Mantener
pero sobre todo aumentar la cantidad o la rapidez de la actividad física
después de los 65 años puede mejorar el bienestar eléctrico del corazón y
reducir el riesgo de infarto cardiaco, según concluye un nuevo estudio
publicado en 'Circulation: Journal of the American Heart Association'.
En
grabaciones de monitores cardiacos tomadas durante cinco años, los
investigadores vieron que las personas que caminaban más y más rápido y pasaban
más tiempo de ocio físicamente activos registraban menos ritmos irregulares del
corazón y una mayor variabilidad de la frecuencia cardiaca que aquellos que
eran menos activos.
La
variabilidad de la frecuencia cardiaca es la diferencia en el tiempo entre un
latido y el siguiente en la vida cotidiana. "Estas pequeñas diferencias
están influenciadas por la salud del corazón y del sistema nervioso que regula
el corazón", apunta la autora principal de este estudio, Luisa
Soares-Miranda, investigadora en la Escuela de Salud Pública de Harvard, en
Boston, Estados Unidos, y la Facultad de Deporte de la Universidad de Oporto,
en Portugal.
"Las
primeras anomalías en este sistema son recogidas por cambios en la variabilidad
de la frecuencia cardiaca y estos cambios predicen el riesgo de ataques
cardiacos futuros y la muerte", agrega. Los investigadores evaluaron 24
horas de grabaciones de monitores cardiacos de 985 adultos (de 71 años de
media) que participan en el 'Cardiovascular Health Study', un gran estudio de
los factores de riesgo de enfermedad cardiaca en las personas mayores de 65
años.
Durante
la investigación, los autores vieron que cuanta más actividad física se
realice, mejor será la variabilidad de la frecuencia cardiaca. Así, los
participantes que aumentaron la distancia o el ritmo de la marcha durante los
cinco años de análisis presentaban una mejor variabilidad de la frecuencia
cardiaca que los que redujeron la cantidad y la rapidez con la que caminaban.
"Cualquier
actividad física es mejor que nada, pero mantener o aumentar su actividad añade
beneficios para el corazón a medida que se envejece", concreta
Soares-Miranda. "Nuestros resultados también sugieren que estos cambios
beneficiosos caen cuando se reduce la actividad física", añade.
Los
investigadores calcularon que la diferencia entre los niveles más altos y más
bajos de actividad física se traducirían en un riesgo estimado de un 11 por
ciento menor de ataque cardiaco o muerte súbita cardiaca. "Así que si
usted se siente cómodo con su actividad física habitual, no la ralentice o
disminuya a medida que envejece, trate de caminar más o a un ritmo más rápido
y, si no está físicamente activo, nunca es demasiado tarde para empezar",
aconseja Soares-Miranda.
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