Cuando
el corazón falla o la médula deja de funcionar adecuadamente, el cuerpo humano
tiene serias dificultades para cumplir con sus tareas del día a día. No hay, en
la actualidad, ningún tratamiento que recupere la zona destrozada por un
infarto. Un daño menos localizado y más extenso es el que sufren los pacientes
con ciertos tipos de leucemias porque la enfermedad transforma sus células
sanguíneas y las va dejando inoperativas frente a las infecciones. Aunque sí
hay terapias que combaten muchos tipos de cáncer en la sangre, no todos los
pacientes responden bien y la enfermedad puede ser devastadora. Para ellos,
enfermos cardiacos y oncológicos, la terapia génica es la gran esperanza.
No
son los únicos. Después de un inicio desolador, una muerte en 1999 y graves
efectos secundarios que llevaron en 2003 a suspender temporalmente estos
ensayos, la investigación en terapia génica y las mejoras logradas han
demostrado año tras año que es una opción cada vez más válida para muchos tipos
de enfermedades. Estudios en pacientes con Parkinson, ciertos tipos de ceguera,
VIH, melanoma, hemofilia y enfermedades raras, entre otras, así lo constatan.
Las últimas pruebas de que este tratamiento es algo más que una promesa
aparecen publicadas hoy en la revista Science Translational Medicine en dos
estudios, uno que muestra el éxito de este tratamiento contra la leucemia en
adultos y otro en el que se constata, en este caso en animales, que puede ser
una opción válida para restaurar el corazón tras un infarto.
A
grandes rasgos, este tipo de terapia consiste en la inserción de un gen, a
través de un virus modificado o vector, en un órgano dentro del cuerpo o en
células en un laboratorio para corregir un defecto genético o activar proteínas
que reparen los mecanismos biológicos que están detrás de una enfermedad.
"Según el tipo de vehículo [del virus empleado] el gen puede permanecer
activo en el tejido en el que se inyecta durante un periodo de tiempo corto
(días o semanas) o largo (muchos años). Se distinguen pues vectores de corta y
de larga expresión. Por otra parte, hay otros cuyo material genético se integra
en el genoma de la célula y, por tanto, se transmite a las células hijas cuando
tiene lugar la división celular, mientras que otros vectores no son
integrativos", explica Jesús Prieto, especialista de la Clínica
Universitaria y del Centro de Investigación Médica Aplicada (CIMA).
Uno
de los trabajos que se publican ahora consiste en la unión de terapia génica
con terapia celular para tratar la leucemia linfoblástica aguda. Este cáncer de
la sangre, que en niños suele tener unas tasas de curación altas, en adultos
genera con frecuencia recaídas y su pronóstico es malo, con un tiempo medio de
supervivencia inferior a seis meses.
En
este caso, los investigadores, dirigidos por Michel Sadelain y Renier
Brentjens, del Memorial Sloan-Kettering Cancer Center de Nueva York (EEUU),
extrajeron células del sistema defensivo (linfocitos T) de 16 pacientes y las
manipularon en el laboratorio donde les insertaron, mediante un vector retroviral
gamma, un gen que les enseña a atacar una proteína (CD19) presente en las
células B, donde se esconde el cáncer. Al inyectar de nuevo estas células
entrenadas en los pacientes, fueron capaces de identificar las células del
cáncer y eliminarlas. Eso ocurrió en 14 de los 16 pacientes (una eficacia del
88%). "Nuestros resultados demuestran que 14 pacientes han logrado una
completa remisión, lo que les podría permitir recibir un tratamiento
complementario consistente en un trasplante de médula ósea [necesario para
reponer las células del sistema defensivo]. Estos resultados son espectaculares
y mucho mejor de lo que estos pacientes podrían esperar", afirman a EL
MUNDO Sadelain y Brentjens.
