Los
riesgos para la salud del consumo de alcohol ilegal, que asciende al 5 % entre
los jóvenes según un estudio de la Universidad Complutense de Madrid, es una
preocupación secundaria para este colectivo: lo primero es el precio.
Ante
la pregunta de si prefieren alcohol más barato aunque de mala calidad, la
mayoría lo tienen claro y buscan un equilibrio entre el precio lo más bajo
posible y una calidad que no sea excesivamente dañina para su salud.
Para
que los jóvenes no dejen de consumir alcohol en las discotecas, muchos locales
han pasado a ofrecer diferentes gamas con precios altos, medios o bajos, y aquí
hay diversidad de opiniones.
Aunque
muchos jóvenes aseguran que "siempre" preguntan por el precio de las
copas, hay quienes prefieren pagar un coste "un poco" más alto por
una mejor calidad y otros apuestan por los precios bajos y "acarrear las
consecuencias" al día siguiente.
Así
lo cuenta una joven de 22 años, que confiesa que su estómago está
"destrozado" después de salir de fiesta y beber varias copas pero
dice que no puede permitirse "gastar toda la paga en alcohol".
Quienes
más miran por su salud han optado por salir menos veces y beber alcohol de
mejor calidad, como relata a Efe una estudiante de psicología de 20 años, que
lamenta no tener dinero para hacerlo todos los fines de semana y por eso ha
pasado a salir de marcha una vez al mes.
Si
le ofrecen diferentes calidades de alcohol, asegura que el precio le importa,
pero también le da fiabilidad conocer la marca que va a consumir, aunque admite
que "una cosa es ver la botella con la pegatina de la marca, y otra muy
diferente es que esté rellena de lo que dice".
Al
comprar bebidas para consumir antes de entrar en las discotecas, lo más
generalizado es adquirirlas en supermercados, pero también es frecuente acudir
a comercios que están abiertos hasta muy tarde, como las "tiendas de
chinos", muy útiles cuando la idea de salir de fiesta no ha sido planeada.
"Hay
veces que no sabes que vas a salir, no te da tiempo a ir al supermercado, y
sabes que hay tiendas que venden alcohol a cualquier hora", explica una
estudiante de magisterio de 21 años.
Sin
embargo, confían en que estas tiendas vendan alcohol legal y quitan importancia
a que se puedan comprar fuera del horario permitido.
"Lo
que nos importa es que no nos engañen al comprar alcohol, porque una cosa es
que valga dos pesetas y otra es que sea matarratas", dice la joven
enfadada.
Entre
las irregularidades que denuncia el estudio figuran la manipulación de los
precintos o el borrado de los códigos de control, dos técnicas "bastante
conocidas" entre los adolescentes.
Un
estudiante de 25 años cuenta que, hace menos de un mes, adquirió varias
botellas con sus amigos en una tienda de alimentación y comprobó que una de
ellas no llevaba ni precinto ni dosificador.
La
botella, de ron en este caso, tenía el etiquetado de una marca comercial
conocida, pero los jóvenes sospecharon que la habrían rellenado de un alcohol
ilegal. "No fuimos unos inconscientes", ha dicho entre risas,
"volvimos a la tienda a devolverla y pedimos una nueva".
Preguntados
por si creen necesario un cambio en la regulación, que proteja más su salud,
hay unanimidad: los jóvenes quieren beber sin tener que preocuparse en exceso
por el daño que les hará el alcohol, especialmente al estómago.
Eso
sí, también piden que no conlleve un aumento de precios que afecte a sus
bolsillos porque los tiempos que corren y la ausencia de puestos de trabajo no
les permiten muchas alegrías.
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