Los
últimos meses han registrado sendos casos de fracaso en la búsqueda de la cura
contra el VIH. En primer lugar, los dos pacientes seropositivos que, tras
recibir un trasplante de médula por padecer un linfoma, parecieron dejar de
necesitar antirretrovirales, aunque la esperanza se diluyó al poco tiempo. En
segundo, el aparente milagro del bebé de Mississippi, que también quedó en
aparente milagro. La niña, curada tras la aplicación de una terapia antirretroviral
a altas dosis tan solo 30 horas después de su nacimiento, volvió a mostrar
infección dos años después de la interrupción del tratamiento.
Aunque
los expertos insisten en que se trata de fracasos lógicos y esperados (lo
llamativo eran las aparentes victorias), un artículo publicado recientemente en
Science apunta a un dato que podría modificar el curso de la infección.
Los
autores, el matrimonio formado por Janet y Robert Siliciano, son figuras
importantes en la lucha contra el VIH. En concreto, él es considerado el padre
del hallazgo que modificó el conocimiento que se tenía sobre la forma de actuar
del virus, ya que descubrió que este se escondía latente en remotos reservorios
del organismo y que ahí residía precisamente la incapacidad para destruirlo.
El
artículo, titulado El redespertar de la infección por VIH, se pregunta qué
información ofrece el caso del bebé estadounidense que se pueda aprovechar en
la búsqueda de la cura de la infección por VIH.
Y
la respuesta es esperanzadora y sorprendente al mismo tiempo: para los
Siliciano, estos recientes casos proponen un reto para los investigadores, que
no es otro que medir de forma adecuada el reservorio latente. Es algo que ya se
hace, utilizando un test denominado QVOA por lo que, subrayan, el problema no
está en desarrollar una prueba con sensibilidad específica.
La
limitación, escriben, es la muestra de tejido que se estudia, debido a que las
células latentes se pueden esconder en cualquier parte del cuerpo.
Pero,
de conseguir superarse dicha limitación, las consecuencias podrían ser muy
positivas para los pacientes.
De
hecho, se podría recuperar un concepto abandonado por mucho tiempo, el de las
vacaciones terapéuticas: la posibilidad (solo en algunos pacientes) de
interrumpir el tratamiento antirretroviral por temporadas y volver a
prescribirlo cuando el reservorio volviera a ponerse en marcha.
Pero,
antes de lanzar las campanas al vuelo, los autores advierten: habría que
encontrar tratamientos específicos que produjeran reducciones espectaculares,
es decir, multilogarítimicas, del reservorio latente.
Solo
en ese caso, puntualizan, "los pacientes podrían interrumpir su terapia y
mantenerse libres de virus durante meses o años" aunque, advierten, el
resurgimiento "podría ocurrir de forma repentina e impredecible".
"Aunque
el tiempo transcurrido hasta dicha recaída se incrementará según aumente la
reducción del reservorio, se puede esperar un gran variación de un paciente a
otro", teorizan los Siliciano. Por esta razón, y siempre en ese hipotético
escenario, los autores aseguran que el control de la viremia tendría que ser
frecuente "durante largos periodos de tiempo".
"Es
mucho más probable que logremos conseguir reducciones parciales, que nos permitirían
un tiempo prolongado, aunque de duración indeterminada, sin tratamiento, que
eliminar todas las células infectadas latentes", concluyen los autores,
que afirman que no es demasiado pronto para empezar a planear cómo manejarse en
este nuevo escenario de tratamiento del VIH.
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