Este
trabajo, publicado hoy por la revista científica "Nature", es obra de
un equipo de la Universidad estadounidense de Oregón, liderado por el
científico japonés Masahito Tachibana y en el que han participado dos
investigadores españoles, licenciados por la Universidad de Valencia.
Los
expertos consiguieron sustituir el ADN mitocondrial defectuoso por el genoma
mitocondrial libre de mutaciones dañinas de una donante y obtuvieron así un
óvulo capaz de producir con normalidad blastocitos -embriones de hasta cinco
días de vida- y células madre embrionarias.
El
bebé que naciese de este óvulo tendría todos los rasgos genéticos de su madre
biológica pero portaría el genoma mitocondrial de la donante y estaría libre de
las enfermedades que, de otro modo, le hubiese transmitido su progenitora,
según explicó el investigador Shoukhrat Mitalipov en una rueda de prensa.
Este
ADN mitocondrial, localizado fuera del núcleo de las células, se hereda siempre
por vía materna y es el responsable de la transmisión de enfermedades genéticas
incurables que afectan especialmente a los órganos y tejidos con mayores
necesidades energéticas como el cerebro, el corazón, el páncreas o los riñones.
Entre
ellas destacan el síndrome MELAS, un trastorno degenerativo que da pie a
episodios similares a apoplejías; el síndrome MERF, que provoca ataques
epilépticos y atrofia muscular, o la atrofia óptica de Leber, que causa la
pérdida casi completa de la visión.
En
Estados Unidos nacen cada año hasta 4.000 niños con una enfermedad
mitocondrial, para los que solo existen tratamientos que alivian los síntomas y
retrasan su aparición.
Con
anterioridad al experimento con óvulos humanos, el equipo de la Universidad de
Oregón logró aplicar su técnica con éxito en óvulos de monos que posteriormente
fertilizaron, lo que desembocó en el nacimiento de cuatro crías sanas, detalló
el científico.
El
trabajo publicado hoy supone el primer paso de una investigación que, en
humanos, podría traducirse en una terapia genética que evite la aparición de
enfermedades de herencia materna, aunque aún debe superar los ensayos clínicos,
apuntó Mitalipov.
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