
acelerador lineal, el aparato que administra la radiación para atacar a los
tumores, contribuyó a una mala fama injustificada. Así como los mitos que todavía
rodean la radioterapia. Sin embargo, es junto a la quimioterapia y la cirugía,
una de las tres modalidades de tratamiento más eficaces para luchar contra el cáncer.
Primera
elección
Para
algunos tumores como los que se localizan en la cabeza o el cuello suele ser la
primera elección de tratamiento y cada vez es más frecuente su uso en cánceres
tan comunes como el de próstata. «Es muy efectivo y no tiene el riesgo de la
cirugía, que puede dejar una secuela de impotencia. Aunque todavía hay
pacientes que se quedan más tranquilos con una cirugía “que les quita lo malo”,
la mayoría aceptan bastante bien el tratamiento cuando les explicamos las
ventajas que lleva asociadas», explica García Alejo, jefe de Oncología Médica
del Instituto de Técnicas Avanzadas contra el Cáncer (iTAcC) del Hospital Beata
María Ana de Madrid.
La
radioterapia permite atacar el cáncer de una forma personalizada. Cada
tratamiento se planifica para cada paciente y se modifica en función de la
evolución del tumor. Es precisa porque el haz de radiación se dirige únicamente
contra la lesión que se quiere destruir. No es necesario hacer un ingreso
hospitalario para recibir una sesión ni requiere anestesia porque es
ambulatoria. No quema y no convierte a los pacientes en agentes radiactivos. La
radiación «no se lleva puesta a casa», como siguen creyendo algunos enfermos.
A
todas estas bondades ha contribuido una tecnología cada vez más precisa. La
radioterapia ha experimentado una revolución en poco tiempo que hoy permite
atacar las lesiones cancerosas sin dañar el tejido sano, con un margen de error
de tan solo un milímetro, frente al 1,5 centímetros de las máquinas antiguas.
También se puede actuar en órganos, como los pulmones o el hígado, que están en
continuo movimiento aunque el paciente permanezca extremadamente quieto.
Nueva
tecnología
La
radioterapia ha estado rodeada siempre de numerosas incertidumbres que están
borrando los nuevos equipos, como el True Beam STX.. «Es el acelerador lineal más
preciso, fiable y completo que existe. Con él se inaugura un nuevo concepto que
podríamos denominar radioterapia mínimamente invasiva en la que podemos
administrar altas dosis de radiación con una precisión desconocida hasta ahora»,
asegura.
El
acelerador permite sincronizar el haz de radiación con la respiración del
paciente y el movimiento que experimentan sus órganos durante el tratamiento.
La sesión dura muy pocos minutos. El mayor tiempo se dedica a planificar la
sesión para garantizar que todo se ejecuta con una precisión submilimétrica.
La
planificación se realiza con el apoyo de un panel digital gigante que funciona
como un tablet. En este panel se fusionan las imágenes de PET, TAC y renonancia
magnética y el resultado es una imagen tridimensional y precisa de cada tumor. «Reunimos
en un monitor imágenes y datos que hasta ahora estudiábamos por separado.
Planificamos el tratamiento como si navegáramos virtualmente por el cuerpo del
paciente. En los dos meses y medio de experiencia que tenemos con este equipo
con 50 pacientes hemos obtenido resultados equiparables y superiores a la cirugía»,
explica con entusiasmo García Alejo.
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