Uno
de cada cuatro menores de 16 años en España vive por debajo del umbral de la
pobreza, según datos difundidos esta semana por el Instituto Nacional de
Estadística (INE). Todos esos niños, según demuestra la ciencia cada vez con
mayor certeza, sufrirán en su edad adulta más riesgo de obesidad, problemas
cardiovasculares, deterioro cognitivo, exclusión social, salarios más bajos y
otra plétora de problemas.
La
reunión anual de la Asociación de Economía de la Salud (AES), que se celebra
estos días en Pamplona, ha servido para poner de manifiesto los últimos
estudios que relacionan pobreza infantil con secuelas para la salud durante la
edad adulta. Porque como explica a EL MUNDO Pilar García, vicepresidenta de
AES, "cada vez está más claro que las condiciones de vida durante los
cinco primeros años de vida de un niño le marcan para el resto de su
vida".
En
el caso de situaciones más extremas, como el maltrato infantil, existen incluso
evidencias científicas que demuestran que esa violencia deja una huella física
en el cerebro de los menores. Como demostraba recientemente Joaquim Radua,
presidente de la Sociedad Española de Neuroimagen, en un artículo publicado en
la revista The American Journal of Psychiatry, los niños que han sido
maltratados en la infancia tienen menor volumen de sustancia gris en ciertas
regiones cerebrales que se desarrollan un poco más tarde, en la adolescencia, y
que podrían explicar los déficits cognitivos y emocionales de estas víctimas en
su edad adulta.
En
el caso de la pobreza, explica Radua a este periódico, también se han detectado
disminuciones de volumen -especialmente de materia gris-, así como déficits
funcionales. Y aunque admite que sí podría hablarse de una huella física de la
pobreza en el desarrollo cerebral, considera que los estudios son aún
preliminares.
Como
recordaba también recientemente un panel internacional de expertos reunidos en
Vancouver (Canadá) por las Sociedades Académicas Pediátricas, los mecanismos
por los que la pobreza infantil deja su huella para el resto de la edad adulta
son muy variados. Desde marcas en los propios genes (a través de mecanismos
epigenéticos que influyen en nuestro ADN a través del ambiente físico), las
secuelas que tiene el estrés a través de la oxidación celular, los efectos de
la malnutrición, las peores oportunidades educativas...
"Por
ejemplo, el estrés de la madre durante el embarazo puede ya incluso tener
secuelas en la formación del feto", explica García; "pero además, las
familias en dificultades económicas pueden tener peor salud mental -lo que
influiría en una menor estimulación cognitiva de los niños- mayores niveles de
estrés en el hogar, unas peores condiciones de vivienda...".
Los
datos sobre el maltrato, por ejemplo, "muestran las graves consecuencias
de las adversidades ambientales infantiles en el desarrollo cerebral",
señala Radua a EL MUNDO. Estudios similares han mostrado las consecuencias del
acoso escolar, años más tarde, en forma de depresión, ansiedad, dolor de cabeza
o incluso ideas suicidas; pero también como una especie de huella biológica en
su organismo.
Como
coinciden los especialistas, los efectos de la pobreza durante las primeros
años de vida no vienen mediados únicamente por la malnutrición en los primeros
años de vida -que se ha relacionado con mayores tasas de obesidad en la edad
adulta-, sino a través de ese amplio abanico de mecanismos en los que la
educación juega un papel importante. "Sabemos por ejemplo que estos niños
tienen peores resultados educativos y eso acaba repercutiendo en peores
oportunidades laborales", explica García, profesora en la Escuela Erasmus
de Economía de la Universidad de Rotterdam. En el caso de las mujeres, añade
esta especialista, "se ha demostrado que aquellas con niveles de ingresos
más bajos tienen una renta acumulada a lo largo de su vida un 25% inferior a
las mujeres de los niveles superiores".
Marteen
Lindeboom, profesor de Económicas en la Universidad de Ámsterdam (Holanda)
especializado en las secuelas de la pobreza infantil, señala por su parte que
estas condiciones de vida iniciales se pueden traducir incluso en dos años
menos de supervivencia de media. "Es cierto que la mayoría de estudios
sobre este tema se hicieron a principios de siglo, pero también hemos visto que
son las intervenciones precoces, precisamente en los primeros años de vida, las
que tienen mayor eficacia. Porque lo que ocurre en esos años es luego muy poco
reversible y las intervenciones tardías son poco eficaces". Y como él mismo
añade, no sólo los grandes eventos (como una guerra) tienen efectos en los
niños, sino que otro tipo de eventos (como la contaminación o un ciclo
económico bajo) pueden dejar su huella para el resto de la vida.
A
pesar de que la crisis económica ha agravado las situaciones de pobreza en
España, García recuerda que el problema no es nuevo. "Aquí ya teníamos los
niveles de pobreza infantil más altos de Europa. El problema es que las
administraciones no se toman el problema en serio porque esto sólo tiene
consecuencias a largo plazo y aquí se toman las decisiones más
cortoplacistas". "La situación de desempleo en España es tan grave
que eso está provocando niveles de estrés muy importantes, que pueden tener
consecuencias incluso desde el mismo momento de la formación del feto",
añade Lindeboom.
Reforzar
las becas de comedor o los programas de apoyo escolar para los niños con pocos
recursos serían algunas de las soluciones para que ese 25% de los menores
españoles no se conviertan en adultos con una mala salud, que consuman más
recursos sanitarios por sus enfermedades crónicas y una menor productividad
laboral que el resto de sus coetáneos.
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