martes, 18 de septiembre de 2012

Estrés: vuelta a la rutina



Ah!, las vacaciones de verano, ese fenomenal invento que apareció en Europa y Estados Unidos a mediados del siglo XIX para unificar los calendarios rurales y urbanos. Hasta entonces en los pueblos los niños sólo tenían clase en invierno y verano para poder colaborar en la plantación en primavera y la cosecha de otoño, y los de la ciudad, tenían 48 semanas de clase al año y sólo un periodo de descanso cada trimestre. Pero la elección estratégica del verano también respondió entonces a criterios sanitarios. Se temía, por un lado, sobreestimular la mente infantil con demasiadas semanas lectivas, lo que podría conducir a desórdenes psicológicos. Por otro lado, la comunidad médica de la época advertía de que meter a los niños en un aula durante los meses más calurosos podía favorecer la trasmisión de enfermedades como la polio.

Sin embargo, hoy las vacaciones son vistas desde una perspectiva sanitaria como un arma de doble filo. Una teoría es que las vacaciones nos inducen en un estado placentero que, al reencontrarse con la realidad del trabajo, agrava los efectos del estrés laboral -algo que ha dado en llamarse síndrome o depresión postvacacional. La empresa de recursos humanos Randstad viene elaborando en los últimos años un informe sobre la depresión postvacacional en España. El último, hecho público hace unos días, afirma que un 53% de los casi 1.000 sujetos aleatorios encuestados este año no sufrió de depresión postvacacional en su vuelta al trabajo frente a un 39% el año pasado.

¿Nos deprimen al acabar?

El informe define la depresión postvacacional como un «trastorno que dificulta la adaptación al nuevo ritmo laboral y se manifiesta en irritabilidad, insomnio o tristeza, así como dolores de cabeza, alteraciones en el apetito o desmotivación». Pero el informe Randstad es, más que un trabajo científico, una encuesta. Informativa, sí, pero sin valor clínico.

Diversas asociaciones médicas, como la Sociedad Española de Medicina General o la Asociación Española de Psiquiatría han proclamado abiertamente que la depresión postvacacional no existe y, es más, que el mero uso de la palabra «depresión» en el término es una inadecuada vulgarización de la terminología psiquiátrica. En inglés, para referirse a lo mismo, se usa post-vacation blues -tristeza postvacacional.

En realidad, hay pocos estudios publicados sobre el impacto que tienen las vacaciones (o su falta de ellas) sobre la salud de las personas. Uno de los más citados es el estudio longitudinal Framingham, que se inició en 1948 para conocer la salud cardiovascular de los habitantes de Framingham, Massachusetts, y que ya acumula datos de tres generaciones distintas.

Los datos recogen factores de riesgo como el tabaco, la obesidad, la diabetes o el salario, pero también los periodos vacacionales. Tomando este factor, los datos indicaban que aquellos hombres que no tomaban vacaciones anuales tenían un 32% más de posibilidades de morir de un ataque al corazón. En el caso de las mujeres, las cifras eran aún más dispares; aquellas que no tomaban vacaciones cada uno o dos años tenían hasta ocho veces más posibilidades de desarrollar una enfermedad coronaria o sufrir un ataque cardiaco.

¿Son buenas para el corazón?

Para el doctor Vicente Bertomeu, presidente de la Sociedad Española de Cardiología, este tipo de estudios que relacionan salud cardiovascular con el bienestar de las vacaciones son, cuanto menos, discutibles. «No hay evidencia científica de que las vacaciones mejoren la salud cardiovascular de la población. Tienen un efecto beneficioso sólo cuando romper la rutina proporciona más tiempo para emplear en hábitos saludables», señala Bertomeu a ABC.

A diferencia de muchos psicólogos, que sí citan el estrés laboral como nocivo para la salud, para Bertomeu, el estrés está sobrevalorado, tiene muy poco o ningún impacto, muy especialmente cuando se enumera como factor de riesgo para patologías cardiovasculares. «Yo soy cardiólogo y en nuestro ámbito, imagínese, hay mucho estrés. Nosotros hacemos trasplantes, cateterismos, ponemos marcapasos y los cardiólogos no tenemos más riesgo que otros médicos o que la población en general», dice este doctor.

Sin embargo, es un hecho que los cardiólogos, Bertomeu incluido, reciben en su consulta a muchos pacientes que aducen tener estrés. «Lo que sí tiene un impacto en estas personas», dice Bertomeu, «es que comen de forma inadecuada, no tienen tiempo para hacer ejercicio o no siguen las indicaciones precisas con los medicamentos». La conclusión sería que no es el estrés en sí mismo lo que es peligroso, sino los hábitos de vida que generan ese estrés.

