miércoles, 7 de noviembre de 2012

Reprogramar los desfibriladores reduce la mortalidad en cardiopatías



Un pequeño cambio en la programación de los desfibriladores, dispositivos diseñados para detectar y corregir ritmos cardíacos anómalos, puede mejorar sus prestaciones y ayudar a las personas con enfermedad cardíaca a vivir más y con una mejor calidad de vida de lo que lo hacen ahora.

El ensayo MADIT-RIT, dirigido por Arthur J. Moss, de la Universidad de Rochester (EE.UU.), y publicado en The England Journal of Medicine (NEJM), sugiere que con este pequeño cambio en la frecuencia cardíaca del dispositivo se evitaría entre un 80% a 90% de las terapias inapropiadas, como las descargas potencialmente dolorosas que provocan ansiedad ante ritmos cardíacos anómalos pero que no son peligrosos ni potencialmente mortales. Y, para sorpresa de los autores, la nueva programación del desfibrilador también aumentaba significativamente la supervivencia, al reducir el riesgo de muerte en un 55 por ciento en comparación con los pacientes cuyos dispositivos utilizaban una programación tradicional.

«La forma en la que hemos estado utilizando los desfibriladores implantables en los últimos 20 años ha sido realmente poco óptima», explica. Y añade: «la nueva programación no sólo reducía la mortalidad, sino también el uso de terapias inapropiadas»

Arritimias

Los desfibriladores automáticos implantables son muy eficaces en la prevención de la mortalidad en pacientes con riesgo de arritmia cardiaca y muerte súbita , incluyendo a las personas que han sufrido un ataque al corazón. Sólo en EE.UU. se implantan cada año unos 200.000; la cifra en España, según datos del Registro Español de Desfibrilador Automático Implantable, es de más de 4.600 al año.

Pero, según un estudio realizado en 2008 y publicado en The Journal of the American College of Cardiology, aproximadamente entre un 20 y un 25 por ciento de la terapia con desfibriladores es inadecuada, y puede suponer un peligro para los pacientes. Y una revisión más reciente de más de 45 estudios encontró que la angustia emocional es relativamente común entre los pacientes: entre el 11 y el 28% tenía algún tipo de depresión y entre el 11 y el 26% trastorno de ansiedad.

El trabajo de Moss, patrocinado por Boston Scientific, trataba de determinar si diferentes maneras de establecer el dispositivo -un proceso complejo realizado por un especialista en el ritmo cardíaco antes de la implantación del dispositivo en el pecho de un paciente - podría reducir la aparición de una terapia inadecuada.

Los expertos recogieron datos de 1.500 pacientes en 98 centros hospitalarios en los Estados Unidos, Canadá, Europa, Israel y Japón. Todos los pacientes tenían enfermedad cardíaca y eran portadores de un desfibrilador.

Aumentar la frecuencia

Moss explica que hoy día la mayoría de los desfibriladores se programan para iniciar la terapia cuando la frecuencia cardíaca es superior los 170 latidos por minuto, aunque matiza que los ritmos de 180 o 190 no siempre son peligrosos, ya que suelen ser de corta duración y podrían estar relacionados con una mayor actividad. Desafortunadamente, dice Moss, los desfibriladores no son muy buenos a la hora de distinguir entre los ritmos «malignas» y  no perjudiciales.

Según Moss, programar el dispositivo para ritmos mayores a los 200 latidos por minuto reduciría el riesgo de experimentar una terapia inadecuada, además de disminuir la mortalidad. En este sentido, Moss señala que «hay investigaciones que sugieren que se produce un pequeño daño al músculo del corazón con cada descarga. Por eso -subraya-, si podemos eliminar las perturbaciones innecesarias, tendremos menos daño cardíaco y mejores resultados».

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