Patatas
fritas con menos grasa, un ron con menos calorías, quesitos light... La
industria alimentaria no es ajena a la creciente preocupación de la población
por el sobrepeso, no solo por la estética, sino por sus consencuencias en la
salud. Los productos bajos en calorías, en grasa, en azúcares, «light», pónganle
la etiqueta que prefieran, llevan ya un tiempo en los lineales del supermercado
y en algunos establecimientos de comida rápida, pero ahora vuelven con fuerza.
Aunque
los esfuerzos por hacer productos mejorados son de agradecer, también es
importante que los consumidores tomen conciencia de que esa etiqueta no es una
carta blanca para ponerse ciego. «Lo light muchas veces no refleja la ausencia
de calorías ni la posibilidad de abusar de ese producto sin ningún peligro. Se
puede ser obeso aunque comas todo light», asegura a ABC el doctor Camilo Silva,
endocrinólogo de la Clínica Universidad de Navarra. Este experto advierte de
que no hay que fijarse solo en la calorías sino en la composición nutricional
(grasas, proteínas, hidratos de carbono) para no superar las cantidades máximas
recomendadas.
«Estos
productos no son adelgazantes. Engordar o adelgazar depende del cómputo global
de calorías que ingerimos», aclara la doctora Susana Monereo, jefa del Servicio
de Endocrinología y Nutrición del Hospital General Universitario Gregorio Marañón
y secretaria de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo).
Una
dieta equilibrada supone una ingesta de unas 2.000 calorías diarias para los
hombres y 1.800 calorías para las mujeres, de manera que, entre un 45-55% de
esta energía debe provenir de los hidratos carbono, entre un 15-25% de las
proteínas, y un 25-35% de grasas totales, según el consenso Fesnad-Seedo. Las
grasas deben proceder en su mayoría del aceite de oliva (cuanto más virgen
mejor), mientras que las saturadas (de origen animal) y trans (industriales),
así como los azúcares añadidos (refrescos, dulces) deben limitarse y consumirse
solo de forma ocasional.
Incluso
en sus versiones «ligeras», determinados alimentos siguen siendo muy calóricos
porque contienen un porcentaje elevado de grasas saturadas o trans y/o azúcares,
por lo que su consumo debería seguir siendo muy ocasional. «Suele ocurrir que
los productos light hacen que se incremente el consumo. Piensan que no engorda
y toman más cantidad. Los estudios han demostrado que a más productos light más
peso porque, en general, la gente se pasa de cantidades», señala la doctora
Monereo, que invita a los consumidores a mirar las etiquetas porque «un
producto que se anuncia como bajo en grasa puede contener mucho azúcar y
viceversa». «Cero por ciento grasa no significa cero por ciento calorías»,
matiza la experta.
Mejor
la grasa de la leche que del cruasán
Tampoco
podemos prescindir por completo de la grasa en la dieta. Hay vitaminas (las
denominadas liposolubles) que viajan con ella. «La grasa de la leche es un 3%
por cada 100 mililitros, una cantidad muy pequeña. Si te tomas un vaso de leche
y un cruasán, lo que más engorda es el cruasán, no la grasa de la leche»,
explica la doctora María Dolores Selgas, directora del departamento de Nutrición,
Bromatología y Tecnología de los Alimentos de la Universidad Complutense.
En
otras ocasiones, encontramos productos que, sin llevar la etiqueta, tienen
denominaciones que invitan a pensar erróneamente que son ligeros. Las galletas
tipo «digestive», por ejemplo, tienen, por cada cien gramos, 469 calorías, 63
gramos de hidratos de carbono y 20,3 gramos de grasas totales, casi la mitad de
ellas saturadas. Un perfil similar al de la clásica «maría».
Cómo
se preserva el sabor
Muchos
productos reducidos aseguran que mantienen todo el sabor. ¿Cómo lo hacen? La
grasa se cambia por unas sustancias denominadas sustitutos o imitadores de
grasa. «Cuando quitas la grasa de un alimento, notas es que está más seco e insípido.
Estos sustitutos son compuestos que entrarían dentro del grupo de los
carbohidratos y también hay un tipo de proteínas que aportan la jugosidad que
ha perdido, simulando su textura original», explica la bromatóloga.
En
el caso del azúcar, los sustitutos son los edulcorantes, que dan el sabor dulce
pero no aportan casi energía. Una lata de un refresco de cola light tiene
apenas una caloría, aunque el sodio aumenta muy ligeramente con respecto a la
versión normal, que no tiene nada. Son una alternativa para los amantes de
estas bebidas endulzadas, que desde el punto de vista nutricional «no aportan
nada». «Los refrescos son prescindibles. Solo vamos buscando el sabor dulce»,
afirma el doctor Silva. El único alimento acalórico es el agua, que ni engorda,
porque tiene cero calorías, ni adelgaza, pero ese es otro capítulo...
Requisitos
del etiquetado
Los
productos solo pueden etiquetarse como light, o con otra declaración que pueda
tener el mismo significado para el consumidor, si la reducción del contenido de
uno o más nutrientes es, como mínimo, del 30% en comparación con un producto
similar. Además, la declaración deberá estar acompañada por una indicación de
la característica o características que hacen que el alimento sea ligero, de
acuerdo al Reglamento (CE) nº 1924/2006 del Parlamento Europeo y del Consejo.
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