«Cuando el tiempo libre se utiliza de forma inapropiada puede tener consecuencias perjudiciales», dice Bertomeu, «por ejemplo si uno pretende hacer en vacaciones todo el deporte que no ha hecho el resto del año». Para el presidente de la sociedad de cardiólogos, «lo importante es trasmitir el mensaje de que la gente, en vacaciones, mantenga hábitos alimentarios o cuide su peso, aprovechando que no tiene esa presión marcada por la rutina, que le impide poder hacer ejercicio físico o le obliga a comer fuera a menudo».

Otro estudio realizado al respecto de las vacaciones, en 2006, pretendía analizar si tienen una influencia positiva o negativa en cuanto a los hábitos de sueño. La aerolínea Air New Zealand contrató a la consultoría científica Alertness Solutions, empresa que ha trabajado con la NASA en asuntos relacionados con el descanso de los astronautas. Querían cuantificar científicamente el beneficio de unas vacaciones en la salud. Gracias a unas pulseras especiales, monitorizaron con regularidad la cantidad y calidad de sueño de 15 personas; antes, durante, y después de tomar unas vacaciones de entre 7 y 12 días en Nueva Zelanda.

El director científico de Alertness Solutions, Mark Rosenkind, dijo al New York Times que, después de dos o tres días de vacaciones, los participantes ya registraban una hora más de sueño de buena calidad, «algo que seguían manteniendo una vez regresaban a casa».

El psicólogo Dov Eden, de la Universidad de Tel Aviv, realizó algunos estudios en este sentido apuntando precisamente a que los efectos beneficiosos de las vacaciones se reducían al estar enganchados electrónicamente a la realidad. Sin embargo, todos estos trabajos, por valiosos u orientativos que sean, tienen ya más de cinco años, por lo que no han podido analizar aún el impacto que las nuevas tecnologías de Internet móvil tienen sobre el descanso vacacional. Que uno ya no puede «desconectar» del mundo laboral como antes es un hecho. Ese e-mail del trabajo preguntando dónde estaban aquellos informes es capaz de llegar ante los ojos del veraneante aunque se esconda en la playa más recóndita de Indonesia.

¿Menos vacaciones en el futuro?

Existe otro fenómeno, posiblemente alentado por las circunstancias económicas actuales, en el que no solo las empresas, sino también los empleados, sugieren mantener o reducir las vacaciones. Así sucedió el pasado mes de marzo en Suiza, cuando los ciudadanos votaron mayoritariamente en contra en el referéndum para alargar en dos semanas (de cuatro a seis) su mínimo legal de vacaciones.

Para sorpresa de muchos, esta situación no es ajena a nuestro país. De acuerdo con un estudio, desarrollado por investigadores de las universidades Politécnica de Valencia, Jaime I de Castellón y del País Vasco, y presentado hace unos días «el porcentaje de adictos al trabajo en España podría pasar del 4,6 % actual al 11,8 % de los trabajadores en diciembre de 2015».

Los investigadores, que han definido la adicción al trabajo como «una de las psicopatologías sociales de este siglo», realizaron un cuestionario a 1.200 trabajadores para discernir sus niveles de adicción en tres categorías: trabajadores racionales (con 40 horas o menos semanales), sobretrabajadores (más de 40 horas) y adictos (determinados por su nivel de compulsión a partir de las respuestas ofrecidas en la encuesta) -hasta aquí, todo muy parecido a lo realizado por Randstad.

Según explica Mario del Líbano, de la Universidad Jaume I, para interpretar estos datos aplicaron un modelo matemático basado en cuatro posibles escenarios económicos, «el primero, basado en las previsiones de la OCDE, augura un crecimiento del paro hasta 2013; un segundo, optimista, que contempla la bajada de la tasa de desempleo el año que viene a niveles de 2010. El tercero se basó en los análisis de la FUNCAS, que prevé una recuperación lenta a partir de 2014; y un último, más pesimista, marcado por un continuo ascenso del número de parados en España desde 2012 y hasta 2015».

Lo cierto es que en todos los escenarios se precedía, con pequeñas diferencias entre ellos, un aumento de los adictos al trabajo en España, algo que los investigadores achacan a una falta de «cultura empresarial que permita aumentar la capacidad de los trabajadores para sobreponerse a contextos de dolor emocional, traumas o el miedo a perder el empleo». Lo más sorprendente es que el mayor aumento de adictos se daría en el escenario más optimista (bajada de la tasa de desempleo el próximo año) con un 11,88%.

