martes, 30 de octubre de 2012

Cuando el rubor se instala en las mejillas



Marta se sonrojaba con facilidad. Desde que era pequeña, sus mejillas se 'encendían' si hacía mucho frío, si bebía algo muy caliente, si se producía un cambio brusco de temperatura, si algo le daba mucha vergüenza...

Cuando cumplió los 26, el rubor se instaló de forma permanente en su cara. Empezaron a dibujarse pequeñas venitas rojas junto a su nariz y, por último, aparecieron unos antiestéticos granitos, que por fin la llevaron a visitar al dermatólogo.

De la consulta salió con el diagnóstico -rosácea-, un tratamiento y una serie de recomendaciones para evitar nuevos brotes.

Porque, aunque se desconoce la causa que desencadena esta enfermedad de la piel, sí se sabe que hay factores que contribuyen a su aparición. "El sol, el estrés, el calor, la ingesta de mariscos o el ciclo menstrual sabemos que se relacionan con la rosácea", señala Rosa Díaz, jefa de la unidad de Dermatología del Hospital Universitario Infanta Sofía de Madrid.

Según explica esta especialista, el perfil del paciente medio es el de una mujer, mayor de 30 años que, como Marta, tiene la piel clara. Por otro lado, indica, aunque no hay un patrón definido de herencia genética, en muchas ocasiones sí se dan varios casos en una misma familia.

"A mi hermana le diagnosticaron la enfermedad un año después que a mí. Y las dos hemos comprobado que el estrés y el sol son lo que más nos influye en los brotes", señala Marta.

Tratamiento

Además de un protector solar elevado, "los tratamientos se basan en antibióticos como la doxiciclina, el metronidazol o la clindamicina, aunque también se indican otros productos como el ácido acelaico", explica Díaz.

En el caso de Marta, los brotes del trastorno -que no tiene cura- suelen revertir tras "un par de semanas" de tratamiento. "Lo tengo bastante controlado y apenas me salen unos granitos que consigo eliminar".

Pero hay casos 'complicados', que no responden a la terapia y en los que la intensidad de la enfermedad es mucho mayor. "A veces la sintomatología es bastante aparatosa y esto provoca problemas de autoestima en los pacientes", señala la dermatóloga Rosa Díez.

Para estos casos 'rebeldes', puede valorarse el empleo de isotretinoína, un medicamento que ya se emplea en el tratamiento del acné inflamatorio de moderado a grave, señala.

Además, en el caso de las telangiectasias (las venitas rojas que quedan marcadas bajo la piel) o si se produce una rinofima (un engrosamiento de la piel de la nariz más común en varones), pueden emplearse con éxito varios tipos de láser.

Junto al tratamiento, Marta 'camufla' sus marcas con ayuda del maquillaje ya que asegura que, "utilizando productos adecuados y, sobre todo una base correctora verde, se consiguen resultados muy buenos y no se nota el enrojecimiento".

De momento, sus ojos azules se han librado de los efectos de la rosácea, pero a raíz de la enfermedad su hermana ha desarrollado una blefaritis escamosa, que provoca el enrojecimiento y la descamación del borde de sus párpados.

Según explican los especialistas, esta y otras afectaciones oculares son comunes entre los pacientes de rosácea, por lo que, a veces, después del dermatólogo hay que visitar también al oftalmólogo.

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