En
2012, casi 30 millones de europeos probaron el cigarrillo electrónico. La
mayoría de ellos tenía entre 15 y 24 años, eran fumadores de más de 20
cigarrillos (tradicionales) al día y habían intentando dejarlo al menos una vez
en el último año. Ése es el perfil del usuario del 'e-cigar' que dibuja un
artículo en la revista Tobacco Control después de analizar los datos de más de
26.000 ciudadanos de 27 países europeos, entre ellos España.
Con
los datos del Eurobarómetro 2102, un equipo integrado por científicos de la
Universidad de Creta (Grecia), el Imperial College de Londres (Reino Unido) y
la Universidad de Harvard (EEUU) acaba de elaborar uno de los mapas más
detallados del vapeo en el continente. Y como ellos mismos defienden, sus
conclusiones tienen importantes implicaciones de cara a trazar las políticas de
salud pública en torno al cigarrillo electrónico en los próximos años.
Como
Constantine Vardavas y sus colegas subrayan en este documento, más del 20% de
los europeos respondió que había probado el cigarrillo electrónico, aunque la
encuesta no permite definir con qué frecuencia o durante cuánto tiempo en los
12 meses previos. Desglosando los datos por países, España es uno de los estados
con una tasa más baja de vapeadores, con un 10,9%, muy por debajo de los países
con más usuarios de los e-cigarrillos (como la República Checa, 34,3%; Bulgaria
y Polonia, 31%; Luxemburgo, 28% o Francia, 22,6%).
España
es también uno de los países donde el número de personas que considera que
estos dispositivos electrónicos con peligrosos para la salud (48,9%), por
encima de la media europea, situada en el 40,6%. Aunque como recuerdan los
investigadores, conocer sus riesgos no parece ser un impedimento para probar
los e-cigars.
Debido
al alto porcentaje de estos dispositivos de nicotina inhalada que son fumadores
de tabaco tradicional (20%, frente al 1% de no fumadores), los especialistas en
salud pública consideran que muchos europeos están experimentando con el vapeo
como un camino para intentar dejar de fumar, pese a que el uso de los
cigarrillos electrónicos con este fin no está demostrado científicamente. De
hecho, aquellos fumadores que habían intentado dejar su hábito en el último año
tenían el doble de probabilidades de haber probado la nicotina líquida que los
que no habían intentado dejarlo.
Según
Francisco Rodríguez Lozano, presidente del Comité Nacional de Prevención de
Tabaquismo (CNPT), este uso de los vapeadores por parte de quienes están
intentando dejar de fumar no es sorprendente, "porque muchos pensaron
inicialmente que podía servir, y que era menos tóxico que el tabaco". Sin
embargo, asegura, la información que han divulgado los médicos y la falta de
estudios que demuestre que el vapeo es superior a otros métodos, como los
parches o los chicles de nicotina, "ha hecho que no cuaje" en nuestro
país.
A
esto se suma que la OMS sigue aconsejando que no se usen los cigarrillos
electrónicos para dejar de fumar y la legislación que prohíbe su uso a menores
y en sitios públicos, así como las limitaciones a la publicidad, "por lo
que después de unos años de boom, en España estamos viviendo un cierto
decrecimiento, lo que coincide con los datos que da este estudio", apunta
Rodríguez Lozano. A su juicio, además de todo esto, el trabajo insiste en que
"hay que investigar mucho más para poder regularlos y establecer
claramente si pueden servir para algo o no".
Los
propios autores del citado trabajo piden más investigación en este campo y
reconocen que existen voces divididas, entre quienes consideran que el
cigarrillo electrónico tiene menos riesgos para la salud y, al menos a nivel
individual, ese cambio puede ser positivo; y quienes temen que el gesto de fumar
nicotina líquida pueda volver a normalizar socialmente el gesto de fumar.
La
normalización de fumar que está logrando el vapeo puede ser especialmente
dañina entre los jóvenes, principal nicho de mercado del vapeo, según el mismo
estudio, que recuerda que se desconocen con exactitud los riesgos para la salud
de inhalar algunos de los ingredientes del vapeo (incluida la nicotina).
De
hecho, otro estudio estadounidense en la misma revista alerta de la facilidad
con la que nuevas marcas y tipos de cigarrillos electrónicos se venden por
Internet cada mes, y que eleva hasta más de 200 el número de sabores
disponibles. Aunque algunas de estas marcas de venta on line, que representan
entre el 30% y el 50% del mercado del vapeo y escapan en muchas ocasiones a la regulación,
sí indican claramente sus ingredientes, los investigadores recuerdan que esto
no es así en todos los casos.
Este
segundo trabajo -publicado también en Tobacco Control- lleva la firma de
Madeleine Lee y su equipo de la Universidad de San Diego (EEUU), que calculan
10 nuevas marcas y 240 sabores nuevos llegan a la Red cada mes. Y aunque la
agencia estadounidense del medicamento (FDA) prohíbe la venta de estos
productos a menores (como ocurre en Europa), los e-cigarrillos de venta on line
pueden escapar fácilmente a esta prohibición. Sólo en EEUU se calcula que el
mercado de los vapeadores mueve un negocio en torno a los 2.000 millones de
dólares y, como sus colegas europeos, advierten de que esta realidad supone un
verdadero reto para las autoridades reguladoras que tendrán que aclarar cuanto
antes todas las cuestiones aún pendientes en torno a su seguridad y posible
eficacia para dejar de fumar.
En
este sentido, Carlos Jiménez, director del programa de investigación de
tabaquismo de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR),
lamenta que "la regulación haya excluido la consideración de los
cigarrillos electrónicos como medicamentos". Esa posibilidad, explica,
hubiera permitido la posibilidad de realizar ensayos clínicos que realmente
aclararan el debate y hubiera exigido a los fabricantes que en todos los
procesos implicados "se cumplieran las estrictas normas que deben cumplir
los medicamentos".
Para
Jiménez, las compañías fabricantes están siguiendo la senda marcada por las tabaqueras
hace décadas, con el objetivo de que "el cigarrillo electrónico sea el
negocio del futuro" en el primer mundo, mientras que "los cigarrillos
manufacturados lo sigan siendo en los países en vías de desarrollo".
Como
pasó con el tabaco convencional, señala, "los efectos no se verán más que
a largo plazo", por lo que "es fundamental el control de estos
productos desde un punto de vista sanitario", concluye.
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