Ahora
sí. Tras demostrar durante años los beneficios de la restricción calórica en la
longevidad de gusanos, moscas y ratones, se ha visto el mismo efecto en uno de
los animales de experimentación más parecidos al hombre, el «macaco rhesus». El
centro de investigación con primates de la Universidad de Wisconsin, en Estados
Unidos, ha demostrado en un ensayo clínico con 76 primates que restringir en un
30 por ciento la ingesta diaria de calorías reduce la mortalidad y las
enfermedades relacionadas con el envejecimiento, como la diabetes o las
enfermedades cardiovasculares. Los monos que comieron a su antojo multiplicaron
por tres las posibilidades de enfermar y de fallecer.
Los
detalles de este nuevo estudio se publican en la revista «Nature Communications».
Comer
menos sin llegar a la desnutrición, es la única intervención que ha demostrado
hasta la fecha que realmente prolonga la vida. Al menos, en el laboratorio.
Esta certeza se ha asentado durante estos últimos años en estudios con especies
alejadas de los humanos. Hasta que hace dos años el Instituto Nacional del
Envejecimiento de Estados Unidos dio a conocer los resultados de un trabajo,
realizado también con macacos durante 25 años de seguimiento. Para sorpresa de
todos, concluyó que los monos que comían menos mejoraban su salud, pero no
aumentaban su esperanza de vida.
25
años de estudio
Fue
un jarro de agua fría para los entusiastas de la teoría de la restricción calórica.
Esa decepción, sin embargo, se ha tornado ahora en entusiasmo. La Universidad de
Wisconsin sí ha demostrado que la dieta mejora la esperanza de vida y lo ha
hecho con una investigación similar: con macacos y de 25 años de duración. Los
monos que, al llegar a la edad adulta, comieron un 30% menos vivieron más y
mejor. Lo que demuestra lo importante que es en ciencia repetir los
experimentos.
Basta
con echar un vistazo a Canto y Owen, los dos monos de la fotografía que
ilustran esta información (arriba) para saber que la teoría funciona. Canto
tiene 27 y Owen, 29 el glotón, 29, pero parece que hay décadas de diferencia.
El brillo de su pelo y la complexión muestran a un lozano Canto frente al
avejentado Owen. Los análisis también demuestran que los monos que comieron sin
control multiplicaron por tres el riesgo de enfermedad.
Ambos
forman parte del grupo de 76 macacos que desde 1989 forman parte de este
ensayo. Durante este tiempo, Owen comió todo lo que quiso, sin restricciones,
mientras se reducía la comida de Canto. La dieta de este último empezó al
cumplir los 7 años y se calculó reduciendo un 30 por ciento la cantidad que los
primates solían comer a placer antes de empezar el ensayo. Hoy los resultados
saltan a la vista. Los dos monos solo se llevan dos años, aunque parezcan décadas.
Ensayos
con humanos
Riki
Colman, otro de los autores del trabajo, piensa que esa puede ser la clave de
la diferencia de resultados. «Ya sabíamos lo que comían nuestros monos y a
partir de ahí calculamos la dieta. A los macacos del primer estudio se les
estimó según una dieta diseñada por el Instituto de Envejecimiento.
Para
Carlos López-Otín, de la Universidad de Oviedo, el trabajo avala una vez más la
idea de que la restricción calórica sin malnutrición es una estrategia
consistente para tener una mejor salud e incluso para alcanzar una mayor
longevidad. No obstante, pide esperar a los resultados de trabajos semejantes
que se están desarrollando con humanos. «Así podremos concluir con certeza que
esta intervención nutricional genera un beneficio real para nuestra propia
especie», apunta. De momento, como indican los autores los hallazgos del
estudio con macacos no se puede elevar como una recomendación nutricional
general para vivir más y mejor.
Ref:
Haz click aquí
No hay comentarios:
Publicar un comentario