Ni
el acto sexual quema tantas calorías, ni la lactancia materna protege frente a
la obesidad. La obesidad está llena de mitos y falsas creencias. Mitos que son
alimentados por la población general, los medios de comunicación, los
organismos oficiales e incluso por algunos médicos y científicos y que hacen
que, en muchas ocasiones, las políticas diseñadas para combatir esta epidemia
del siglo XXI están mal diseñadas.
Un
artículo publicado en The New England Journal of Medicine repasa algunos de los
mitos más aceptados por la sociedad y sobre los que no hay ninguna evidencia
científica, sino más bien todo lo contrario, pero también recoge algunas
creencias sobre la obesidad, y por su supuesto cómo adelgazar, sobre las que
tampoco hay pruebas suficientes como para que sustenten políticas de prevención
de la obesidad. Esto, subrayan los autores del artículo, de la Universidad de
Alabama, en Birmingham (EE.UU.), es especialmente importante porque las políticas
para luchar contra esta plaga debe estar diseñadas a partir de evidencias científicas
y no en creencias.
La
comunidad científica reconoce que los estudios aleatorizados ofrecen la mejor
forma de refutar una relación causa-efecto; sin embargo, desde que en 1960, Sir
Austin, demostrara la relación causal entre el tabaco y el cáncer de pulmón, se
asumió que en determinadas circunstancias -cuando no sea ético o factible
realizar un estudio aleatorio- se podría inferir la causalidad aunque hubiera
ausencia de datos de estudios aleatorias. Ahora bien, señala David Allison,
coordinador del estudio, el problema viene cuando, por causas diversas, se
presiona para que se aceptan suposiciones que no han sido demostradas científicamente.
Y esto, denuncia el artículo, es lo que ocurre muchas veces cuando se habla de
obesidad y de su prevención y tratamiento.
Los
7 mitos sobre la obesidad
1.
Pequeños cambios en la ingesta o en el gasto energético sostenidos en el tiempo
puede producir cambios en el peso a largo plazo.
Se
piensa que si se reduce la ingesta de calorías o se aumenta el gasto energético
al hacer más ejercicio de forma sostenida se logran cambios en el peso. Se
denomina la regla de las 3.500kcal; sin embargo, aunque sí es cierto que hay un
efecto sobre el peso, los estudios se llevaron a cabo en grupo muy determinado
de personas y durante un corto periodo de tiempo. Por ejemplo, mientras que la
norma 3500kcal predice que una persona que aumente el gasto energético diario a
100 Kcal. por caminar 1,6 Km. al día puede perder casi 23 kilos en 5 años, la pérdida
de peso real sería sólo de 4,5, y siempre suponiendo que no haya un aumento
compensatorio en la ingesta calórica.
2.
Objetivos realistas: Fijar metas realistas para bajar de peso es importante,
porque de lo contrario los pacientes se frustran y pierden menos peso.
Aunque
se trata de una hipótesis razonable, los datos científicos indican que no hay
ninguna asociación negativa entre ambiciosos objetivos y la finalización de un
programa para perder peso. De hecho, varios estudios han demostrado que las
metas más ambiciosas a veces se asocian con mejores resultados de pérdida de
peso.
3.
Tasa de Pérdida de Peso: Perder mucho peso de forma brusca se asocia con peores
resultados a largo plazo que hacerlo de forma gradual.
Un
reciente metanálisis que analizaba los efectos a largo plazo de dos dietas para
perder peso, una más agresiva y otra más leve y sostenida, mostró que los
resultados eran prácticamente iguales.
4.
Buena disposición ante la dieta: Es importante tener una buena actitud ante la
dieta para que los pacientes pierdan peso.
Una
buena disposición no predice el peso que se va a perder ni la adhesión a la
dieta, tanto en personas que se someten a un programa de adelgazamiento como en
aquellos que son tratados mediante cirugía de la obesidad. Así lo han
demostrado 5 estudios, con más de 3.900 participantes.
