"Cuando
Samuel nació estaba recubierto de una especie de caparazón traslúcido. Fue
prematuro, por lo que le subieron a la unidad de neonatos y pronto le dieron
nombre a lo que le pasaba: ictiosis. Pero, poco más nos dijeron". El
momento más feliz para cualquier madre llegó también con una sorpresa para
Inmaculada. Hasta entonces, lo que le pasaba a su hijo, la ictiosis, era una palabra
desconocida... Ahora forma parte de su vida.
La
ictiosis es el término médico que se utiliza como un 'cajón' donde se incluyen
diferentes patologías de la piel parecidas. "Que se conozcan, 36
enfermedades distintas y 10 asociadas", explica la doctora Ángela
Hernández, médico adjunto del servicio de Dermatología del Hospital Niño Jesús
(Madrid). En España, se estima que Samuel es una de las más de 300 personas que
la sufren.
Como
Inmaculada, muchos padres y afectados por esta patología, como de otras 'enfermedades
raras', piden investigación y la misma cobertura en tratamientos que el resto
de enfermos 'más comunes'. La Federación Española de Enfermedades Raras (Feder)
teme que "las nuevas medidas, como el copago farmacéutico, supongan un
costo inasumible para muchas familias que, en algunos casos, tendrán que abonar
hasta un 80% del gasto en medicamentos y tratamientos", indica Juan
Carrión, presidente de esta federación.
En
el caso de las ictiosis, son un conjunto de enfermedades que se caracterizan
por una piel con intensa descamación -lo que a muchos les recuerda a las
escamas de los peces-, sequedad y, a menudo, eritema o rojez subyacente, lo que
puede conllevar otros problemas si no se cuida adecuadamente.
"Hablamos
de un trastorno genético recesivo en la mayoría de los casos, es decir, tanto
el padre como la madre del afectado son portadores de variaciones genéticas que
transmiten a su hijo y, de ahí, la enfermedad", explica Rogelio González
Sarmiento, jefe del departamento de Biología Molecular de la Universidad de
Salamanca.
Conociendo
la enfermedad
Para
Inmaculada, actualmente miembro del equipo directivo de la Asociación Española
de Ictiosis (ASIC), lo que les importa es que Samuel, que ya cuenta con seis
años, tenga una vida lo más normalizada posible: "Si a veces es duro para
nosotros, mucho más lo es para él y como madre es difícil", explica.
Samuel
sufre la llamada ictiosis lamelar, un subtipo que afecta a uno de cada 100.000
recién nacidos. La suya no es la más frecuente. La 'ictiosis común o vulgar'
aparece en uno de cada 250 niños en el mundo, pero sus características, salvo
que se relacionen con otros problemas, son mucho menos llamativas. En el lado
opuesto, catalogado como el más grave, están los conocidos como 'bebés
arlequín', un caso extremo e infrecuente que hace apenas unos años era mortal
en sus primeros meses, pero para el que actualmente hay posibilidades de salir
adelante gracias a los retinoides orales, fármacos derivados de la vitamina A.
"En
estos últimos años hemos avanzado bastante, pero todavía no es suficiente y
tampoco podemos escudarnos en que es una enfermedad minoritaria, ya que quien
la sufre necesita ayuda. Es el 'hándicap' de toda enfermedad rara",
comenta el doctor González.
Para
los genetistas, los logros y retos que plantea esta patología son los mismos:
descubrir los diferentes genes que actúan en cada tipo y subtipo de ictiosis.
"En el caso de la afección de Samuel, la ictiosis lamelar, se han
descubierto seis genes que intervienen en la enfermedad. Esto supone un 60% de
conocimiento, pero nos falta el 40% restante. Si hablamos de los niños
arlequín, el mes pasado se hacían nuevos descubrimientos. Conocer los genes que
intervienen en la enfermedad nos da la ventaja de poder seleccionar embriones
para que un segundo hijo no tenga este problema", argumenta este doctor.
