Marta
se sonrojaba con facilidad. Desde que era pequeña, sus mejillas se 'encendían'
si hacía mucho frío, si bebía algo muy caliente, si se producía un cambio
brusco de temperatura, si algo le daba mucha vergüenza...
Cuando
cumplió los 26, el rubor se instaló de forma permanente en su cara. Empezaron a
dibujarse pequeñas venitas rojas junto a su nariz y, por último, aparecieron
unos antiestéticos granitos, que por fin la llevaron a visitar al dermatólogo.
De
la consulta salió con el diagnóstico -rosácea-, un tratamiento y una serie de
recomendaciones para evitar nuevos brotes.
Porque,
aunque se desconoce la causa que desencadena esta enfermedad de la piel, sí se
sabe que hay factores que contribuyen a su aparición. "El sol, el estrés,
el calor, la ingesta de mariscos o el ciclo menstrual sabemos que se relacionan
con la rosácea", señala Rosa Díaz, jefa de la unidad de Dermatología del
Hospital Universitario Infanta Sofía de Madrid.
Según
explica esta especialista, el perfil del paciente medio es el de una mujer,
mayor de 30 años que, como Marta, tiene la piel clara. Por otro lado, indica,
aunque no hay un patrón definido de herencia genética, en muchas ocasiones sí
se dan varios casos en una misma familia.
"A
mi hermana le diagnosticaron la enfermedad un año después que a mí. Y las dos
hemos comprobado que el estrés y el sol son lo que más nos influye en los
brotes", señala Marta.
Tratamiento
Además
de un protector solar elevado, "los tratamientos se basan en antibióticos
como la doxiciclina, el metronidazol o la clindamicina, aunque también se
indican otros productos como el ácido acelaico", explica Díaz.
En
el caso de Marta, los brotes del trastorno -que no tiene cura- suelen revertir
tras "un par de semanas" de tratamiento. "Lo tengo bastante
controlado y apenas me salen unos granitos que consigo eliminar".
Pero
hay casos 'complicados', que no responden a la terapia y en los que la
intensidad de la enfermedad es mucho mayor. "A veces la sintomatología es
bastante aparatosa y esto provoca problemas de autoestima en los
pacientes", señala la dermatóloga Rosa Díez.
Para
estos casos 'rebeldes', puede valorarse el empleo de isotretinoína, un
medicamento que ya se emplea en el tratamiento del acné inflamatorio de
moderado a grave, señala.
Además,
en el caso de las telangiectasias (las venitas rojas que quedan marcadas bajo
la piel) o si se produce una rinofima (un engrosamiento de la piel de la nariz
más común en varones), pueden emplearse con éxito varios tipos de láser.
Junto
al tratamiento, Marta 'camufla' sus marcas con ayuda del maquillaje ya que
asegura que, "utilizando productos adecuados y, sobre todo una base
correctora verde, se consiguen resultados muy buenos y no se nota el
enrojecimiento".
De
momento, sus ojos azules se han librado de los efectos de la rosácea, pero a
raíz de la enfermedad su hermana ha desarrollado una blefaritis escamosa, que
provoca el enrojecimiento y la descamación del borde de sus párpados.
Según
explican los especialistas, esta y otras afectaciones oculares son comunes
entre los pacientes de rosácea, por lo que, a veces, después del dermatólogo
hay que visitar también al oftalmólogo.
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