En
los últimos años, la ciencia ha identificado varios genes implicados en el
desarrollo de los trastornos del espectro autista.Desde entonces, numerosas
investigaciones están tratando de destapar también otros factores ambientales,
obstétricos o prenatales que estén igualmente relacionados con la aparición de
estos problemas del desarrollo.
Una
de las hipótesis más estudiadas tiene que ver con los efectos que el consumo de
folatos por parte de la madre puede ejercer sobre el futuro bebé. Una
investigación publicada esta semana en la revista 'The Journal of the American
Medical Association' ha analizado el tema en una muestra de más de 85.000 de
familias.
Según
sus datos, el consumo de ácido fólico antes y durante las primeras etapas del
embarazo se asocia con una reducción significativa del riesgo de autismo, si
bien los autores del trabajo reconocen que no han podido establecer una relación
causal entre los factores, por lo que es pronto para sacar conclusiones
definitivas al respecto.
En
muchos países -como España- se recomienda el consumo de suplementos de ácido fólico
entre las mujeres que están tratando de quedarse embarazadas o ya se encuentran
en las primeras etapas de la gestación, ya que se ha demostrado que esta
ingesta reduce el riesgo de que el niño padezca defectos del tubo neural.
"También
hay evidencias de que estos suplementos se asocian con un menor riesgo de
problemas del desarrollo en niños, como el retraso del lenguaje", comentan
los investigadores que, motivados por estos datos, decidieron analizar los
efectos sobre el autismo.
Para
ello, realizaron un seguimiento a 85.176 niños nacidos entre 2002 y 2008 y a
sus padres. Entre otras variables, analizaron si las madres habían tomado
suplementos alimenticios de ácido fólico durante el embarazo y si los pequeños
desarrollaban alguno de los trastornos del espectro autista.
Tras
el análisis, los investigadores encontraron que la incidencia de autismo -el más
grave de los trastornos de este espectro- era del 0,21% entre los descendientes
de madres que no habían tomado ácido fólico al menos cuatro semanas antes de su
embarazo y en las primeras ocho de la gestación. En cambio, entre aquellas que
sí lo habían hecho, el porcentaje se reducía al 0,10%.
Como
explica a ELMUNDO.es Mara Parellada, especialista en trastornos del espectro
autista del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, éste es quizás el estudio más
contundente sobre el efecto 'protector' del ácido fólico, "aunque se
combina con otras evidencias recientes en la misma línea, sobre el efecto que
pueden tener determinados eventos en etapas clave del desarollo cerebral
temprano".
Sin
embargo, añade, aunque se ha estudiado el papel de otros factores ambientales
(como la exposición a ciertos fármacos en el útero), no existe una única causa
detrás del autismo. "Hay múltiples factores que, combinados entre sí en
cada niño, aumentan un poco el riesgo. Es posible que alguno de ellos
desencadene una serie de alteraciones en cascada en niños con una cierta
vulnerabilidad genética", explica, "pero en el caso de los tóxicos
ambientales hay por el momento menos evidencias sobre su papel causal".
Pese
a tratarse de una relación significativa, los investigadores se muestran
cautelosos en sus conclusiones respecto al ácido fólico. "Nuestro estudio
no establece una relación causal, sino que proporciona un argumento para
replicar los análisis en otras muestras e investigar los factores genéticos y
mecanismos biológicos que podrían explicar esta asociación inversa".
De
la misma opinión se muestran los autores de un editorial que acompaña al
trabajo en la misma revista médica. "El hallazgo es alentador, pero es
importante confirmar los datos en otras poblaciones", señala.
La
hipótesis que habría que confirmar parte de la base de que el ácido fólico
tiene un papel preventivo debido a que su papel es clave en procesos celulares
básicos, como la replicación y síntesis del ADN.
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