Piel,
arterias, uretras, vejigas...y ahora vaginas de laboratorio. La medicina
regenerativa ha dado un nuevo paso hacia la fabricación de órganos, a la medida
de cada paciente y sin riesgo de rechazo. El equipo de Anthony Atala, director
del Centro Médico Wake Forest (EE.UU.), ha generado cuatro vaginas a partir de
las células de cuatro pacientes que habían nacido con este órgano atrofiado. En
la revista médica «The Lancet» describen su logro: cómo las generaron, las
implantaron con éxito, y ocho años después funcionan sin problemas.
Aunque
solo sean cuatro casos, el ensayo clínico tiene una gran importancia porque
afianza esta estrategia para fabricar órganos personalizados y abre una nueva vía
en el campo de la cirugía de reconstrucción vaginal.
Cirugía
de cambio de sexo
La
técnica sería útil no solo para niñas que nacen con alguna malformación como
las pacientes tratadas, sino para mujeres a las que la vagina se les debe
extirpar por un cáncer, tienen graves lesiones en esa zona o incluso en
operaciones de cambio de sexo de hombre a mujer. En este tipo de cirugías la
opción es recrear la vagina con injertos de la propia piel del paciente, aunque
los resultados no son los deseables.
En
declaraciones a ABC, el propio Atala no descarta esta posibilidad y aclara que
aunque su técnica tiene varias aplicaciones, «solo podíamos evaluar una
indicación cada vez. Por eso, decidimos empezar con pacientes aquejadas con
malformaciones graves».
Las
niñas tratadas nacieron con una rara enfermedad llamada síndrome
Mayer-Rokitansky-Küster-Hauser (MRKH), un trastorno genético raro en la que la
vagina y , a veces el útero, están subdesarrollados o simplemente no existen.
Sus ovarios funcionan sin problemas y la producción de hormonas femeninas también
es normal, así como su pubertad. Todo lo demás es normal, salvo que la vagina
suele estar acortada o atrofiada lo que convierte las relaciones sexuales en un
martirio.
Células
musculares y de la piel
Para
crearles su nueva vagina, el grupo de Atala tomó muestras del tejido vaginal
que aún conservaban y de sus órganos genitales externos. Así aislaron las células
musculares y epiteliales necesarias para fabricar el nuevo órgano. Esas células
se expandieron y se colocaron en un material biodegradable que actuó como una
estructura o andamiaje para que las células crecieran y pudieran crear un
tejido con la forma y tamaño necesaria. Aunque antes de su implantación, los
científicos tuvieron que coserlas a mano para conseguir la forma deseada.
Entre
cinco y seis semanas después de la biopsia, los cirujanos crearon un canal en
la pelvis de las jóvenes y suturaron cada una de las vaginas en el aparato
reproductor. Con el tiempo, el molde o andamiaje que había dado forma al tejido
fue absorbido por el organismo y los nervios y los vasos sanguíneos se formaron
en torno a vagina.
En
el centro médico Wake Forest se hicieron resonancias magnéticas para comprobar
que las vaginas se habían integrado sin problema en el cuerpo de sus pacientes,
que el molde había desaparecido y solo había tejido vaginal.
Relaciones
sin dolor y con deseo
Los
datos de las visitas anuales de seguimiento muestran, ocho años después de la
implantación, que sus órganos funcionan de forma normal. Las que entonces eran
jóvenes pacientes ya han mantenido relaciones sexuales y aseguran que pueden
mantenerlas con total normalidad. No sienten dolor y no interfiere en el deseo
sexual.
Además
de las resonancias realizadas, las biopsias han confirmado que los nuevos órganos
eran similares en forma y función al tejido original, asegura Atlántida Raya
Rivera, directora de un laboratorio de Ingeniería de Tejidos en México. Esta
doctora y su equipo han colaborado con el grupo de Atala en la investigación.
Vejigas
y uretras
Antes
de probar con pacientes de verdad, los investigadores demostraron la validez de
su técnica en ratones y conejos. Fue en estos experimentos en la década de los
90 donde descubrieron la importancia de utilizar andamiajes biodegradables para
dar forma a las células. Vieron cómo este material, una vez realizada su función,
es absorbido por el cuerpo, las células depositan materiales para formar una
estructura de soporte permanente que reemplaza gradualmente el andamio diseñado
con un nuevo órgano.
Y
de ahí dieron el salto a humanos. Primero se animaron a desarrollar órganos
sencillos como la uretra y la vejiga y se convirtieron en los primeros en
implantar en seres humanos órganos cultivado en el laboratorio.
Sus
primeros «conejillos de Indias» fueron nueve niños con espina bífida con su
vejiga dañada. Y después implantaron, también con éxito, uretras a otros niños
de corta edad.
Órganos
más complejos
Ahora
han vuelto a repetir la estrategia con la vagina, un órgano más complejo. «Lo
que demuestra la validez de su estrategia», apunta Ángel Raya, director del
Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona. A Atala se le cuestionaba porque
solo podía fabricar órganos muy sencillos como la vejiga –lo más parecido a una
pequeña bolsa– y la uretra, una suerte de tubo. «La vagina no es
extraordinariamente compleja pero tiene un nivel de complejidad mayor de lo que
se había hecho hasta ahora», asegura Raya.
La
fórmula funciona, reconoce este experto en Medicina Regenerativa. «Se
implantaron en niñas y han crecido de acuerdo a su desarrollo y son funcionales
a largo plazo».
Esta
misma estrategia no es válida para generar cualquier órgano, pero sí para aquéllos
que puedan generarse a partir de células sanas que puedan extraerse de los
pacientes y proliferar en matrices de laboratorio. Tejidos y órganos como la
piel, las córneas, el hígado, la vejiga o la uretra.
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