No
existe una pastilla que pueda conseguir que un celíaco deje serlo. A día de
hoy, el único tratamiento fiable es seguir una dieta estricta sin gluten
durante toda la vida. Según datos del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales
e Igualdad, la prevalencia media de la celiaquía es del uno por ciento. En
España, se calcula que la padece uno de cada 118 niños y uno de cada 389
adultos, aunque esta enfermedad está infradiagnosticada, ya que un 75 por
ciento de los que la padecen no lo sabe. Sin embargo, los afectados por esta
patología tienen, además, el doble de posibilidades de padecer una enfermedad
coronaria. Así lo ha demostrado una nueva investigación presentada en la 63º
edición de la «American College of Cardiology Scientific Session» que analizó a
más de 22 millones de pacientes de 13 sistemas sanitarios distintos durante los
años 1999 y 2013. De estos, 24.530 fueron diagnosticados con enfermedad
celiaca, por lo que el resto de los participantes sirvieron como grupo control.
Así, el estudio mostró que la enfermedad coronaria arterial estaba presente en
el 9,5 por ciento de las personas que eran celiacas, frente a una incidencia
del 5,6 por ciento del grupo de control.
Uso
diario
En
este sentido, el doctor Manuel Martínez-Sellés, representante de las secciones
científicas de la Fundación Española del Corazón, explica que «la enfermedad
celiaca es una intolerancia permanente al gluten del trigo, cebada, centeno y,
probablemente avena que se encuentra tanto en alimentos como en productos de
uso diario como bálsamos labiales, medicamentos o vitaminas. Esta enfermedad
provoca una inflamación, de base inmune, en la mucosa del intestino delgado, lo
que dificulta la absorción de nutrientes. Es en este proceso inflamatorio el
que podría estar relacionado con un mayor desarrollo de arterioesclerosis
debido a la segregación de mediadores inmunes en el torrente sanguíneo».
Cambios
A
esto hay que añadir, continúa el experto, que el riesgo aumenta si, además de
la intolerancia alimentaria, «la persona padece algún otro factor de riesgo
como si es fumador, padece diabetes o colesterol, entre otros». Sin embargo,
«todavía son necesarios más estudios para esclarecer esta relación», matiza
Martínez-Sellés. Dado que la enfermedad celiaca está dentro de lo que se
conoce, según Martínez-Sellés, como «factores de riesgo cardiovasculares no
modificables como sucede con la edad, el sexo masculino y la carga genética y
la persona no puede hacer nada contra ellos. Sin embargo, sí puede controlar
aquellos factores de riesgo modificables como no fumar, tener una vida activa y
seguir un estilo de dieta mediterráneo en el que primen las frutas, las
verduras, los pescados, las legumbres que, además, están libres de gluten».
Asimismo,
diferentes estudios han demostrado, según Martínez-Sellés, que «si las personas
celiacas consumen gluten aumenta la inflamación y, por tanto, repercute de
forma negativa en el enfermedad coronaria». El trabajo también mostró un ligero
aumento de la prevalencia de enfermedad coronaria entre las personas menores de
65 años –4,5 por ciento frente al 2,4 por ciento–. «Este proceso podría afectar
más a los jóvenes porque tienen menos factores de riesgo cardiovascular
clásicos», recuerda el cardiólogo.
Por
otra parte, las personas con diabetes tipo I, la prevalencia de la enfermedad
celiaca se acerca al diez por ciento, es decir, diez veces más que la población
general. En el marco del 25º Congreso de la Sociedad Española de Diabetes (SED)
celebrado el pasado mes de abril, el doctor José Ramón Bilbao, profesor de la
Facultad de Medicina de la Universidad del País Vasco (UPV) e investigador del
Instituto Biocruces, expuso que «este aumento de la frecuencia de enfermedad
celiaca en personas con diabetes tipo I se debe, al menos en parte, al hecho de
que ambas enfermedades comparten genes de susceptibilidad que participan en la
respuesta inmune y que se asocia con el mayor riesgo de desarrollar enfermedad
celiaca. Una de las variantes de los genes HLA (concretamente el DQ2) que está
presente en más del 90 por ciento de los celiacos, también aparece en más de
las mitad de los diabéticos tipo I y en el 20-30 por ciento de la población
general». Además, tanto la enfermedad celiaca como la diabetes son patologías
autoinmunes. Por eso, las otras fomas de diabetes como la tipo II o la
gestacional, no tienen relación con la intolerancia alimentaria.
Menos
complicaciones
La
detección precoz y el tratamiento sin gluten de estos pacientes permite un
mejor manejo de la diabetes y disminuye las complicaciones de la enfermedad
celiaca como la osteoporosis. Si se confirma el diagnóstico, se recomienda la
retirada del gluten de la dieta. «Esto supone un esfuerzo añadido para el
paciente, ya que tiene una nueva restricción dietética a la que hacer frente»,
explica Bilbao. De hecho, diversos estudios muestran que la adherencia a la
dieta sin gluten está alrededor del 50 por ciento, y es en la adolescencia
cuando se observa una menor predisposición a seguir dicha dieta.
En
el caso de los pacientes con síntomas gastrointestinales, los efectos de la
dieta sin gluten son claros e inmediatos, ya que éstos desaparecen y su grado
de cumplimiento es mayor. «Pero en el caso de los pacientes con formas atípicas
y sin molestias, los beneficios no son perceptibles a corto plazo, pero
estudios de seguimiento parecen mostrar mejoras en el crecimiento y la salud
ósea. También se han asociado con un mejor control metabólico y menor número de
hipoglucemias», concluye Bilbao.
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