Las
consecuencias de un infarto cerebral o ictus, la segunda causa de muerte en
España y la primera en las mujeres, varían en función de su duración y de su
localización, ya que «esto y el tamaño de la arteria que se ve afectada puede
suponer que sea reversible o irreversible», explicó a Europa Press el
presidente de la Sociedad Española de Arteriosclerosis (SEA), Fernando Civeira.
Hoy
lunes, 29 de octubre, se celebra del Día Mundial del Ictus y, según Civeira,
sufrir esta enfermedad puede provocar «gran variedad de secuelas», que van
desde «la muerte en pocos minutos», si el ictus afecta a zonas vitales como el
centro respiratorio; o inexistentes, si éste es «transitorio, se ubica en una
arteria pequeña o si el trombo se disuelve rápidamente».
Un
infarto cerebral puede provocar en los afectados pérdida de la visión, de la
fuerza en un brazo o en una pierna, de la sensibilidad, del conocimiento o del
habla. Según el experto, «cualquier función cerebral se puede perder»,
circunstancia que se agrava cuando se producen pequeños infartos múltiples, que
«pueden llevar a la demencia». Y es que, el presidente de la SEA señala que el
ictus «es la segunda causa de esta patología, sólo por detrás del alzhéimer».
No obstante, la consecuencia más común del infarto cerebral es la hemiplejia,
que se origina cuando se produce la obstrucción de una arteria grande como la
arteria cerebral media y deriva en una parálisis de la mitad del cuerpo.
Sin
sangre
El
ictus es una enfermedad que se produce por un defecto neurológico secundario a
una disminución del flujo cerebral, lo que provoca «un daño porque no llega
suficiente cantidad de sangre al cerebro en un momento determinado», afirma
Civeira. Existen dos tipologías de infarto cerebral, dependiendo de que se
produzca una obstrucción o una rotura de una arteria. En los primeros casos, o
isquémicos, la causa originaria suele ser una placa de ateroma que «produce una
lesión en las neuronas y en el tejido cerebral». Por su parte, en los hemorrágicos,
la causa suele ser «hipertensión arterial y anomalías vasculares como
aneurismas cerebrales», subraya.
Se
calcula que el ictus que afecta a entre 120.000 y 130.000 personas al año en
este país. El coordinador del Grupo de Estudio de Enfermedades
Cerebrovasculares de la Sociedad Española de Neurología (SEN), Jaime Masjuán,
señaló a EFE que los síntomas se presentan «de repente» y puede ser desde
dificultad para hablar, problemas en la visión, y perdida de fuerza o
sensibilidad en la mitad del cuerpo.
Actuar
con rapidez
Por
ello, Masjuán ha querido remarcar la importancia de ponerse en contacto con el
servicio de emergencia 112 ante los primeros síntomas. «Hay que actuar rápido e
ir a una unidad de ictus porque existen tratamientos que aplicados en las
primeras ocho horas pueden disolver ese trombo y, a veces, incluso curarlo. De
lo contrario, pueden quedar secuelas físicas muy graves».
Anteriormente,
tan solo un 30 por ciento de las personas que había sufrido un ictus llegaba a
recuperarse completamente pero las nuevas técnicas ofrecen mejores resultados y
solamente un porcentaje similar de los pacientes tratados a tiempo tendrán algún
tipo de secuelas. La SEN estima que uno de cada seis españoles sufrirá un
infarto cerebral a lo largo de su vida, por lo que Masjuán ha incidido en la
necesidad de llevar una vida saludable, ya que elementos como el tabaco, la
hipertensión y la obesidad aumentan el riesgo de sufrir un ictus.
Información
al ciudadano
Y,
con motivo del Día Mundial del Ictus, la SEN ha impulsado una red de puntos
informativos en diferentes hospitales de toda España en los que se realizarán
pruebas preventivas de ictus. Esta iniciativa, con la que la Sociedad pretende
atender a unas 6.000 personas, tiene como objetivo incidir en la importancia de
llevar a cabo actividades preventivas, reconocer las señales de aviso de un
posible ictus, y enseñar la forma en la que hay que actuar para evitarlo.
