Una
mujer de 56 años se realiza una mamografía como le recomiendan cada dos años
las autoridades de su comunidad autónoma. Esta vez, la prueba ha detectado un
tumor en estadios iniciales. Se lo quitan, le dan radioterapia para evitar que
el cáncer regrese y comienza revisiones más frecuentes durante unos años para
poder 'pillar' a tiempo cualquier anomalía. Ha tenido suerte, la mamografía le
ha salvado la vida. ¿O le han sobrediagnosticado una enfermedad que nunca
hubiese dado la cara si no se hubiese hecho la mamografía?
Éste
es el eterno debate que rodea a esta prueba de imagen: ¿Cuál es su balance
entre los beneficios -en forma de vidas salvadas al cáncer- y el riesgo del
sobrediagnóstico? Periódicamente, desde que la mamografía se instauró como
prueba para detectar precozmente el cáncer de mama hace ya tres décadas (en
España algo menos), estudios de diversa índole analizan las dos caras de la
balanza.
En
esta ocasión, un estudio en la revista 'The New England Journal of Medicine'
(NEJM) señala que aproximadamente uno de cada tres tumores 'pillados' con la
mamografía nunca hubiese prograsado hacia un cáncer clínicamente significativo.
Esto supone nada menos que 1,3 millones de mujeres sobrediagnosticadas en EEUU,
según las conclusiones que firman Archie Bleyer y Gilbert Welch, de las
universidades de Texas y Hanover (en EEUU y Alemania, respectivamente).
El
problema, como reconocen todos los especialistas, es que hoy por hoy no hay
manera de saber qué tumores de esos que se ven en la mamografía van a progresar
hacia una enfermedad; y la opinión más generalizada defiende que la prueba ha
logrado reducir la mortalidad por cáncer de mama precisamente porque la
identifica en sus estadios más precoces, cuando las tasas de curación son
mayores.
"El
problema del sobrediagnóstico es algo que ya estudiamos nosotros hace 20 años",
indica Nieves Ascunce, responsable del programa de cribado de cáncer de mama en
Navarra, comunidad pionera en nuestro país. "La prueba ha logrado reducir
la mortalidad, pero hay que pagar un precio", admite. A su juicio, este
tipo de debates son positivos y refuerzan un concepto en alza, como es la
participación informada; que la mujer conozca las dos caras de la moneda.
"Si me lo encuentran y era un tumor agresivo, me habrán salvado la
vida"; si era un cáncer destinado a no progresar, la paciente pasará
innecesariamente por el quirófano para que le quiten el bulto. "El susto
no te lo quita nadie, pero hoy por hoy podemos decir que compensa".
La
misma opinión comparte la doctora Marina Álvarez Benito, presidenta de la
Sociedad Española de Diagnóstico por Imagen de la Mama (SEDIM). "Los
estudios que se han realizado en España y en Europa, donde se invita a la
población a participar, indican un sobrediagnóstico del 5%-6%, mientras que la
reducción de la mortalidad por cáncer de mama es de al menos el 20%".
El
estudio del NEJM atribuye la reducción en las muertes por cáncer de mama que se
han logrado en las últimas décadas a las mejoras obtenidas en los tratamientos;
una conclusión que ha puesto en duda el propio Colegio Americano de Radiología.
Como añade la doctora Álvarez Benito: "el tratamiento del cáncer de mama
es más caro y menos eficaz cuando la enfermedad se detecta en fases avanzadas;
de hecho, la mortalidad en estas pacientes apenas se ha reducido".
Lo
que sí es un 'riesgo', como subraya Nieves Ascunce, es realizar la prueba sin
un adecuado control de calidad y con programas poblacionales mal organizados.
Hoy por hoy, lo que la evidencia demuestra -y se cumple en la mayoría de las
comunidades autónomas- es que la mamografía logra reducir la mortalidad si se
realiza a mujeres entre 50 y 69 años cada dos años. Ni por debajo de esa edad ni
con una frecuencia superior (salvo en casos individuales en función de su
riesgo personal) la prueba es eficaz.
En
este sentido, la presidenta de SEDIM ha vuelto a reiterar su convencimiento de
que la comisión del Ministerio de Sanidad que está evaluando la cartera básica
de servicios no recortará la prestación actual en materia de mamografías.
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