Si
desde la comunidad médica se vetan cada vez más los productos procesados por su
aporte elevado de grasas saturadas, azúcares y sal, la industria alimentaria
tiene otro frente abierto entre los científicos, que apuntan a un alto
contenido en componentes químicos en la fabricación del envasado de estos
productos. Sin embargo, el uso del plástico se extiende mucho más allá de los
alimentos hasta el aseo personal o el material de oficina.
Este
febrero, un artículo firmado por científicos medioambientales advertía en la
revista 'Journal of Epidemiology and Community Health' que los productos
químicos sintéticos utilizados en el embalaje, el almacenamiento y el
procesamiento de los alimentos podrían ser perjudiciales para la salud humana a
largo plazo.
Los
especialistas señalaban que asciende hasta 4.000 el número total de sustancias
químicas conocidas que se utilizan intencionadamente en los materiales que
están en contacto con alimentos. Entre ellas, el formaldehido, un causante de
cáncer pero que se utiliza legalmente a niveles muy bajos por ejemplo en
botellas de plástico de bebidas gaseosas y en vajillas de melamina. Otros
productos químicos que también están en estos materiales y que se sabe que
interrumpen la producción de hormonas son bisfenol A, tributilestaño, triclosán
y los ftalatos.
Según
los autores de este artículo, los posibles cambios celulares causados por todos
estos componentes y, en particular, los que tienen la capacidad de alterar las
hormonas ni siquiera se están considerando en los análisis toxicológicos de
rutina, lo que plantea "serias dudas sobre la adecuación de los
procedimientos químicos".
No
obstante, los firmantes admitían entonces que establecer una causa y efecto
como resultado de la exposición permanente y, en gran medida, invisible a estos
componentes no será tarea fácil dado que no hay poblaciones no expuestas con
las que comparar y no es probable que haya grandes diferencias en los niveles
de exposición entre los individuos y a través de ciertos grupos de población.
Ftalatos
y fertilidad
A
inicios de marzo los resultados de un estudio de los Institutos Nacionales de
la Salud de Estados Unidos apuntaban que las mujeres cuyos compañeros varones tienen
altas concentraciones de tres formas comunes de ftalatos, componentes químicos
que se encuentran en una gran variedad de productos de consumo, tardan más en
quedarse embarazadas que aquellas mujeres cuyas parejas no presentan estos
altos niveles de concentración de los químicos.
Los
investigadores evaluaron las concentraciones de ftalatos y bisfenol A (BPA) en
parejas que intentaban conseguir un embarazo. Los ftalatos, en ocasiones
denominados 'plastificantes', se utilizan en la fabricación de plásticos para
hacerlos más flexibles.
Los
Centros de Control y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos señalan que
los ftalatos se emplean en cientos de productos como fragancias, champús, lacas
de uñas o láminas y hojas de plástico. En la mayoría de los casos, las personas
se exponen a los ftalatos al comer y beber alimentos que han estado en contacto
con envases y productos que contienen los componentes. El BPA se utiliza para
realizar algunos tipos de envases de plástico, en el revestimiento protector de
las latas de comida y en otros productos.
Los
autores del estudio, publicado en la edición digital de la revista 'Fertility
and Sterility', midieron las concentraciones en la orina de BPA y 14
componentes de ftalatos en parejas que intentaban concebir. El embarazo tardó
más tiempo en conseguirse en las parejas en las que los varones tenían mayores
concentraciones de ftalatos de monometilo, mono-butilo y monobenzilo. La
exposición a BPA no se asoció ni en hombres ni mujeres con las tasas de
embarazo.
Los
autores señalan que estudios anteriores habían descubierto que los hombres con
altas concentraciones de ftalato de monometilo tenían anomalías en su semen y
que los varones con altas concentraciones de ftalato mono-n-butilo tenían menor
motilidad espermática y una menor cantidad de esperma.
El
ftalato dimetilo se utiliza en la fabricación de propulsores de cohetes y
productos de consumo como repelentes de insectos y plásticos; el ftalato de
mono-n-butilo se utiliza como aditivo en productos de cuidado personal como
lacas de uñas y cosméticos, tintas de inyección, recubrimientos farmacéuticos e
insecticidas; por su parte, el ftalato mono-n-benzilo se emplea en productos
como adhesivos, azulejos de vinilo, impermeabilizantes, productos de cuidado de
los coches y algunos productos de cuidado personal.
A
los resultados de este trabajo, realizado en 501 parejas de Michigan y Texas
entre 2005 y 2009 que intentaban concebir sin buscar tratamiento, se suman los
de otros estudios citados por los autores que descubrieron altas concentraciones
de BPA y otros ftalatos entre parejas que buscaron ayuda para tratar su
infertilidad.
Uno
de estos estudios descubrió que los hombres con altos niveles de BPA tenían
menores niveles de testosterona y en otro trabajo estas altas concentraciones
de BPA se asociaban con indicadores de la infertilidad como menor cantidad de
óvulos, menores tasas de implantación de óvulos fertilizados y menores tasas de
embarazo.
BPA
y funcionamiento celular
La
Unión Europea acordó en 2011 prohibir el uso de BPA en la fabricación de
biberones por sus posibles efectos perjudiciales sobre la salud de los niños
pero aún no existe normativa europea en lo que se refiere a su uso en otros
productos de consumo.
La
Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, según sus siglas en inglés)
rebajó en enero hasta en 10 veces la cantidad diaria de este componente que se
considera tolerable para el ser humano tras realizar un exhaustivo análisis de
la literatura científica existente. Con esta revisión se ha abierto además un
periodo de consultas a lo largo de 2014 para llegar a una conclusión final
sobre el bisfenol A.
La
dosis tolerada según los expertos europeos pasa de 0,05 miligramos diarios por
kilogramo de peso corporal a 0,005 mg aunque la EFSA señala que los riesgos
para los consumidores son muy bajos. Según señalan, los estudios han demostrado
que la exposición humana al bisfenol A en la actualidad está entre tres y cinco
veces por debajo de este umbral.
Sin
embargo, los científicos continúan añadiendo nuevos datos a este corpus
revisado por los europeos y apuntan a los efectos del bisfenol A sobre el
funcionamiento en las células humanas. Los resultados de un trabajo del Centro
Oncológico de Cincinnati (Estados Unidos) muestran que la interrupción de un ciclo
de duplicación celular a través de la exposición a dosis bajas de BPA puede
causar el desarrollo de cáncer en la próstata.
El
estudio, publicado a inicios de marzo en la revista 'Plos One', aporta la
primera evidencia científica de que los niveles de BPA en la orina pueden
ayudar a predecir el cáncer de próstata.
"Los
estudios en humanos que vinculan la exposición al BPA al riesgo de cáncer son
limitados. Nuestro estudio examinó la asociación entre los niveles de BPA en
orina y el cáncer de próstata y evaluó los efectos del BPA en el inicio de
anomalías en el centrosoma, como un mecanismo subyacente en la promoción de la
formación del cáncer de próstata", explica la investigadora principal de
este estudio, Shuk-mei Ho.
En
enero ya se había publicado en la revista 'Journal of Medicinal Chemistry' que
el bisfenol A deteriora la función de proteínas clave para los procesos de
crecimiento en las células.
Hasta
ahora se sabía que el bisfenol A produce un efecto perjudicial cuando se une a
receptores de hormonas, pero la investigación del grupo de investigadores de
las universidades alemanas de Bochum y Wuppertal demuestra que la sustancia
afecta también a las llamadas pequeñas 'GTPasas', enzimas que se producen de
forma activa e inactiva dentro de las células.
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