Potomanía,
etilorexia, vigorexia, ortorexia, pica... Son términos que definen algunas
conductas relacionadas con los trastornos de la alimentación pero, ¿realmente
son nuevos trastornos de la alimentación? ¿qué son exactamente? Gonzalo Morandé,
del Hospital Niño Jesús de Madrid y Teresa Guijarro, del Hospital Reina Sofía
de Córdoba, dan algunas respuestas sobre estos «nuevos» trastornos de la
alimentación y su impacto real.
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Anorexia
Es
el trastorno más frecuente en las Unidades de Trastornos Alimentarios. Las
personas que sufren anorexia desean estar más delgadas, sienten miedo intenso a
aumentar de peso o a engordarse y están excesivamente preocupadas por su
silueta. Como consecuencia, presentan conductas anómalas respecto a la dieta,
el peso y el volumen y la silueta corporales. Todo ello va asociado a una grave
alteración de la percepción de la imagen corporal. Por este motivo, la persona
puede verse gorda o desproporcionada, aunque tenga un peso bajo el que sería
considerado normal para ella. «Es un problema muy importante que puede tener
consecuencias muy graves para el paciente». Además, señala Morandé, es la
puerta de entrada para los demás trastornos alimentarios.
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Bulimia
Se
caracteriza por episodios de gran voracidad alimenticia (atracones) acompañados
de conductas purgativas (vómitos, laxantes, etc.) y restricciones alimentarias,
con el objetivo de compensar los excesos alimentarios. La comida que suelen
ingerir en estos momentos de voracidad es altamente calórica y es consumido en
grandes cantidades en un periodo de tiempo muy limitado. Quien la sufre se
siente incapaz de controlar estos episodios y los vive con ansiedad, seguida de
intensos sentimientos de culpa.
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Dietistas
También
conocida como permarexia, no es un trastorno en sí mismo, sino más bien una
conducta de riesgo. «Son personas que están permanentemente a dieta, pero hay
también dietistas ocasionales, de temporada», señala Morandé. La persona piensa
que todo lo que come engorda y eso le lleva a probar diferentes dietas, muchas
de ellas poco saludables, las llamadas «dietas milagro». Algunos expertos creen
que pede ser el paso previo a la anorexia o a la bulimia. Se trata de un
trastorno típicamente femenino presionado por los cánones de belleza actuales
dominados por la figura esbelta.
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Etilorexia o drunkorexia
Cada
vez más frecuente los fines de semana. «Esta ha sido una conducta que no es
nueva, lo que ocurre es que ahora es mucho más frecuente entre los jóvenes», señala
Guijarro. Añade Morandé que a estas personas hay que decirles que no sólo «no
van a perder peso, sino que a corto plazo, pueden convertirse en obesos, además
del pertinente daño para su organismo».
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Manorexia
Algunos
expertos la definen como una anorexia de los varones que tienen pánico a
engordar y se ven gordos. Suelen exagerar el deporte y restringir la dieta.
Pueden sufrir este desorden los bailarines, modelos o presentadores de televisión.
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Ortorexia
U
obsesión por la comida sana y de calidad hasta límites patológicos. La obsesión
por comer sano es posible que se incluya a corto plazo como un trastorno de la
alimentación en la clasificación de enfermedades mentales. Morandé advierte que
tanto la ortorexia como la vigorexia tienen un mercado muy activo que las
fomentan.
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Pica
Deseo
irresistible de comer o lamer sustancias no nutritivas como tiza, yeso,
bicarbonato, algodón, pegamento, pinturas, moho, ceniza de cigarrillo, etc. Son
manías propias de niños pequeños.
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Potomanía
Beber
mucha agua -más de 4 litros al día- es una conducta que en la mayoría de los
casos está asociada a la anorexia, aunque también en bulímicas. El objetivo es
llenar el estómago de algo que no es calórico y evitar comer algo que tiene
calorías. «Puede ser muy grave y cuesta mucho esfuerzo tratarla», señala Morandé.
Este tipo de trastornos, apunta, han existido siempre, lo que pasa es que cada
vez las practican más personas, debido al efecto contagio.
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Pregorexia
Aparece
en las mujeres embarazadas que les horroriza engordar y hacen dietas. A veces,
inducen el vómito. Es muy peligroso, tanto para la madre como para el hijo.
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Sadorexia
Procede
de la anorexia, bulimia y ortorexia combinado con un maltrato corporal y empleo
de métodos de adelgazamiento masoquistas. También se conoce a este trastorno
como «dieta del dolor». Se emplea para llegar a una delgadez extrema con
consecuencias catastróficas.