«Esta
iniciativa es especialmente relevante si tenemos en cuenta la devastadora
incidencia de esta enfermedad ya que uno de cada seis españoles sufrirá un
ictus a lo largo de su vida», han asegurado desde la SEN. Durante la jornada
también tendrá lugar la ceremonia de entrega de los 'Premios Ictus 2012', en el
Hospital Universitario Ramón y Cajal de Madrid, que este año ha recaído en la
periodista María Escario, en la «categoría social», por su «valentía y fuerza»
frente a la enfermedad.
Vivir
con ictus
Isabel,
enfermera en la UVI de un conocido hospital de cirugía cardiovascular de
Barcelona, es una de esas personas a las que la vida le cambió en unos
instantes. De un momento a otro, mientras cenaba tranquilamente con unos compañeros
de trabajo, sufrió un ictus que le tuvo 14 días en la UVI. Hoy cuenta su
historia de superación en el documental «Ictus, un terremoto emocional», en el
que explica cómo continua la vida después de sufrir este duro golpe.
«Sentí
un dolor intenso en la cabeza, se me paralizaron los miembros, no podía
articular palabra y perdí el conocimiento. Me desperté 14 días después en una
UVI en la que yo era la paciente. Me habían hecho una craneotomía, estaba
hemipléjica y mi única sensación era un frío insoportable». Así describe Isabel
Palomeque, enfermera de Barcelona el ataque cerebro-vascular, o ictus, cuando
tenía 24 años. Ya han pasado ocho años y, como ella dice, «el tiempo es una
medicina potente. Desde la desesperación de mi primer encuentro con el espejo,
he pasado a la lucha por hacerme un hueco en una sociedad que se resiste a
admitir personas con discapacidad como un miembro más».
Sabe
de lo que habla, pasó de ser una brillante enfermera con una carrera
profesional por delante a, de la noche a la mañana, tener casi que reaprender a
leer y a escribir. «No se daba un céntimo por mi vida los primeros días. Vivo,
pero con secuelas difíciles de asimilar. Puedo desplazarme sin ayudas ortopédicas
importantes. Uso un protector de esguinces. Eso me limita, sin duda, pero la
afasia motora es terrible. Me cuesta mucho leer y escribir. He perdido la
capacidad de hablar en inglés ó catalán.
Sin
un «¿por qué?»
Isabel
reconoce que ninguno de los especialistas a los que ha consultado desde
entonces sabe con certeza porque le sucedió esto. «La teoría más repetida es
que se supone que tenía una malformación congénita en los vasos sanguíneos de
algún rincón de mi cerebro. Una bomba de relojería esperando actuar. Tardó 24 años,
pero actuó. Puede decirse que, con ayuda de mi familia, hemos intentado probar
todos los recursos de que somos conocedores para paliar los efectos del Ictus»,
explica. «Sin embargo, añade, las neuronas necrosadas son irremplazables. Es el
origen de las secuelas que sufro. He probado todos los recursos para activar lo
que llaman plasticidad neuronal: fisioterapia, hipoterapia, método Prefetti,
medicina tradicional china, y un largo etcétera. Evidentemente combinado con
medicación permanente de la mano del neurólogo. Tampoco se sabe qué es lo que
va mejor. Todo tiene un mayor o menor sentido y todo coopera para lograr la
mejor recuperación».
Lo
que explica Isabel es una constante en la mayoría de los pacientes que han
sufrido un ictus, en mayor o menos medida todos buscan soluciones para mejorar
su calidad de vida combinando la medicina «tradicional» con otros métodos
alternativos. Fundamentalmente porque el 40% de ellos termina sufriendo una
discapacidad que le impedirá valerse por sí mismo.
En
estos casos, la ayuda del entorno es fundamental. Isabel vive sola y, gracias a
la Ley de Dependencia, tiene una persona que le ayuda con la limpieza de su
casa. Pero reconoce que no sería nada sin su madre. «Ella me cubre allí donde
no llego. También mi padre siempre tiene un hueco para ayudarme en muchas
cosas. En cualquier caso donde encuentro también un apoyo de camaradería es en
mis hermanos, sus amigos y algunas de mis antiguas amigas. Son los que me han
devuelto la risa y casi me olvido de mi situación real cuando comparto con
ellos confidencias en esas horas tan entrañables de los viernes noche y sábado».
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