Cuando
llega la noche, se encienden las luces en casa, y mientras la televisión emite
sus imágenes en 'prime time' usted consulta Twitter con el móvil. Al acostarse,
aún navega un rato con el iPad antes de apagar la luz. Seguramente esta imagen,
rutinaria en muchos hogares, puede tener consecuencias en nuestro estado de
ánimo tal y como acaba de demostrar un trabajo publicado en la revista
'Nature'.
El
estudio, llevado a cabo con ratones, demuestra que exponerse a luz brillante
durante la noche, puede tener repercusiones negativas en el estado de ánimo y
en la capacidad de aprendizaje.
El
equipo dirigido por Samer Hattar, de la Universidad Johns Hopkins (EEUU),
sometió a los roedores a un ciclo aberrante de luz y oscuridad: tres horas y
media iluminados, seguidas de otras tres horas y media de oscuridad.
Estos
ciclos aberrantes tuvieron repercusiones en el estado de ánimo de los animales,
con patrones que indicaban un trastorno depresivo (estaban apáticos, sin
moverse, sin interés por el azúcar), pero que además repercutía negativamente
en su capacidad para aprender nuevas cosas.
Es
cierto, admite Hattar, que el estudio está realizado en ratones, pero insiste
en sus similitudes con los humanos en muchos sentidos. En este caso,
concretamente, la alteración neurológica provocada por la luz nocturna tiene
que ver con unas células situadas en la retina (las llamadas células
ganglionares retinales fotosensibles).
Cuando
estas células se activan por culpa de una luz brillante, repercuten
directamente sobre el centro cerebral que controla nuestro estado de ánimo,
concluyen los investigadores, independientemente de las horas de sueño que
durmieran los ratones. Los investigadores también observaron elevados niveles
de la hormona del estrés (cortisol) por culpa de la luz brillante cada 3,5
horas.
En
una nota de prensa, Hattar insiste en que no se trata de estar completamente a
oscuras en casa por la noche, pero sí recomienda apagar algunas luces intensas.
A su juicio, es importante que al menos seamos conscientes del efecto que puede
tener en nuestro organismo la exposición a luces brillantes durante las horas
de penumbra y que se ha convertido en una rutina en nuestras vidas.
La
relación de la luz con los estados de ánimo es una vieja conocida de los
científicos y, de hecho, la llegada del invierno con sus menos horas de luz
suele provocar estados de ánimo melancólicos. Sin embargo, como señala en un
comentario en la misma revista Lisa Monteggia, de la Universidad de Texas
Southwestern, los circuitos neuronales implicados en esta relación no son bien
conocidos.
Hasta
ahora, prosigue, la teoría más extendida era que la falta de sueño y la
desregulación de nuestro reloj interno (por ejemplo, en trabajadores del turno
de noche) podía ser el principal motivo. Sin embargo, añade, todo indica que
una exposición anómala a la luz 'a deshoras' puede tener una repercusión
directa en nuestro cerebro, independientemente del ritmo circadiano y de otros
trastornos del sueño. De hecho, concluye, habrá que seguir indagando el papel de
las células sensibles de la retina en la aparición de depresión y otros
trastornos de ánimo.
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