Sin embargo, como sucede con la depresión postvacacional, los psiquiatras sugieren que la adicción al trabajo puede ser simplemente una cortina para problemas mayores. No se trata, como suele creerse, de trabajar más duro, sino de no dejar de preocuparse por el trabajo. Como afirma Bryan Robinson, profesor en la universidad de Carolina del Norte y autor de un libro sobre el tema, «el workaholic (adicto al trabajo) es un mal candidato a empleado del mes porque a menudo tienen más trabajo del que pueden hacerse cargo con efectividad».

No tener empleo es la situación más estresante

En la situación económica actual, no todo el mundo en España tiene la posibilidad de tomarse unos días de descanso. Al menos para la salud mental de las personas, no tener trabajo es peor que tenerlo y no irse de vacaciones. Así lo afirma un estudio sobre estrés postvacacional del doctor Antonio Cano, catedrático en Psicología de la Universidad Complutense y presidente de la Sociedad para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés. «El desempleo es un estresor más importante que el reincorporarse al trabajo tras las vacaciones, constituyendo un factor de riesgo más grave para sufrir problemas de salud», dice este estudio, que señala también que en España, los desempleados tienen una probabilidad mayor «de padecer algún trastorno de ansiedad (2,2 veces más probable), problemas depresivos (2,2 veces más probable), o algún tipo de adicción (1,8 veces más probable)».

La psicóloga Raquel Molero, del Instituto Superior de Estudios Psicológicos (ISEP) señalaba hace unos días que los parados pueden estar también más expuestos al síndrome postvacacional, y no por sus vacaciones, sino por las de los demás. En esos días en que los contactos vuelven a la rutina, pueden surgir «sentimientos de soledad al ver cómo los demás vuelven a la rutina, sensación de desidia, apatía y ansiedad que pueden afectar» a las personas en paro.

¿Cuántos días de vacaciones son recomendables?

El estudio sobre la calidad de sueño de Alertless Solutions indicaba que, a más días de vacaciones, mejor era la respuesta, aunque los efectos beneficiosos comenzaban a notarse tras el tercer día de descanso.
En la actualidad, un trabajador en España goza legalmente de 22 días libres anuales más 14 días festivos. Sin embargo, muchas empresas -incluso administraciones, en el caso de empleados públicos- están aumentando las horas de trabajo o reduciendo días libres a sus trabajadores. El gran debate de fondo es si esto provoca un aumento de la productividad.

Ahora mismo, con 36 días al año, España es uno de los países con más vacaciones pagadas del mundo y su productividad está siempre en tela de juicio. Pero un análisis realizado en 2007 por la publicación Bloomberg Businessweek muestra que no siempre existe una correlación entre estos dos factores: Finlandia, con una media de 40 días anuales de vacaciones, es más productiva que Alemania, con 30 días libres.

Otro informe más reciente sobre competitividad, elaborado por el español Xavier Sala i Martín de la Universidad de Columbia y presentado en Ginebra durante la reunión de 2001 del Foro Económico Mundial, señala que las sutiles mejoras de la productividad en España (situada en el 36º lugar de países más competitivos) durante los últimos años tienen que ver, más que con la reducción del número de días libres, con la implantación de tecnologías de la información (TIC) y una cierta resistencia en cuanto a mantener la inversión en I+D y la capacidad de innovar. Del mismo modo, el informe señala que el mayor lastre para la productividad española no radica precisamente en ser uno de los países con más vacaciones del mundo, sino uno de los países con más desajustes macroeconómicos; en particular, déficit y deuda públicos.

Síntomas

Los síntomas más comunes al volver de vacaciones y enfrentarse otra vez a la rutina laboral son tristeza, apatía o algo de malestar, si bien casi todo el mundo los sufre sólo durante unos días y en dosis muy bajas. El disfrute de las vacaciones se basa, biológicamente, en que los periodos de descanso estimulan la secreción de dos neurotransmisores, la dopamina y la serotonina. Por tanto, al interrumpir este disfrute súbitamente, aparecen los problemas.

Uno de los riesgos es que la depresión post-vacacional (que, repetimos, no existe oficialmente como enfermedad) es que pueda, en realidad, estar ocultando un problema mayor de índole psiquiátrica, un verdadero trastorno de ansiedad o depresión.

