Un
estudio, publicado en la revista «Alcoholism: Clinical & Experimental
Research», indica que variaciones en el genoma producen una percepción más
intensa del sabor amargo, generando una aversión a ciertas bebidas alcohólicas
como la cerveza. Es decir, tenemos una predisposición que podría ser genética.
En
concreto, la investigación, liderada por Alissa Nolden, experta en ciencia de
los alimentos de la Universidad de Pensilvania (EE.UU.), indica que los
poliformismos -variaciones genéticas posibles en una población- en los
receptores del sabor amargo afectan a la intensidad con la que se perciben los
sabores.
«Cuando
las personas prueban el alcohol en el laboratorio, la cantidad de amargor que
experimentan difiere, lo que está relacionado con la versión del gen receptor
que posee cada individuo», explica John E. Hayes, director del Centro de
Evaluación Sensorial en la universidad estadounidense y otro de los autores.
Según
los autores, la sensación amarga podría ser un mecanismo de defensa del
organismo ante la ingesta de compuestos tóxicos encontrados en plantas. Aunque
las sensaciones que provocan los alimentos y las bebidas influyen en su
consumo, para los expertos esta predisposición genética no es determinante.
Aprender
a beber
«Puede
ser más fácil para algunas personas aprender a comer o beber ciertos alimentos
y bebidas, incluyendo alcohol. Pero el aprendizaje, la experiencia previa y el
medio ambiente también desempeñan un papel muy importante en las preferencias y
decisiones que tomamos», apuntan. Tal y como afirma a Sinc Nolden, «con la
exposición repetida, algunos individuos pueden aprender a disfrutar cierto
amargor en sus bebidas y comidas, como ocurre con el chocolate negro o el café».
Además
de los receptores del gusto implicados -TAS2R1 y TAS2R38-, este estudio indica
que el receptor del calor TPRV1 podría estar implicado también en la
preferencia por las bebidas alcohólicas. «Este gen es importante ya que el
alcohol provoca sensaciones de ardor, además del sabor amargo». Según subraya
Nolden, este receptor «es el encargado de percibir dolor cuando tocamos una
superficie caliente o comemos algo picante».
Adicción
Para
realizar el experimento, los investigadores dieron a probar diferentes
soluciones de alcohol a 93 participantes de raza blanca que tenían distintas
variaciones en los genes receptores estudiados. El objetivo fue analizar la
reacción de los receptores al alcohol puro ya que «las bebidas alcohólicas
contienen otras sustancias encargadas de activar el sabor y que pueden suprimir
su amargor».
Dado
que cada individuo posee un genotipo y este no se puede asignar aleatoriamente,
los investigadores concluyen que los resultados deben ser considerados
provisionales hasta que el estudio se realice en una muestra mayor.
Para
los autores, estas variaciones genéticas podrían utilizarse en la prevención
del riesgo de adicción de una persona que se expone por primera vez al alcohol.
Según Nolden, si se llegara a prever el consumo a través de la genética, «se
podrían realizar intervenciones personalizadas a individuos propensos en una
edad temprana».
Sin
embargo, para Russell Keast, investigador en la Universidad de Deakin
(Australia) y autor del trabajo, este estudio no tiene más alcance que la
asociación de ambas variables: los factores genéticos y la intensidad en la
percepción de ciertas características del alcohol. «El amargor puede
influenciar o no la toma de alcohol», sostiene Keast, quien apunta que serán
necesarias más investigaciones para evaluar si dichas variantes están
vinculadas con el consumo.
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