Los
investigadores han evaluado durante mucho tiempo el papel que juegan los padres
en el desarrollo de sus hijos. Ahora, científicos de la Universidad de
Missouri-Columbia (en Estados Unidos) han constatado que la medida en que las
madres tratan de controlar el contenido y el ritmo del juego de sus hijos
pequeños varía en función de las edades de los niños y del origen étnico de las
madres.
Por
otra parte, el estudio ha revelado que cuanto mayor sea la tendencia de las
madres a controlar el juego de sus hijos, menos interconectados se sienten los
niños con ellas y mayor número de emociones negativas muestran los pequeños
hacia sus madres. Los resultados de esta investigación han aparecido publicados
en la revista Parenting: Science and Practice, informa Tendencias 21.
"Los
niños florecen cuando tienen oportunidades de tomar decisiones acerca de lo que
hacen, sobre todo en situaciones de juego", explica Jean Ispa, autora
principal del estudio y profesora de desarrollo humano y de estudios familiares
de la Universidad de Missouri-Columbia, en un comunicado de dicha Universidad.
"Las madres que son altamente controladoras no permiten ese tipo de
elección. En nuestro estudio, cuando los niños estaban jugando, las madres más
controladoras tomaban decisiones sobre cómo jugar, a qué jugar o el ritmo del
juego".
Por
ejemplo, durante el juego con su hijo, una madre demasiado controladora señala
a este que debe meter una vaca de juguete en un establo de plástico a través de
la puerta del establo, en lugar de a través de la ventana. O si un niño está
jugando con un juego de cocina, la madre no le deja tocar los quemadores de
juguete. A menudo, las mujeres piensan que este tipo de correcciones ayudan a
sus hijos, pero en realidad estas actitudes limitan la creatividad de los niños
y, posiblemente, hacen que a los niños no les guste estar con sus madres, añade
Ispa.
En
cuanto a las etnias estudiadas, en general se observó "que las madres
europeo-americanas eran menos controladoras que las madres afroamericanas y que
las mexicanas ", señala Ispa. "Cuando los niños tenían sólo un año de
edad, como media fueron las afroamericanas las madres más controladoras,
seguidas por las mexicanas y las europeo-americanas. A medida la edad de los
niños aumentaba, las madres de todos los grupos étnicos mostraron un menor
control sobre el juego de sus hijos".
El
cariño amortigua el exceso de control
En
las situaciones en que las madres se mostraron muy controladoras durante el
juego, los niños expresaron una relación menos positiva con ellas y otros
sentimientos negativos hacia sus madres, afirma Ispa. Los investigadores
también evaluaron lo cariñosas que eran las madres con sus hijos y se constató
que altos niveles de afectividad podían reducir los efectos negativos del
exceso de control.
"Incluso
si las madres eran muy controladoras, si además eran cariñosas, los efectos
negativos del exceso de control disminuían en todos los grupos étnicos
analizados", añade la investigadora. Por el contrario, "si las madres
eran demasiado críticas con sus hijos, estos efectos negativos
aumentaban".
Los
científicos recomiendan que, para favorecer el desarrollo de los hijos, las
madres les muestren afecto y apoyen sus juegos, limitando cuidadosamente sus
intervenciones en estos.
"Sabemos
que los niños, independientemente de la cultura, necesitan sentirse
amados", explica Ispa. "Los niños captan el sentido de lo que sus
madres intentan hacer, así que si una madre es muy controladora pero en general
es una persona muy cálida, el niño siente que ella lo hace todo porque se
preocupa por él, y que está tratando de hacer lo mejor para él. En cambio, si
esa afectividad no está presente, entonces el niño sentirá, simplemente, que la
madre está tratando de controlarlo y rechazará sus actitudes".
En
su investigación, Ispa y sus colaboradores utilizaron grabaciones en vídeo para
analizar a parejas de madres e hijos interactuando en entornos de juego cuando
los niños tenían 1, 2, 3 y 5 años. Las madres y niños analizados habían
participado en el estudio Early Head Start, un programa nacional diseñado para
ayudar al desarrollo cognitivo, social y emocional de los niños de familias de
bajos ingresos.
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