Esta
misma semana, una reunión científica celebrada en Madrid ha puesto de
manifiesto la preocupación que existe por la presencia de un parásito tropical,
la esquistosomiasis, en las aguas frías del río Cavu, en Córcega (Francia).
Estos parásitos, hasta ahora inédito en Europa, mata a unas 200.000 personas al
año en todo el mundo (sobre todo en climas tropicales), y según desvela esta
semana una investigación arqueológica publicada en The Lancet, su origen podría
remontarse 6.200 años atrás, en una aldea de la antigua Mesopotamia.
La
infección por esquistosomiasis se contrae por contacto con agua contaminada,
donde el parásito -del que existen distintas especies- nada libremente hasta
que penetra en la piel del ser humano. Una vez que las larvas del esquistosoma
-liberadas por caracoles de agua dulce- han madurado, los gusanos adultos
migran hacia diversas partes del organismo, como la vejiga o los intestinos,
donde pueden causar desde infecciones, fallo renal, parálisis y otras
complicaciones como el cáncer de vejiga. La Organización Mundial de la Salud
(OMS) calcula que 230 millones de personas al año necesitan tratamiento por
esta enfermedad.
En
la III Reunión Científica de la Red de Investigación de Enfermedades Tropicales
(Ricet), celebrada esta semana en Madrid, los expertos en Medicina Tropical se
han hecho eco de la preocupación de los Centros Europeos de Control de las
Enfermedades (ECDC) por un brote que desde hace tres años ha afectado ya a 11
personas que se bañaron en el río Cavu, al sur de Francia.
Aunque
se sospecha que el parásito pudo haber llegado a esas latitudes a través de la
orina de algún inmigrante de origen africano que habría expulsado huevos de
Schistosoma haematobium, lo que preocupa de verdad a los especialistas es que
las larvas hayan sido capaces de sobrevivir al invierno europeo, con unas
temperaturas mucho más bajas que las de los climas tropicales en los que es
habitual. El tratamiento habitual de esta infección es el praziquantel (un
antiparasitario), aunque no es un remedio eficaz para los habitantes de las
zonas endémicas porque no es útil contra las reinfecciones.
Precisamente,
el trabajo que esta semana publica la revista británica señala que los humanos
podrían haber adquirido este parásito por primera vez hace 6.200 años, en una
aldea donde se empezaban a emplear métodos agrícolas en la cuna del río
Eúfrates.
Arqueólogos
de las universidades de Cambridge (Reino Unido), Chipre y Chicago (EEUU),
analizaron 26 momias en el poblado de Tell Zeidan, actualmente en territorio
sirio, y tomaron muestras de su zona pélvica, donde hubiesen estado en su
momento los intestinos o la vejiga. Los análisis mostraron restos del parásito
(coprolitos) en uno de los esqueletos, lo que supone una datación 1.000 años
anterior a la que hasta ahora se tenía por la primera muestra de
esquistosomiasis en humanos, y que se había hallado en una momia egipcia de
5.000 años de antigüedad.
El
doctor Piers Mitchell, especialista de la Universidad de Cambridge y uno de los
autores del hallazgo, considera que aquel individuo milenario pudo haber
entrado en contacto por primera vez con las larvas de esquistosoma debido a las
técnicas de irrigación agrícola que se introdujeron en Mesopotamia hace 7.500
años para mejorar el rendimiento de las cosechas. "Los parásitos pasan la
mayor parte de su ciclo vital en el organismo de caracoles que residen en aguas
dulces, hasta que son expulsados y tienen la ocasión de penetrar en la piel del
ser humano que nada en estas aguas".
A
su juicio, los sistemas de distribución del agua que estrenó la civilización
mesopotama podrían considerarse el primer ejemplo de cómo una tecnología con el
sello humano facilitó el origen de un brote que ha afectado a millones de
personas en estos 6.000 años de historia. "La esquistosomiasis se ha
vuelto más y más prevalente con el tiempo y supone en la actualidad una enorme
carga, con 200 millones de personas afectadas que sufren anemia y ven muy
mermada su capacidad productiva", apunta.
Alerta
europea
Santiago
Mas-Comas es el coordinador del Comité Europeo de Respuesta Rápida ante
Enfermedades Parasitarias y trabaja ya junto a la Organización Mundial de la
Salud (OMS) y los ECDC para preparar una respuesta conjunta en países como
España, Francia, Italia o Portugal ante la posible aparición de casos de
esquistosomiasis -la segunda enfermedad parasitaria en número de casos por
detrás de la malaria-. "En estos países el caracol que hace de vector del
parásito está ampliamente extendido y además hay una amplia población de origen
africano", explica a EL MUNDO este catedrático de la Universidad de
Valencia, especialista en parásitos. A su juicio, esta respuesta rápida es
clave para ver las posibles zonas de riesgo y alertar a la comunidad médica,
porque a menudo el diagnóstico de esta parasitosis puede pasar despercibido,
"sobre todo si el individuo responde que no ha estado recientemente en
África, como ha ocurrido en los 11 casos de Córcega". A juicio del
profesor Mas-Comas, lo ocurrido con esta enfermedad tropical es una importante
llamada de atención sobre los efectos del cambio climático en la salud, y com
la subida de las temperaturas puede tener efectos insospechados en la salud.
"Esto es una llamada de atención, tenemos que meter el cambio climático en
la agenda política ya", apunta.
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