miércoles, 25 de junio de 2014

Venenos que curan enfermedades



Arañas, escorpiones, serpientes o insectos. Muchos de estos animales venosos podrían convertirse en una «fuente inagotable» de medicamentos en el futuro para tratar enfermedades como el cáncer, las enfermedades cardiovasculares o neurodegenerativas. Este es el reto del Proyecto Venomics, un consorcio de ocho universidades y empresas punteras de cinco países europeos (Bélgica, Dinamarca, Francia, Portugal y España) que colaboran en esta innovadora iniciativa para identificar y desarrollar nuevos medicamentos a partir de sustancias ponzoñosas presentes en animales. Se están investigando además organismos venenosos hasta hoy no caracterizados gracias a la aportación de nuevas tecnologías de secuenciación.

El equipo de científicos, en el que participa la empresa española Sistemas Genómicos, ha viajado a distintas zonas del mundo –especialmente en la Guayana Francesa– para recoger las muestras, muchas de ellas nunca antes analizadas ni caracterizadas. Se estima que hay más de 170.000 animales venenosos y unos 40 millones de proteínas de tóxicos, algunas de las cuales podrían servir para crear nuevos medicamentos. De momento, explica a ABC Rebeca Miñambres, de Sistemas Genómicos, es una «prueba de concepto», pero esperamos que haya resultados.

Desarrollar fármacos de forma más rápida

El proyecto incorpora una innovadora metodología, el transcriptoma de novo, que permite obtener la identidad y la expresión de las toxinas sin necesidad de tener un conocimiento previo sobre el organismo estudiado. Esta tecnología permitirá desarrollar los fármacos de forma más rápida y con menor coste para tratar dolencias como las enfermedades cardiovasculares, el cáncer, la diabetes o tratamientos contra el dolor. Según Miñanbres con este proyecto de colaboración europea se reduce «el periodo de descubrimiento de moléculas». Así, señala, «se puede pasar de los 10 o 15 años que se tarda con los sistemas actuales a 3 años con Venomics». De momento, ya se han identificado 200 moléculas.

Los ocho socios del proyecto son VenomeTech, CEA Saclay, Vitamib y Université de la Méditerranée (Francia); Université de Liège (Bélgica), Sistemas Genomicos (España), NZYTech (Portugal) y Zealand Pharma (Dinamarca). La empresa española Sistemas Genómicos aporta al proyecto la utilización de las últimas tecnologías en secuenciación masiva y la aplicación de nuevos protocolos de low input para secuenciar con una mínima cantidad de material biológico de partida. El plan está financiado con fondos europeos y cuenta con un presupuesto de 9,1 millones de euros, de los cuales 6 son financiados a través del Séptimo Programa Marco.

Complejos «cócteles»

Hay comunidades que desde hace tiempo conviven con estos animales venenosos, como en China, Brasil o Australia. Los venenos, dice Nicolas Gilles, uno de los coordinadores del proyecto, se han estudiado para comprender sus efectos tóxicos, pero se han investigado poco sus efectos beneficiosos. De hecho solo hay seis fármacos derivados de toxinas en el mercado, indicados para hacer frente al dolor crónico y la coagulación sanguínea. Además, como señala Frèderic Ducancel, no se trata de «un único veneno». Explica que los venenos de los animales son complejos «cócteles» que contienen varios cientos de componentes -proteínas, péptidos, etc.- y que interaccionan con el organismo y cuyos efectos se reflejan en la inmunidad, el sistema nervioso, central, los músculos o el flujo sanguíneo.

De momento este «novedoso sistema de búsqueda de herramientas» permitirá la identificación de moléculas desconocidas que no se habían explorado hasta ahora. Estamos, dice Miñambres, «a mitad de camino», pero ya hemos demostrado que «es posible». Ahora, añade por su parte Gilles, hay que «identificar dianas terapéuticas para esos venenos» y aquí es donde se trabaja con la industria farmacéutica. «Lo que debemos ahora es identificar cuáles son sus dianas: cáncer, cardiología, enfermedades metabólicas... Todavía no hemos llegado a la experimentación animal. Tenemos seis candidatos y estamos empezando a trabajar con la industria. Es un gran paso», concluye la investigadora.

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