"Pero
el problema es que cuando hablamos de eugenesia [filosofía social que defiende
la mejora de los rasgos hereditarios humanos mediante varias formas de
intervención] entra en juego también la bioética y depende de cada persona,
además de que es caro. De momento en España son muy pocas las parejas que se
someten a ello", analiza el doctor González.
Según
la doctora Ángela Hernández, la buena noticia para los afectados "es que
el diagnóstico genético está muy avanzado y se sigue progresando en
investigación básica. Por ejemplo, la Universidad Complutense de Madrid está
experimentando con modelos humanizados en animales en busca de tratamientos que,
aunque de momento no puedan curar la enfermedad, sí pueden facilitar la vida en
gran medida de personas como Samuel y su familia", explica.
Ayuda
multidisciplinar en los centros
"Cada
día hay que hidratar a Samuel de cinco a seis veces", relata Inmaculada.
"Hay que despertarle una hora antes que a cualquier niño de su edad para
bañarle. Le bañamos con sal gorda, que ayuda a mantener la humedad y otros
productos. Después le exfoliamos. También hay que darle crema por todo el
cuerpo y lubricar con lágrimas artificiales sus ojos. Durante el 'cole' también
hay que hidratarle en varias ocasiones y se le pulveriza con agua de avena para
evitar lipotimias y golpes de calor debido a que no regula su temperatura.
Cuando vuelve de clase se repite la operación y otra vez antes de cenar. Así
cada día, por lo que muchas veces tiene que ser el primero de sus amigos en
marcharse y claro, como niño que es, se rebela ante todo porque quiere jugar y
disfrutar".
"Es
importante entender que la ictiosis no tiene por qué estar asociada a otras
enfermedades, pero sí se requieren de unos cuidados especiales para evitar
problemas. Hasta el momento, el único tratamiento disponible son los retinoides
orales, fármacos derivados de la vitamina A, útiles en diversas enfermedades
cutáneas, junto con los tratamientos tópicos para impedir la descamación de la
piel. Con cremas y mucha hidratación se evita que la piel se reseque y tire,
algo que puede llegar a provocar, por ejemplo, que el párpado se retraiga y los
consiguientes problemas visuales. Igualmente, una mala limpieza de la
descamación puede llevarles a retener las escamas en el conducto auditivo
externo, por ejemplo", comenta la doctora Hernández.
Sin
embargo, para Inmaculada su mayor preocupación pasa porque su hijo no sufra:
"A los niños de su edad les cuentas lo que le pasa, que no es una
enfermedad contagiosa, que salvo por su problema de piel y su aspecto, es un
niño como ellos, y lo entienden. El problema está con los mayores e, incluso,
con los adultos. A veces las miradas de los demás nos hacen más daño que
nuestras propias heridas. La ictiosis deja una huella física y psicológica a
cada uno de los miembros de la familia. Nosotros vivimos día tras día con esta
realidad y tenemos que ser fuertes y transmitir esta fortaleza a nuestro hijo.
El desconocimiento de la enfermedad puede hacer mucho daño a los que la
padecen, eso es lo que quiero evitar", explica.
Pero
no sólo es desconocimiento entre la población, sino también entre los médicos,
que tienen pocas oportunidades de ver este tipo de casos, así como a las
administraciones públicas. Según Feder, el copago farmacéutico pone en riesgo
la salud de tres millones de personas con enfermedades raras ya que, en
determinadas patologías, las familias tendrán que asumir el 79% de los gastos
farmacéuticos.
Éste
es el caso de Inmaculada: "No existen más tratamientos para estas personas
que las cremas y la continua hidratación, pero todo ello está calificado como
'cosmética' por las autoridades, por lo que nos podemos gastar fácilmente al
mes entre 400 y 500 euros y muchas familias, y más ahora, no se lo pueden
permitir. Pedimos centros de referencia con equipos multidisciplinares que nos
puedan atender sin tener que correr de un lado a otro, así como que no se
olviden de nosotros; que tengamos los mismos derechos en la cobertura de los
tratamientos para normalizar en todo lo que podamos la vida de los que, como mi
hijo, padecen este tipo de enfermedades".
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