La
mononucleosis es un cuadro clínico cuyos síntomas, que afectan a diferentes
zonas del cuerpo, pueden
producirse por dos virus: el virus
de Epstein-Barr (EBV) y el citomegalovirus (CMV). Cursa, como toda infección,
activando las defensas del sistema inmune por lo que produce fiebre,
inflamación de la garganta y de los ganglios linfáticos, sobre todo los del
cuello, y afectación de hígado y bazo.
Según
explica a Infosalus Jorge Martínez Pérez, pediatra del Hospital Infantil
Universitario Niño Jesús de Madrid, es un síndrome que presenta distintas
formas de presentación según sea la edad del menor, debido precisamente a un
mayor desarrollo natural del sistema inmune. Así, en los más pequeños suelen
presentar síntomas inespecíficos que pueden durar sólo varios días y pasar de
largo como un resfriado común.
Entre
los 4 y los 6 años de edad puede producir la inflamación del hígado y un mayor
decaimiento durante unos 7 a 10 días, falta de apetito e incluso vómitos. En
los adolescentes, el cuadro puede durar entre dos y cuatro semanas y suele
presentar toda la sintomatología: decaimiento, falta de apetito, fiebre e
inflamación de hígado y bazo.
Esta
infección vírica al ser muy contagiosa es muy común y su máxima incidencia se
da en dos periodos temporales del desarrollo: entre los 2 y 3 años y entre los
12 y los 15 años. Ambos coinciden también con momentos clave de la
socialización del menor, su entrada en guarderías y colegios y la época en la
que comienzan las relaciones de pareja, de aquí su coloquial apodo como la
enfermedad del beso, pues se propaga a través de las gotas microscópicas de
saliva.
Diagnosticar
la mononucleosis
En
un primer momento los síntomas iniciales de fiebre e inflamación faríngea y
amígdalas recubiertas de una sustancia blanquecina pueden llevar al diagnóstico
de infección por estreptococo, por lo que se trata con antibióticos.
Sin
embargo, el virus suele reaccionar ante esta medicación produciendo un
exantema, una aparición generalizada en el cuerpo de manchas rojas, con
afectación de la cara, y además se puede presentar inflamación de los ojos.
En
estos casos el facultativo ya tiene un indicador claro para diagnosticar la
mononucleosis y la habitual palpación de hígado y bazo le ayuda a identificar
con claridad la infección.
Si
aún así no se ha producido exantema, la presencia de fiebre, tras varios días
de tratamiento, o también debe llevar a los padres a volver a la consulta,
donde la ineficacia del antibiótico más el resto de síntomas ayudarán al
pediatra a plantearse la posibilidad de la enfermedad del beso.
En
estos casos puede realizar un análisis de sangre para confirmar la presencia de
anticuerpos frente al virus y emplear el test de Paul-Bunnell, específico para
identificar la enfermedad. Sin embargo, la prueba puede en ocasiones dar un
falso negativo y se requiere realizarla de nuevo semanas más tarde para
confirmar el diagnóstico.
En
este sentido, Martínez señala que una vez detectadas las alteraciones
analíticas propias de la enfermedad y tras la desaparición de la
sintomatología, se buscará el origen de dichas alteraciones para intentar
confirmar cuál ha sido el desencadenante.
Posteriormente pueden ser necesarios exámenes que permitan saber si se
han normalizado las alteraciones analíticas iniciales (elevación de las
transaminasas) y la elevación de los anticuerpos frente a esos virus, signo
inequívoco de contacto con los mismos y que, por lo tanto, confirmarían la
enfermedad.
Tratamiento
y contagio
Martínez
señala que no existe un tratamiento específico sino sólo sintomático en lo que
se refiere a la fiebre o la inflamación. Eso sí, si existe en el menor
dificultad para tomar alimentos o respira mal hay que acudir al médico para que
haga una revisión y aplique el tratamiento correspondiente. Deben evitarse los
deportes que supongan riesgo de traumatismo abdominal porque podrían afectar al
hígado o al bazo inflamados y dar lugar a una complicación grave.
Durante
el periodo activo de la enfermedad la contagiosidad es máxima por lo que se
recomienda seguir las habituales medidas de higiene como estornudar y toser en
el codo, pues las manos son un importante medio de transmisión y en este caso
hay que recordar lavárselas, y no compartir cubiertos ni vasos.
El
contagio puede producirse semanas después de haber superado la enfermedad, por
lo que se recomienda recordar mantener las medidas de higiene más allá de la
desaparición de los síntomas.
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