jueves, 3 de enero de 2013

Un inesperado método para medir la presión intracraneal


El dispositivo es un efectivo sistema de aviso temprano para pacientes en fase de recuperación que hayan sufrido algún daño en la cabeza o algún tipo de cirugía cerebral, según ha informado la Agencia Espacial Europea en un comunicado.
Al igual que con la presión de la sangre, nuestro cuerpo controla la presión del fluido que rodea al cerebro para amortiguarlo con respecto al cráneo.
Cuando los astronautas están en órbita, es su sistema de control de presión corporal el que regula la acumulación de fluidos, por lo que las agencias espaciales están muy interesadas en comprender cómo funciona y cómo se adapta a la ausencia de gravedad.
Monitorizar la 'presión intracraneal' no es sencillo - existen muchas técnicas, pero son complejas, invasivas y requieren de operación.
En 1994, Paul Avan, de la Universidad de Auvergne, en Clermont-Ferrand (Francia), investigó la posibilidad de medir los cambios en la presión mirando en una zona conectada que no fuera la zona intracraneal: la presión del oído interno.
Desarrolló un dispositivo que emite sonidos hacia el interior del oído y registra el eco con el fin de calcular el cambio en la presión que se da entre lecturas.
Paul estaba trabajando en este sistema para medir la presión intracraneal cuando la agencia espacial francesa, la CNES, le pidió que la utilizara en un vuelo parabólico que permaneció durante 22 segundos en ingravidez.
Tras este comienzo prometedor, fue mejorado durante un estudio de reposo (bedresten inglés) de la ESA organizado el año pasado junto con el Centro Aeroespacial Alemán DLR.
"La ayuda de la ESA fue fundamental para impulsar este sistema y hacerlo más pequeño", afirma Paul.
El resultado es un ordenador del tamaño de un disco duro portátil que produce y analiza el sonido y puede utilizarse incluso en entornos ruidosos como la sala de urgencias de un hospital.
El dispositivo seguirá probándose a lo largo del año 2013 en la base internacional de investigación Concordia, en la Antártida. En un experimento patrocinado por la ESA, los miembros del equipo medirán los cambios de presión en sus cráneos mientras vivan en esta base aislada, situada a 3.200 metros de altitud.
Igual que los astronautas en el espacio, los equipos que viven en Concordia sufren de dolores de cabeza debido al intenso estrés y a la falta de sueño. Estudiar la presión intracraneal ofrecerá claves sobre cómo combatir el dolor y, en última instancia, ayudar a la gente en regiones más habitables del planeta Tierra que sufren este tipo de dolencias.
Paul concluye afirmando que "si funciona en Concordia, funcionará en cualquier sitio".

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