Septiembre
no sólo ocupa la vuelta al 'cole' y al trabajo, durante esta época los días se
vuelven más cortos y las horas de sol van disminuyendo paulatinamente. Ese
cambio en la luminosidad podría estar relacionado con una mayor dificultad y
apatía para afrontar de nuevo el comienzo a la rutina, sin embargo, los
expertos rechazan esta idea. Eso sí, matizan que las personas inseguras, con
pocas habilidades sociales y vulnerables a las alteraciones pueden ser más
sensibles a experimentar cambios en su estado de ánimo en esta época del año.
"Naturalmente
el clima condiciona nuestro comportamiento, con menos horas de luz tendemos a
restringir nuestras actividades al aire libre y estamos más recluidos en
nuestro domicilio, y por tanto hay menos actividad psicofísica. Pero esta
aparente apatía no genera ningún problema, salvo que haya antecedentes de
alguna patología", afirma el doctor en psicología Valentín Martínez-Otero.
Los
problemas podrían ocurrir cuando se dan cambios bruscos de temperatura o un
paso repentino de una estación a otra, "pero aquí, en España ese cambio de
estación es muy pequeño (apenas dos-tres minutos menos de luz por día) y casi
ni lo notamos", explica el doctor Pedro Cañones, secretario general de la
Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitarias (SEMFYC).
Ciclos
circadianos
El
neurobiólogo e investigador del CSIC, Ricardo Martínez, explica que estos
cambios y variaciones estacionales que afectan a nuestro cuerpo tienen que ver
con los llamados ciclos circadianos de luz-oscuridad (cambios de las variables
biológicas en intervalos regulares de tiempo). "Cuando se producen cambios
en el exterior como temperatura, luminosidad u otras variables, el sistema
nervioso los capta a través de la retina que manda la información al cerebro y
éste al organismo. Pero nuestro cuerpo se adapta perfectamente a estos cambios
como un proceso natural del ser humano".
Cañones,
por su parte, añade que el organismo está pensado para trabajar durante el día,
ya que determinadas glándulas de nuestro cuerpo, como la hipófisis o la
tiroides funcionan mejor con luminosidad. Asimismo, por ejemplo los niveles de
melatonina, explica el neurobiólogo, aumentan al haber menos horas de sol, pero
estos pequeños cambios hormonales se superan en unos pocos días. "No
supone mayores problemas para nuestra salud física y mental, salvo que haya
alguna patología o más predisposición a la depresión", reitera.
Proceso
de adaptación
Tan
solo, afirman los especialistas, es un proceso de adaptación que el ser humano
experimenta. "Si no hay luz solar, lo compensamos de otra forma, tan
simple como encender la luz", apunta Ricardo Martínez. En invierno cambian
nuestras actividades y buscamos otras alternativas de ocio.
"¿No
es cierto que en agosto cuando estamos 'asados' de calor, muchas veces
pensamos: ¡qué ganas de que llegue el invierno!?" , manifiesta el doctor.
Además, prosigue, hay personas que están deseando volver de nuevo a la rutina y
esto es muchas veces porque tienen miedo a lo desconocido, y porque lo conocido
provoca mucho menos estrés. El mayor problema de esta vuelta, concreta el
doctor en psicología, lo suelen tener las personas descontentas con su
ocupación habitual. "Para ellas es más difícil volver y pueden
experimentar cambios de ánimo. En ellas el proceso se hace más costoso",
explica.
Por
tanto, concluyen que septiembre o el otoño no tiene porqué identificarse con
depresión o tristeza si no hay una patología.
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