De acuerdo con el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales, editado por la Asociación Americana de Psiquiatría y que muchos profesionales médicos usan como referencia, para que el síndrome postvacacional sea considerado requiere que «la aparición de síntomas emocionales o comportamentales en respuesta a un estresante identificable tenga lugar dentro de los 3 meses siguientes a la presencia del estresante». Tres meses. Además, como señala el doctor Cano, «este trastorno sería previo a un trastorno depresivo o un trastorno de ansiedad».

Recomendaciones

Para evitar traumas adicionales al regresar de veraneo, antes de planear el viaje, los expertos recomiendan hacerse una pregunta: ¿Se adapta ese plan de vacaciones a su personalidad o a la de su familia?

Otros de los consejos que dan los expertos para tener una saludable vuelta al trabajo son:

- Organizar bien la agenda y comenzar el trabajo poco a poco, por las tareas más gratas o, si no es posible, priorizando las más urgentes. También se recomienda no apurar las vacaciones hasta la tarde de antes, sino dejar dos o tres días de adaptación y para resolver los problemas habituales: facturas, lavadoras o compras.


- Dormir lo suficiente, en torno a ocho horas. Durante las vacaciones las rutinas de sueño se modifican, especialmente si el viaje incluye desplazamientos transoceánicos en avión.

- La práctica moderada de algún deporte o ejercicio físico ayuda a estimular la producción de dopamina o serotonina, haciendo más llevadera para nuestro cerebro la abrupta interrupción del placer vacacional y vuelta a la rutina.

LOS NIÑOS TAMBIÉN SE ESTRESAN

Los mayores sufren la vuelta al trabajo y también los niños pasan su particular depresión postvacacional al volver a las clases. Lo explica José Gimillo, psiquiatra de la Unidad del Niño y del Adolescente de Hospital Universitario Quirón Madrid.

¿El niño puede sufrir síndrome postvacacional?

Lo mismo que en adulto, en el niño también existe el síndrome postvacacional, aunque tienen unas características diferentes: no es tan depresivo como en el adulto, pero si va unida a problemas de adaptación y a ansiedad asociadas a una mayor exigencia. Sin embargo, en el caso del niño estas ansiedades se compensan con encontrarse con los amigos y todo el aspecto social tan importante para ellos.

¿Se da más ansiedad en los cambios de ciclo?

Sí y cuando cambian los compañeros de clase. Es importante sobre todo el cambio desde primaria a la Educación Secundaria Obligatoria (ESO). Una de las ansiedades más mostradas por los niños es saber con quién les van a poner el siguiente año y si van a coincidir con sus amigos.

¿Cómo se manifiesta la ansiedad?

En los niños la ansiedad y las tendencias depresivas siempre se manifiestan con irritabilidad y problemas de comportamiento. En casos intensos, merece la pena la ayuda profesional para reconducir la situación.

¿Hay niños con más problemas para incorporarse al colegio?

No ocurre en todos los niños. En la época de verano los niños están en contacto con su familia mucho tiempo. Es una época más infantil, más regresiva y de menos exigencia. Los niños con carácter más infantil, más regresivo y más dependiente, sí pueden tener problemas a la incorporación escolar por lo que supone separarse de la familia, de los primos o de los hermanos. Dependiendo del carácter más o menos dependiente, le puede costar más incorporarse al colegio.

¿Existen casos extremos?

Nosotros hemos visto problemas de lo que llamamos fobia escolar. Los pequeños que la padecen suelen tener un motivo que la origina. Normalmente problemas con compañeros o profesores. En estos casos el niño entra en un estado de ansiedad tan importante que es imposible que vaya a clase. Puede llegar a casos tan graves en que hay un absentismo escolar de días o meses. En casos extremos hemos tenido que ingresar a chicos para conducirlos a clase diariamente desde el hospital a la escuela poco a poco para vencer la ansiedad.

¿Se puede evitar la ansiedad en los niños?

Creo que ayudan mucho los rituales iniciáticos. Ir con los niños a comprar los libros, forrarlos, ponerles etiquetas, comprar la mochila... Ir un día antes al cole y dar una vuelta por allí, para que progresivamente vayan concienciándose. El ritual es algo que tranquiliza, el rito va unido al control de la situación. Introducir esos rituales va haciendo que la ansiedad se vaya controlando con más facilidad.

¿Existe algún periodo de la formación infantil al que haya que prestar especial atención?

El cambio de primaria a secundaria es muy importante. El sistema del profesorado cambia y en ocasiones aparecen dificultades en la escolarización en ese momento. Los chicos sin apoyo se sienten perdidos en un sistema totalmente diferente. Puede producirse en este momento un primer fracaso escolar que es muy difícil de remontar. Muchos fracasos escolares comienzan en Primero de la ESO.

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