Las
crisis económicas no sólo dañan al bolsillo y los derechos de los ciudadanos.
En épocas de recesión también sufre la salud, como bien han constatado
investigaciones realizadas tras el 'crack' del 29 o el 'batacazo' energético de
los años 70.
Hasta
el momento, se sabía que la incertidumbre, el estrés y el miedo que se viven en
estas situaciones es capaz de mermar la salud mental, provocar alteraciones
psicosomáticas e, incluso, dañar el corazón de quien las padece. Sin embargo,
la mayoría de estos estudios se circunscribían a un momento puntual en la
historia, centrándose en los años más críticos.
Ahora,
una nueva investigación avanza un poco más en ese camino y analiza cómo afecta
la inestabilidad laboral prolongada a la salud cardiaca. Según sus datos, una
vida de desempleo y precariedad en el trabajo aumenta más que
significativamente el riesgo de infarto.
Según
los autores de este trabajo, dirigidos por Matthew Dupre, de la Universidad de Duke
(EEUU), perder una vez el trabajo ya eleva de forma considerable las
posibilidades de sufrir un ataque al corazón, especialmente durante el primer
año de desempleo (un 35% más). Pero, si esta situación se prolonga en el tiempo
o se repite múltiples veces a lo largo de una trayectoria profesional, el
riesgo de que el corazón se colapse se dispara aún más (hasta el 63%).
"Hemos
detectado que el riesgo de infarto asociado a múltiples despidos laborales es
de una magnitud similar a la de otros factores de riesgo tradicionales, como el
tabaquismo, la diabetes mellitus o la hipertensión", señalan los
investigadores en la revista 'Archives of Internal Medicine'.
Un
efecto acumulativo
Estos
científicos realizaron un seguimiento a 13.451 estadounidenses de edades
comprendidas entre los 51 y los 75 años. Entre otras variables, analizaron su
vida laboral entre 1992 y 2010 y comprobaron hasta qué punto había sufrido su
salud cardiaca en ese tiempo.
Las
conclusiones fueron claras. Los infartos eran significativamente más altos
entre los parados y se daba un efecto 'acumulativo'; es decir, tenían más
probabilidades de sufrir un ataque al corazón aquellos que habían perdido
varios empleos a lo largo de su trayectoria.
"Dado
que las tasas de inestabilidad laboral continúan creciendo y el desempleo
afecta a personas en la treintena, no se sabe hasta dónde puede llegar el coste
cardiovascular de una repetida pérdida de trabajos", señalan los
investigadores en la revista médica.
Su
trabajo, continúan, no ha podido dilucidar qué mecanismos están implicados en
esta relación entre salud coronaria y vida laboral, por lo que reclaman nuevas
investigaciones sobre el tema.
Estudios
previos han señalado que, en épocas de crisis, el estrés derivado del contexto
económico y social es capaz de dañar la salud.
Esta
situación desencadena una compleja cascada de hormonas -como el cortisol y las
catecolaminas- que provocan importantes cambios en el organismo, sobre todo si
se mantienen en el tiempo. Así, ante situaciones de estrés prolongado, se eleva
la tensión arterial y la frecuencia cardiaca, aumenta la agregación
plaquetaria, se producen alteraciones metabólicas como la resistencia a la
insulina, etc.
"Aunque
se sabe que el estrés genera una serie de alteraciones fisiológicas y que si
éstas se mantienen en el tiempo generan daños sobre la salud, el mecanismo
exacto que traslada esos cambios en una enfermedad no se conoce", apunta
Agustín Pastor, tesorero de la Sociedad Española de Cardiología y especialista
en arritmias en el Hospital de Getafe, Madrid.
Situación
en España
Este
cardiólogo señala que, aunque en España no hay datos sobre cómo está afectando
la crisis a la salud de los ciudadanos, "es esperable que la situación de
estrés mantenida lleve a un mayor número de eventos cardiovasculares. Porque,
una persona en desempleo o con un trabajo inestable no suele estar tan
preocupado por mantener unos hábitos sanos. A estas personas les cuesta más
controlar factores de riesgo como el tabaquismo o la dieta, ya que una manera
de compensar el estrés es realizando conductas placenteras, y eso sí que lo
estoy observando en pacientes con cardiopatías conocidas".
Para
este especialista, desde los últimos tres o cuatro años cada vez es más
frecuente ver pacientes con una vida mucho más complicada, tanto si trabajan
como si están jubilados. "Ahora no es raro ver en la consulta señores de
70 o más años que acuden al médico con sus tres nietos, porque les tiene que
cuidar. También me ha ocurrido hace poco el tener que convencer a un paciente
para que no pidiera el alta una hora después de su ingreso. Se trataba de un
hombre de 63 años que había sufrido un infarto y que quería el alta voluntaria
porque tenía que entregar un informe en su trabajo".
Por
este motivo, Pastor considera que tanto los médicos de Atención Primaria como
los especialistas deberían, si detectan casos graves de estrés, aconsejar
algunas prácticas como el deporte, o "aprender técnicas para el manejo de
estrés, como el yoga o la meditación". En este sentido, la Fundación
Española del Corazón ha elaborado una serie de recomendaciones para controlar,
en la medida de lo posible, el riesgo cardiovascular asociado al estrés:
- Mantener controlados los factores de riesgo cardiovascular clásicos, como la obesidad, la diabetes, la hiperlipemia, el sedentarismo o el tabaquismo. De ese modo, es aconsejable medir periódicamente los niveles de presión arterial, glucemia y lípidos.
- Hacer ejercicio de forma regular. Además de contribuir a mantener la forma física, la actividad habitual resulta efectiva para mejorar el estado de ánimo.
- Fortalecer los lazos familiares y de amistad. Es importante que las personas con estrés puedan verbalizar sus miedos y su angustia, que se sientan escuchados y apoyados.
- Valorar el uso de técnicas de reducción y manejo del estrés, como el yoga, el estudio de la respiración o la meditación.
- Pedir ayuda al médico de atención primaria, que, en caso de que sea necesario, puede remitir al paciente a la consulta del psicólogo o psiquiatra.
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