Ahora
suele ser frecuente ver a una persona cruzar por un paso de cebra con un teléfono
en una mano y en la otra tecleando algo en él. Frecuente, y preocupante. Porque
la mayoría de las veces se atraviesa la calle sin siquiera mirar si a izquierda
o derecha está viniendo un coche. No es una caricatura exagerada. Pocos
lectores de este blog negarán que han visto a un conocido en un restaurante
trasteando con el móvil encima de la mesa, olvidándose casi del plato que
consume y -lo que es peor- de las personas que están acompañándole. Es una
realidad que alerta de la parte más oscura de internet. La Red ha cambiado el
mundo de forma radical -para bien, en la inmensa mayoría de las veces- pero está
generando una patología psiquiátrica que viene ya en los libros de textos: la
adicción.
Los
expertos, ahora apoyados en las increíbles imágenes que proporciona la
resonancia magnética funcional, están comprendiendo con bastante exactitud lo
que ocurre en el cerebro cuando se usa un dispositivo móvil.
Se
unen varias cosas: movilidad, ubicuidad, interactividad, tacto, relación,
respuesta muchas veces inmediata... Son componentes psicológicos que activan
moléculas en el cerebro. Concretamente la dopamina, el neurotransmisor que
estimula los centros de recompensa de nuestro cerebro. Al final, placer. Se
trata de la misma molécula que modula la adicción a la nicotina, la cocaína o
la heroína. Internet -sobre todo a través de los soportes móviles- puede ser un
puente a la obsesión.
Porque
obsesivo es chequear los mail cada cinco minutos, estar pendientes de forma
permanente de la cotización de bolsa, de los últimos resultados deportivos o soñar
con tener miles de seguidores en Facebook o en Twitter. Cualquiera que conozca
las dos aplicaciones intuye el tiempo que deben pasar enganchados en ella los
que están constantemente tuiteando o lanzan y comparten en Facebook sin parar
fotos, noticias o frases ocurrentes.
Hay
quien ha rebautizado a las Blackberries con el nombre de Crackberries, emulando
a lo que la cocaína engancha cuando se fuma en una pipa especial. Incluso
existe una sensación de vibración fantasma que es la de notar que tiembla el móvil
pero cuando lo coges compruebas que es casi una alucinación. Un libro publicado
recientemente, 'i-Disorder', pone al día con una gran base científica el amplio
abanico de estas patologías.
La
solución es la moderación. Apagar el móvil más veces de lo que lo hacemos. No
contestar los mails fuera del horario de trabajo. Atender a las relaciones
personales analógicas más que a las digitales. Utilizar el tacto para tocar
personas, no pantallas.
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