viernes, 11 de abril de 2014

Implantan con éxito vaginas cultivadas en el laboratorio a cuatro adolescentes



Piel, arterias, uretras, vejigas...y ahora vaginas de laboratorio. La medicina regenerativa ha dado un nuevo paso hacia la fabricación de órganos, a la medida de cada paciente y sin riesgo de rechazo. El equipo de Anthony Atala, director del Centro Médico Wake Forest (EE.UU.), ha generado cuatro vaginas a partir de las células de cuatro pacientes que habían nacido con este órgano atrofiado. En la revista médica «The Lancet» describen su logro: cómo las generaron, las implantaron con éxito, y ocho años después funcionan sin problemas.

Aunque solo sean cuatro casos, el ensayo clínico tiene una gran importancia porque afianza esta estrategia para fabricar órganos personalizados y abre una nueva vía en el campo de la cirugía de reconstrucción vaginal.

Cirugía de cambio de sexo

La técnica sería útil no solo para niñas que nacen con alguna malformación como las pacientes tratadas, sino para mujeres a las que la vagina se les debe extirpar por un cáncer, tienen graves lesiones en esa zona o incluso en operaciones de cambio de sexo de hombre a mujer. En este tipo de cirugías la opción es recrear la vagina con injertos de la propia piel del paciente, aunque los resultados no son los deseables.

En declaraciones a ABC, el propio Atala no descarta esta posibilidad y aclara que aunque su técnica tiene varias aplicaciones, «solo podíamos evaluar una indicación cada vez. Por eso, decidimos empezar con pacientes aquejadas con malformaciones graves».

Las niñas tratadas nacieron con una rara enfermedad llamada síndrome Mayer-Rokitansky-Küster-Hauser (MRKH), un trastorno genético raro en la que la vagina y , a veces el útero, están subdesarrollados o simplemente no existen. Sus ovarios funcionan sin problemas y la producción de hormonas femeninas también es normal, así como su pubertad. Todo lo demás es normal, salvo que la vagina suele estar acortada o atrofiada lo que convierte las relaciones sexuales en un martirio.

Células musculares y de la piel

Para crearles su nueva vagina, el grupo de Atala tomó muestras del tejido vaginal que aún conservaban y de sus órganos genitales externos. Así aislaron las células musculares y epiteliales necesarias para fabricar el nuevo órgano. Esas células se expandieron y se colocaron en un material biodegradable que actuó como una estructura o andamiaje para que las células crecieran y pudieran crear un tejido con la forma y tamaño necesaria. Aunque antes de su implantación, los científicos tuvieron que coserlas a mano para conseguir la forma deseada.

Entre cinco y seis semanas después de la biopsia, los cirujanos crearon un canal en la pelvis de las jóvenes y suturaron cada una de las vaginas en el aparato reproductor. Con el tiempo, el molde o andamiaje que había dado forma al tejido fue absorbido por el organismo y los nervios y los vasos sanguíneos se formaron en torno a vagina.

En el centro médico Wake Forest se hicieron resonancias magnéticas para comprobar que las vaginas se habían integrado sin problema en el cuerpo de sus pacientes, que el molde había desaparecido y solo había tejido vaginal.

Relaciones sin dolor y con deseo

Los datos de las visitas anuales de seguimiento muestran, ocho años después de la implantación, que sus órganos funcionan de forma normal. Las que entonces eran jóvenes pacientes ya han mantenido relaciones sexuales y aseguran que pueden mantenerlas con total normalidad. No sienten dolor y no interfiere en el deseo sexual.

Además de las resonancias realizadas, las biopsias han confirmado que los nuevos órganos eran similares en forma y función al tejido original, asegura Atlántida Raya Rivera, directora de un laboratorio de Ingeniería de Tejidos en México. Esta doctora y su equipo han colaborado con el grupo de Atala en la investigación.

Vejigas y uretras

Antes de probar con pacientes de verdad, los investigadores demostraron la validez de su técnica en ratones y conejos. Fue en estos experimentos en la década de los 90 donde descubrieron la importancia de utilizar andamiajes biodegradables para dar forma a las células. Vieron cómo este material, una vez realizada su función, es absorbido por el cuerpo, las células depositan materiales para formar una estructura de soporte permanente que reemplaza gradualmente el andamio diseñado con un nuevo órgano.

Y de ahí dieron el salto a humanos. Primero se animaron a desarrollar órganos sencillos como la uretra y la vejiga y se convirtieron en los primeros en implantar en seres humanos órganos cultivado en el laboratorio.

Sus primeros «conejillos de Indias» fueron nueve niños con espina bífida con su vejiga dañada. Y después implantaron, también con éxito, uretras a otros niños de corta edad.

Órganos más complejos

Ahora han vuelto a repetir la estrategia con la vagina, un órgano más complejo. «Lo que demuestra la validez de su estrategia», apunta Ángel Raya, director del Centro de Medicina Regenerativa de Barcelona. A Atala se le cuestionaba porque solo podía fabricar órganos muy sencillos como la vejiga –lo más parecido a una pequeña bolsa– y la uretra, una suerte de tubo. «La vagina no es extraordinariamente compleja pero tiene un nivel de complejidad mayor de lo que se había hecho hasta ahora», asegura Raya.

La fórmula funciona, reconoce este experto en Medicina Regenerativa. «Se implantaron en niñas y han crecido de acuerdo a su desarrollo y son funcionales a largo plazo».

Esta misma estrategia no es válida para generar cualquier órgano, pero sí para aquéllos que puedan generarse a partir de células sanas que puedan extraerse de los pacientes y proliferar en matrices de laboratorio. Tejidos y órganos como la piel, las córneas, el hígado, la vejiga o la uretra.

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