Encontrar
un tratamiento eficaz para una de las mayores plagas del siglo XXI sigue siendo
un camino repleto de obstáculos. Cada paso que se da en la búsqueda de un
fármaco que de esperanza a los enfermos, y a sus familias y amigos, cuesta
demasiado. Cualquier fracaso, como el anunciado este verano por Pfizer y
Johnson & Johnson en el que se suspendía una investigación con un
prometedor anticuerpo monoclonal, bapineuzumab, supone un «jarro de agua fría»
para millones de personas.
El
bapineuzumab se había presentado como uno de los medicamentos más prometedores
que se habían desarrollado. Pero no logró demostrar en pacientes la mejora de
las funciones cognitivas o motoras que se esperaba. Poco más tarde, otro
gigante farmacéutico, Eli Lilly, anunciaba que solanezuman, el medicamento que
estaba investigando como tratamiento para alzhéimer, no había cumplido los
objetivos del ensayo clínico, que también estaba un su última fase. El ensayo,
uno de los más amplios que se estaban llevando a cabo, incluía a más de 2.000
pacientes en 16 países del mundo.
Se
estima que 36 millones de personas en todo el mundo tienen algún tipo de
demencia, incluyendo la enfermedad de alzhéimer. En España se calcula que hay
unas 800.000 personas, aunque los expertos calculan que podría haber entre un
30 y un 40% de casos sin diagnosticar. Debido al envejecimiento progresivo de
la población se calcula que para 2050 habrá 1,5 millones de personas con
alzhéimer en España y 113 millones en todo el mundo.
Un
duro golpe
El
fracaso de estos dos medicamentos no sólo fue un duro golpe para la
investigación farmacéutica sino también para el estudio de la enfermedad. Ambos
compuestos estaban diseñados para evitar la formación de las placas de proteína
beta/amiloide en el cerebro, que se cree son las responsables de la enfermedad.
Estas placas de proteína beta-amiloide han sido la base de la teoría
predominante sobre cuál es la causa de la enfermedad. El fracaso de los
medicamentos ha puesto también en duda esta hipótesis.
Los
expertos, sin embargo, dicen que los compuestos estaban siendo probados cuando
la enfermedad ya se había establecido y que para tener mejor efecto debían
suministrarse antes de que las placas se formen.
Falta
de recursos
Además,
este duro revés ocurre en momentos en que, debido a la situación económica
mundial, muchas compañías han tenido que reducir sus nóminas y uno de los
mayores impactos se ha visto en las áreas de investigación y desarrollo. En
particular, una de las áreas más golpeadas en las farmacéuticas ha sido la
neurociencia, uno de los principales campos de investigación de demencia y
enfermedad de alzhéimer.
Sin
embargo, que estos dos medicamentos hayan fracasado, no significa que no se
encontrarán otros. Porque, si bien el cerebro es un órgano complejo, cada vez
hay más información sobre él. De hecho, la reciente publicación del Atlas
completo del cerebro en Nature abre una panoplia de posibilidades en el campo
de la neurociencia.
Otras
terapias
Así,
según reconoció Pablo Martínez, de la Sociedad Española de Neurología, aunque
en los últimos 15 años no ha aparecido ningún nuevo fármaco eficaz contra el
alzhéimer, existen vías abiertas para impedir la muerte neuronal y frenar el
fenómeno neurodegenerativo que acompaña al alzhéimer. Según aseguró, los
fármacos existentes retrasan la evolución de la enfermedad un año o bien
provocan una mejoría de un 5%, pero los efectos que provocan son «muy
molestos».
También,
dijo, existen terapias no farmacológicas que tienen un efecto equivalente al de
las medicinas pero sin efectos secundarios y, dentro de éstas, lo que más está
funcionando actualmente son las terapias cognitivas. La esperanza, según
subrayó Martínez, es que gracias a estudios diagnósticos precoces, se
desarrollen medicinas eficientes que aplicadas a individuos preclínicos impidan
que empiece la enfermedad o la retrasen tanto que se fallezca de otras causas
teniendo en cuenta las edades a las que comienza el alzhéimer.
Las
emociones
Los
expertos recomiendan que cuando se detecta en un familiar busquen asesoramiento
e información. Entre los puntos de ayuda se encuentran las asociaciones de
familiares que dan información de aspectos legales y psicológicos, y enseñan a
afrontar los problemas de conducta. También, es necesario conocer que recursos
disponibles, como las terapias de día, residencias, ayudas domiciliarias o la
Ley de Dependencia. «Esta es una enfermedad lenta, donde hay muchos años donde
se puede disfrutar del enfermo, que nos informemos, nos asesoremos y pidamos
ayuda», apunta Martínez.
Y
desde luego no hay que olvidar el apoyo de las familias, del entorno.
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