Aquellos
que aún tengan un trabajo, y sobre todo si éste es de oficina, sabrán lo
complicado que es compaginar el mantenerse en forma con estar sentado en la
silla ocho horas o más.
Sin
embargo, la ciencia no hace más que demostrar los beneficios de la actividad
física. Un estudio vuelve a recordar esta semana que, si lo que se quiere es
tener una vida realmente sana, no hay nada como buscarse al menos una o dos
horas al día y hacer ejercicio aunque sea de forma moderada.
A
esta conclusión han llegado Hans Saverlberg y sus colegas de la Universidad de
Maastricht (Países Bajos) en un artículo publicado en 'PLoS ONE' y que
reivindica, antes que las 'machacadas' de una hora de gimnasio o ejercicio
intenso, un ejercicio moderado durante más tiempo al día "ya que así se
consigue un mayor beneficio en la prevención de enfermedades como la diabetes o
la obesidad", afirma.
Luchar
contra la inactividad
El
ejemplo del trabajo es uno de los que Saverlberg comenta en las páginas de esta
publicación para intentar dilucidar el efecto de la vida sedentaria y de las
horas de ejercicio en los niveles de lípidos en sangre (colesterol malo
principalmente) y la insulina, todos ellos elementos que pueden ayudar a
identificar enfermedades metabólicas como la obesidad o la diabetes.
Los
investigadores dividieron en tres grupos a 18 voluntarios de hasta 25 años con
pesos normales y una dieta donde se controlaba la ingesta de calorías para que
fueran prácticamente iguales en todos ellos.
En
el primer grupo, se pidió a los participantes que estuvieran 14 horas sin
practicar ningún ejercicio: así les instruyeron para que estuvieran sentados o
se desplazaran en transporte. El segundo, por su parte, tenía que estar 13
horas sin hacer ejercicio y una practicándolo de forma intensa. El tercer
segmento cambiaba seis horas de sedentarismo por cuatro horas de estar de pie y
dos de estar andando, lo que sería una forma de practicar ejercicio de baja
intensidad.
"Mientras
que en el grupo más sedentario ya esperábamos que los resultados fueran los
peores, la noticia la encontramos entre aquellos que practicaban ejercicio
moderado", explica Saverlberg. En estos casos fue el segmento más activo,
aunque moderado, los que consiguieron mayores beneficios en su salud respecto a
los que realizaban una hora de ejercicio intenso. "En ambos grupos
encontramos una quema de glucosa a través del aumento de la cantidad de
insulina, así como una disminución del colesterol malo, pero era mucho más
evidente en aquellos que realizaban ejercicio más prolongado y menos
fuerte", señala este investigador.
Para
Saverlberg el resultado más llamativo es que "una hora de ejercicio físico
intenso y diario no puede compensar los efectos negativos, tanto en los niveles
de insulina como el de los lípidos, si se pasa el resto del día sentado",
concluye.
El
doctor Leandro Plaza, presidente de la Fundación Española del Corazón (FEC),
destaca la importancia de estos resultados en la gente sana. "Hasta la
fecha estaba comprobado que en aquellas personas afectadas ya por un episodio
de infarto u otro problema cardiovascular era necesario y mejor la práctica de
ejercicio moderado. Ahora, estos resultados demuestran que también da mejores
resultados en personas sanas, además de jóvenes", indica.
Aunque
este especialista no escatima la importancia en la insulina y los lípidos de
estar una hora practicando el deporte, considera más saludable buscar tiempo
para andar, mínimo, una hora al día. "Lo más importante es incidir en la
necesidad de que sea un ejercicio constante, no sólo de fines de semana. Mucha
gente que trabaja en oficinas se queja del poco tiempo para hacer esto, pero
nosotros siempre aconsejamos, por ejemplo, que se bajen dos paradas antes de su
trabajo y el último tramo lo hagan a pie. Además, el ejercicio también estimula
la producción de endorfinas por lo que tiene un efecto antidepresivo y si somos
capaces de estar un mes andando esta hora o algo más, luego será el propio
cuerpo el que nos lo pida y nos sentiremos mejor", afirma.
Respecto
a los más jóvenes, el doctor Plaza recuerda que en los países industrializados
es cada vez más habitual que se cambie el balón de juegos por el ordenador,
"los niños a partir de ocho años empiezan a sufrir problemas de obesidad,
y esto tendrá su efecto negativo cuando vayan siendo más adultos".
"Se han hecho estudios donde los videojuegos, el ordenador y la televisión
cada vez ocupan más el tiempo libre de los jóvenes, algo en lo que tienen mucho
que decir los padres y educadores: si a los niños entre ocho a 12 años se les
acostumbra a tener una vida activa, es mucho más fácil que ese hábito perdure
cuando sea mayor", asegura.
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