5.
Educación física: Las clases de educación física, tal y como se plantean
actualmente, desempeñan un papel importante en la prevención de la obesidad
infantil.
Desde
luego, dice el artículo, tal y como se han diseñado en EE.UU., no parecen
prevenir ni reducir la obesidad en los niños. Los resultados de tres estudios
muestran que, aunque se ha aumentado el número de horas de clase de educación física,
sus efectos en el índice de masa corporal han sido irrelevantes.
6.
Leche materna y obesidad. Dar el pecho protege frente a la obesidad.
La
Organización Mundial de la Salud (OMS) señala que los niños que son amamantados
tienen menos probabilidades de ser obesos. Sin embargo, los estudios sobre los
que se basa la recomendación de la OMS han sido acusados de sesgo. Por otra
parte, estudios con un mejor control de los factores de confusión (aquellos que
por ejemplo han incluido análisis de hermanos dentro de una misma familia) y
otro ensayo aleatorizado en el que se controló a más de 13.000 niños durante más
de 6 años no han aportado ninguna prueba convincente de un efecto beneficioso
de la lactancia materna sobre la obesidad. Pero, a pesar de que los datos
existentes indican que la lactancia materna no tiene efectos importantes contra
la obesidad en los niños, sí tiene otros importantes beneficios para el bebé y
la madre, por lo que debe fomentarse.
7.
Actividad sexual y gasto energético.
Al
contrario de lo que siempre se ha dicho, el sexo no adelgaza. Se cree que cada
vez que se realiza un acto sexual se consumen 100 y 300 Kcal.; sin embargo, está
demostrado que, como media, se gastan unas 21kcal, más o menos tres veces más
de lo que se gasta al estar sentado viendo la televisión.
El
artículo también señala algunas creencias sobre la obesidad que, no han sido probadas,
pero tampoco denostadas.
1.
El valor del desayuno: un buen desayuno protege contra la obesidad.
Se
cree que las personas que no desayuna, o lo hacen mal, son más propensas a ser
obesas; sin embargo, no hay datos que lo desmientan ni lo corroboren.
Comer
bien y hacer ejercicio durante la infancia puede, o no, proteger frente a la
obesidad. Los estudios sugieren que el genotipo es más determinante.
3.
El valor de las frutas y verduras.
Comer
mucha fruta y verdura ayuda a no engordar o perder peso, independientemente de
otros factores. Si bien es cierto que es saludable, no está demostrado que
ayude a perder peso (tampoco se niega).
4.
Cambios en el peso y mortalidad.
Cambios
bruscos en el peso, como la dieta yo-yo, se asocian con una mayor mortalidad.
Tampoco, dice el documento, hay estudios epidemiológicos que lo demuestren.
5.
Picar entre horas contribuye a ganar peso.
No
hay ningún estudio que haya encontrado relación entre picar entre horas y el
riesgo de obesidad.
6.
Medio Ambiente y obesidad.
Los
entornos urbanos, la disponibilidad de zonas verdes, etc., contribuyen a a la
obesidad. De acuerdo con una revisión sistemática, casi todos los estudios que
muestran la asociación entre el riesgo de obesidad y un entorno edificado han
sido observacionales. Además, no han demostrado asociaciones consistentes, por
lo que no se pueden sacar conclusiones.
Los
autores concluyen que los mitos y presunciones acerca de la obesidad descritos
son sólo una muestra de las numerosas creencias apoyadas por muchas personas,
incluyendo científicos, legisladores y periodistas, así como el público en
general. Sin embargo, hay datos sobre la obesidad sobre los que podemos estar
razonablemente seguros y sobre los que se deben basar las políticas de prevención
de la obesidad. Ahora bien, siempre debemos estar abiertos y honestos con el público
sobre el estado de nuestro conocimiento y el rigor debe ser el que nos guíe a
la hora de evaluar estrategias no probadas.
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