¿En
una sociedad industrializada y tecnológica como la actual tiene algún sentido
retroceder en el tiempo e imitar el estilo de vida de nuestros ancestros? Según
la paleodieta, sí. La explicación se debe a que durante ese periodo hemos
vivido el 95 por ciento del tiempo que llevamos existiendo como especie. Es
decir, nuestro código genético que en dos millones de años de evolución tan
sólo se ha modificado un uno por ciento, se gestó durante ese periodo. David
Vargas, especialista en psiconeuroinmunología clínica, la paleodieta «no es una
dieta. Se trata de una corriente de investigación que empezó en los años 80
donde se empezaron a estudiar las poblaciones recolectoras que no habían
sufrido la revolución neolítica con la consiguiente aparición de nutrientes
como los cereales, las legumbres y los lácteos, así como los alimentos
procesados e industriales. Se vio que el aumento del perímetro de la cintura,
tan habitual en nuestra sociedad, no tenía lugar mientras que los índices de
grasa corporal y masa muscular eran mucho más saludables que ahora».
Sin
embargo, las reacciones a este modelo alimentario no se han hecho esperar.
Assumpta Caixàs Pedragós, coordinadora del Grupo de Obesidad de la Sociedad
Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), aclara que «Pretender volver a
este tipo de dieta, no tiene sentido. En el Paleolítico, se comía cuando había
comida, cuando se había hecho una buena caza o se habían encontrado frutos. La
dieta debe ser variada, debe contener no sólo los alimentos que aboga la dieta
Paleolítica (proteínas de origen animal, frutas y verduras), pero además
también debe contener legumbres, arroz y cereales (alimentos prohibidos por
este tipo de dieta) porque son saludables. Eso sí, mejor de grano entero porque
contienen más proteínas y fibra. La leche (1-2 raciones al día), no hace ningún
mal y es una buena fuente de calcio. Sin embargo, sí estoy de acuerdo de que no
se debe abusar del aceite y los azúcares refinados».
Imprescindibles
Ante
la supresión de carbohidratos presentes en el arroz, la pasta o las patatas,
Vargas sostiene que «en ningún caso se eliminan los hidratos de carbono porque
son imprescindibles, sólo que se escogen aquellos de procedencia natural como
frutas, verduras, raíces y tubérculos. Incluso, deben suponer entre un 20-50
por ciento de la calorías totales, según las necesidades de la persona». Otro
pilar fundamental en este modelo alimentario son las proteínas animales
presentes en huevos, pescado, marisco y carne. Sin embargo, no todas son igual
de válidas. Según Vargas, «la proteína y la grasa que contengan depende de la
salud del animal. Lo que tiene impacto para la salud es que el animal se haya
movido porque presentan unos porcentajes de grasa y músculo óptimos, además de
un valor biológico mucho mejor y con una mayor presencia de ácidos grasos
poliinsaturados y menos monoinsaturados. La industrialización de la ganadería
ha provocado un empeoramiento de la calidad de las carnes en general debido al
uso de pienso transgénico, antibióticos u hormonas para aumentar su volumen».
La
dieta paleolítica también sigue, aunque no es imprescindible, el número de
comidas que hay que hacer al día. A diferencia de las cinco recomendadas por la
mayoría de los profesionales de la salud, tres principales y dos tentempiés,
este modelo alimentario se centra en tres. «Se ha visto que es recomendable
pasar entre 4 y 6 horas entre cada comida con la barriga descansando para que
el aparato digestivo pueda tener funciones de anti envejecimiento», sostiene
Vargas.
Más
que beneficios, los expertos consideran que estamos ante una dieta más que se
ha puesto de moda. Según Elena Pérez Montero, nutricionista del Hospital
Universitario Quirón Madrid, «la paleodieta entra dentro del grupo de dietas
hiperproteicas en las que está documentado que producen alteraciones renales,
hepáticas y cardiovasculares. En la última reunión de la Asociación Americana
de Diabetes, celebrada recientemente, se ha explicado que las dietas que mejor
funcionan son las isocalóricas en las que no existe una disminución acusada de
calorías, con un control en el consumo de azúcares y un incremento de la
ingesta de fibra». Esta misma opinión la comparte Caixás, quien añade que
«puede llegar a comprometer la salud por el hecho de que incita a la ingesta de
demasiada proporción de proteínas y grasas (representa un 30 por ciento de
proteínas, 35 por ciento de grasas y 35 por ciento de hidratos de carbono). No
es más que una dieta de moda y no tiene más beneficios que la dieta
mediterránea estándar».
Límites
Precisamente,
continúa Pérez, «al limitar el número de alimentos que se ingieren se reduce la
variedad en la dieta, un hecho que puede comprometer los niveles de vitaminas y
minerales. Además, esta clase de dieta no es adaptable a personas con cualquier
patología». Incluso, desde la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU),
advierten de que «el fundamento científico de la paleodieta no se sostiene.
Consideramos que es una dieta desequilibrada y no exenta de riesgos para la
salud, ya que se trata de una dieta hiperproteíca que excluye alimentos básicos
como los cereales, las legumbres o los lácteos». Sobre estas mismas razones la
Asociación Española de Dietistas-Nutricionistas ha criticado la paleodieta.
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