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Síndromes del comedor nocturno, desordenado, compulsivo
Muchas
veces la diferencia que existen entre un trastornos por atracón y la bulimia
está en que, mientras que en la bulimia la persona ve distorsionado su cuerpo,
que lo ve más gordo de lo que en realidad está, y este esquema corporal gira
toda su vida, en el caso de los atracones, no existe este proceso, sino que se
come más de lo permitido. A veces los comedores nocturnos son en realidad
pacientes con bulimia o comedores compulsivos, pero muchas veces es una situación
aislada, y son más trastornos en los hábitos de vida, que no le condiciona su
salud mental. Se da un personas con baja autoestima y depresión y se puede
considerar también un trastorno del sueño, además de ir unido al síndrome de
piernas inquietas, apnea y sonambulismo, además de acarrear un aumento de peso.
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Trastornos por atracones
Después
de la anorexia y la bulimia es el trastorno más grave. Y, afirma Morandé, en
muchos casos cursan con obesidad.
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Vigorexia
U
obsesión por el ejercicio para incrementar la musculatura con ayuda de dietas
restrictivas y con suplementos proteicos y anabolizantes. La obsesión por tener
un cuerpo musculoso sí parece cumplir criterios para ser incluida en la
clasificación de enfermedades mentales. De hecho, dice Guijarro, ya se tratan a
estos pacientes, «aunque no con la incidencia de la anorexia y la bulimia».
Tanto la vigorexia como la ortorexia causan trastornos mentales severos,
afectando la calidad del vida de la persona. Morandé apunta que la vigorexia, a veces, «es una especie de
vía de escape: personas con problemas salen gracias al ejercicio».
5
cosas que conviene saber...
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¿Qué es un trastorno de la alimentación?
Son
enfermedades mentales y, hasta ahora, las únicos reconocidos son la anorexia,
la bulimia y los trastornos por atracones. Causan -señala Morandé-
complicaciones físicas, médicas, psiquiátricas y familiares que condicionan su
gravedad y su evolución. Y tienen una mortalidad importante; «hablamos de
personas que se enferma con 13 o 14 años, con una de un 2 o 3% a los 10 años. Y
además, en un 10-15% de los casos se produce una cronificación de la enfermedad».
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¿A qué edad son más frecuentes?
La
anorexia y la bulimia se siguen diagnosticando durante la adolescencia. Los
picos de máxima incidencia son, en la anorexia, de los 13 a los 17, años, y la
bulimia, de los 15 a los 19. Sí que se ha observado una discreta disminución en
la edad de inicio de los trastornos graves, dice Guijarro: ahora hay casos con
12 o 13 años, mientras que antes éstos eran esporádicos. Morandé añade que
estos trastornos se pueden extender, tanto para arriba como para abajo en la
edad. «Es decir, puede afectar a personas mayores».
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Diagnóstico precoz
Un
aspecto fundamental es el diagnóstico precoz de estas enfermedades. Cuanto
antes se detecta, y se trate, la posibilidades de cronificación son menores.
Afortunadamente, los diagnósticos de estos trastornos son cada vez más
precoces. Guijarro dice que gran parte de este hecho es gracias a las campañas
que se hicieron para prevenir la anorexia y la bulimia durante los picos de
esta enfermedad hace unos años. En este sentido, Morandé subraya los avances
que se han producido en el diagnóstico cada vez más precoz, no más de 1 año. «La
llegada de la primavera se acompaña de los programas de pérdida de peso, y
muchas personas caen en un trastorno de este tipo y, hoy día, en los meses de
otoño e invierno, la mayoría de los casos ya están detectados. Y esto es una
evolución muy importante en estos 30 años, ya que antes el diagnóstico no se
hacía antes del año o más».
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¿Un cuestión de género?
Siguen
siendo trastornos eminentemente femeninos. La proporción es, en la anorexia, de
7-8 mujeres por cada 2 -3 varones (antes era de 10-1).
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¿Efecto contagio?
Es
cierto que existe el efecto contagio, reconoce Guijarro, «pero creo que es
conveniente hablar de estos temas, aunque siempre con responsabilidad. Algunas
campañas que han hecho los medios de comunicación han sabido trasladar a la
población de riesgo, los adolescentes, la gravedad de la enfermedad. Se trata
de que el adolescente tenga conciencia que no es juego, que no tiene retorno en
muchas ocasiones. No hay que hablar de la muerte, al adolescentes le importa
bastante poco; más bien deberíamos dirigirnos hacia la todo lo que se puede
perder en su vida, amigos, etc. Pero banalizar el trastorno sería un error, y
tampoco podemos dar demasiadas expectativas positivas sobre la curación de
estos trastornos». Morandé señala que a veces han visto en el hospital todo un
equipo de baloncesto, fútbol, compañeros de curso, con el mismo trastorno. «Hablar
de ello es muy delicado y hay que hacerlo para hacerles pensar».