Daisy,
engendrada en los laboratorios de la estatal AgResearch, es la esperanza para
ese dos o tres por ciento de los bebés que en su primer año de vida no tolera
la leche, según el estudio que será publicado en la revista Proceedings of the
National Academy of Sciences (PNAS) y adelanta la compañía. "Hemos tenido éxito
en reducir enormemente la cantidad de Beta-lactoglobulina (BLG), una de las
proteínas de la leche que no está presente en la leche humana y que puede
causar reacciones alérgicas", explicó Stefan Wagner, uno de los
investigadores de AgResearch.
Además,
la leche de Daisy contiene una gran cantidad de caseínas, otras proteínas que
están presentes en la leche vacuna, lo que la convierte en más nutritiva que la
producida por el vacuno común. Los laboratorios aún analizan la leche de Daisy
para corroborar sus características hipoalérgenas y habrán de pasar muchos años
antes de llegar a la producción industrial y la comercialización de este
producto en Nueva Zelanda, un país conocido por su estricta regulación en
seguridad alimenticia.
Por
eso, no todos ven con buenos ojos al animal probeta, que nació sin cola y el
proyecto de la leche hipoalergénica es considerado por Steffan Browning,
legislador del Partido Verde neozelandés, como un peligro a la gran reputación
que tiene su país como productor de alimentos naturales y seguros.
Los
productos ecológicos de Nueva Zelanda generan ingresos de más de 828 millones
de dólares anuales (642 millones de dólares), principalmente gracias a sus
exportaciones.
A
las objeciones de los ecologistas se ha unido GE Free New Zealand, organización
que se opone a los ingeniería genética, por opinar que el experimento elimina
una proteína necesaria para el desarrollo de la vaca y de los humanos y, además,
supone un acto de crueldad contra los animales.
La
presidente de GE Free New Zealand, Claire Bleakley, dijo en la cadena TVNZ que
esa proteína "es esencial para una digestión saludable, las funciones del
sistema inmunológico y la formación de saludables tejidos óseos saludables,
dientes y el desarrollo de los músculos".
Bleakley
recordó que AgResearch empleó más de doce años en clonar una vaca a costa de la
muerte de cientos de embriones durante experimentos, lo que obligó a la
organización a suspender su programa de clonación debido a que solo un diez por
ciento de los animales sobrevivían a sus pruebas.
La
creación de Daisy fue resultado de un largo proceso que incluyó trabajos con
cultivos celulares y el uso de ratones clonados para producir un tipo de proteína
de BLG de oveja en la leche de los roedores mediante una técnica de inhibición
genética denominada Interferencia por ARN.
En
ese proceso se inocularon dos microARN (pequeñas moléculas de ácidos
ribonucleicos) en los ratones para rebajar los niveles de la mencionada proteína
alérgena en un 96 por ciento. En la siguiente etapa, los científicos crearon
genéticamente una vaca mediante la misma técnica y la indujeron hormonalmente
para que produzca leche.
Generalmente
las vacas comienzan a producir leche a partir de los 20 meses de edad, pero los
científicos incitaron a Daisy a hacerlo antes para efectos de su estudio,
aunque su cantidad fuese escasa.
En
el futuro, los científicos neozelandeses investigarán si Daisy, actualmente de
once meses y que vive en una granja del país para desarrollarse con sus congéneres,
puede producir mayores cantidades de leche hipoalergénica. También investigarán
por qué carece de rabo, si se trata de la rara enfermedad congénita que afecta
a las vacas o se debe a otra razón.
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