viernes, 21 de septiembre de 2012

Alzhéimer, más dudas que certezas



Encontrar un tratamiento eficaz para una de las mayores plagas del siglo XXI sigue siendo un camino repleto de obstáculos. Cada paso que se da en la búsqueda de un fármaco que de esperanza a los enfermos, y a sus familias y amigos, cuesta demasiado. Cualquier fracaso, como el anunciado este verano por Pfizer y Johnson & Johnson en el que se suspendía una investigación con un prometedor anticuerpo monoclonal, bapineuzumab, supone un «jarro de agua fría» para millones de personas.

El bapineuzumab se había presentado como uno de los medicamentos más prometedores que se habían desarrollado. Pero no logró demostrar en pacientes la mejora de las funciones cognitivas o motoras que se esperaba. Poco más tarde, otro gigante farmacéutico, Eli Lilly, anunciaba que solanezuman, el medicamento que estaba investigando como tratamiento para alzhéimer, no había cumplido los objetivos del ensayo clínico, que también estaba un su última fase. El ensayo, uno de los más amplios que se estaban llevando a cabo, incluía a más de 2.000 pacientes en 16 países del mundo.

Se estima que 36 millones de personas en todo el mundo tienen algún tipo de demencia, incluyendo la enfermedad de alzhéimer. En España se calcula que hay unas 800.000 personas, aunque los expertos calculan que podría haber entre un 30 y un 40% de casos sin diagnosticar. Debido al envejecimiento progresivo de la población se calcula que para 2050 habrá 1,5 millones de personas con alzhéimer en España y 113 millones en todo el mundo.

Un duro golpe

El fracaso de estos dos medicamentos no sólo fue un duro golpe para la investigación farmacéutica sino también para el estudio de la enfermedad. Ambos compuestos estaban diseñados para evitar la formación de las placas de proteína beta/amiloide en el cerebro, que se cree son las responsables de la enfermedad. Estas placas de proteína beta-amiloide han sido la base de la teoría predominante sobre cuál es la causa de la enfermedad. El fracaso de los medicamentos ha puesto también en duda esta hipótesis.

Los expertos, sin embargo, dicen que los compuestos estaban siendo probados cuando la enfermedad ya se había establecido y que para tener mejor efecto debían suministrarse antes de que las placas se formen.

Falta de recursos

Además, este duro revés ocurre en momentos en que, debido a la situación económica mundial, muchas compañías han tenido que reducir sus nóminas y uno de los mayores impactos se ha visto en las áreas de investigación y desarrollo. En particular, una de las áreas más golpeadas en las farmacéuticas ha sido la neurociencia, uno de los principales campos de investigación de demencia y enfermedad de alzhéimer.

Sin embargo, que estos dos medicamentos hayan fracasado, no significa que no se encontrarán otros. Porque, si bien el cerebro es un órgano complejo, cada vez hay más información sobre él. De hecho, la reciente publicación del Atlas completo del cerebro en Nature abre una panoplia de posibilidades en el campo de la neurociencia.

Otras terapias

Así, según reconoció Pablo Martínez, de la Sociedad Española de Neurología, aunque en los últimos 15 años no ha aparecido ningún nuevo fármaco eficaz contra el alzhéimer, existen vías abiertas para impedir la muerte neuronal y frenar el fenómeno neurodegenerativo que acompaña al alzhéimer. Según aseguró, los fármacos existentes retrasan la evolución de la enfermedad un año o bien provocan una mejoría de un 5%, pero los efectos que provocan son «muy molestos».

También, dijo, existen terapias no farmacológicas que tienen un efecto equivalente al de las medicinas pero sin efectos secundarios y, dentro de éstas, lo que más está funcionando actualmente son las terapias cognitivas. La esperanza, según subrayó Martínez, es que gracias a estudios diagnósticos precoces, se desarrollen medicinas eficientes que aplicadas a individuos preclínicos impidan que empiece la enfermedad o la retrasen tanto que se fallezca de otras causas teniendo en cuenta las edades a las que comienza el alzhéimer.

Las emociones

Los expertos recomiendan que cuando se detecta en un familiar busquen asesoramiento e información. Entre los puntos de ayuda se encuentran las asociaciones de familiares que dan información de aspectos legales y psicológicos, y enseñan a afrontar los problemas de conducta. También, es necesario conocer que recursos disponibles, como las terapias de día, residencias, ayudas domiciliarias o la Ley de Dependencia. «Esta es una enfermedad lenta, donde hay muchos años donde se puede disfrutar del enfermo, que nos informemos, nos asesoremos y pidamos ayuda», apunta Martínez.

Y desde luego no hay que olvidar el apoyo de las familias, del entorno.

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