Estos
investigadores, que fueron los primeros en demostrar el éxito de esta terapia
en ratones hace más de una década, iniciaron la vía para que otros grupos
empezaran a intentar replicar sus datos, primero en animales y luego en
humanos. "Ahora hay aprobados cerca de 40 ensayos dirigidos contra las
CD19, muchos de ellos aún no se han iniciado pero demuestran el entusiasmo por
este enfoque. El año pasado aportamos los primeros resultados con cinco
pacientes adultos y ahora publicamos esta serie con 16. Pero, ya hemos tratado
a 60 personas con la terapia CAR [como así se denomina su técnica], así como a
tres enfermos de beta-talasemia grave [un tipo de anemia]", explican.
Como
dicen, no son los únicos. David Porter, director del Centro Abramson de
Trasplantes de Médula y Sangre en la Universidad de Pennsylvania (EEUU), ha
tratado a 70 pacientes con el mismo tipo de leucemia. "En nuestro caso,
utilizamos vectores lentivirus para introducir las células anti CD19 y hemos
demostrado que esa modificación es segura, las células pueden expandirse de
forma espectacular en el cuerpo y persistir allí durante largos periodos de
tiempo. Además, pronto estudiaremos esta terapia también en los linfomas no
Hodgkins. El futuro es identificar nuevas dianas en otros tumores para
tratarlos", asegura a este periódico.
Aunque
el cáncer, sobre todo las leucemias y linfomas, acapara en torno al 60% de los
casi 2.000 ensayos clínicos con terapia génica y celular aprobados, otras
patologías como las cardiacas están entre los intereses de los científicos como
diana para aplicar estos novedosos tratamientos. Un ejemplo es el segundo
estudio que publica Science Translational Medicine y que ha sido realizado por
investigadores del Instituto Cardiovascular del Mount Sinai en Nueva York y del
Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNIC) en Madrid.
En
este caso, los investigadores han utilizado exclusivamente terapia génica (la
inyección de un gen mediante un adenovirus), para reparar tejido cardiaco
dañado por un infarto en cerdos, animales cuyo corazón es similar al humano. Se
ha buscado, con la inoculación de este gen, activar la mitosis o multiplicación
celular en 10 sitios equidistantes alrededor del área infartada. Y a las siete
semanas de la inserción genética, se ha comprobado su efectividad: un aumento
del 18% de la fracción de eyección, un indicador de la función cardiaca.
"Las
células afectadas por un infarto mueren. No hay tratamientos que reparen la
cicatriz que queda tras un ataque cardiaco, lo que genera un mal funcionamiento
del corazón y a veces la muerte del paciente. Con la terapia génica, hemos
demostrado que se puede conseguir la regeneración del miocardio en un modelo
animal. Es una luz para una posible terapia en humanos, un primer paso",
señala Gabriela Guzmán, especialista del Servicio de Cardiología del Hospital La
Paz, en Madrid, y colaboradora del CNIC.
Esta
especialista afirma que todavía quedan muchos pasos para aplicar esta técnica
en humanos. "Habrá que replicar estos resultados de nuevo en animales, ver
si es segura y, después de muchos experimentos, iremos a pacientes".
Quien
sí se lanzará este año a realizar un ensayo clínico en humanos es Juan Bueren,
jefe de la división de hematopoyesis y terapia génica del Centro de
Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas (Ciemat) e
investigador del CIBER de Enfermedades Raras. "La investigación está
enmarcada dentro de un proyecto europeo que, a lo largo de cinco años, pretende
reclutar a 10 pacientes candidatos a esta terapia", explica.
La
razón de un número tan bajo de pacientes es la enfermedad a tratar: anemia de
Fanconi, un trastorno raro de la sangre. Para curarlo, se pretende extraer
células de estos enfermos, que portan un gen defectuoso, y corregirlas en el
laboratorio insertándoles una copia buena de ese gen con un lentivirus. Después
se administrarán de nuevo a los enfermos. "Aunque Sanidad ya ha aprobado
parte del protocolo, esperamos obtener la autorización total este verano",
dice Bueren.
La
anemia de Fanconi es una de las muchas enfermedades raras causadas por un gen
defectuoso, que están siendo objeto de estudio en este campo. Para Ramón
Alemany, presidente electo de la Sociedad Española de Terapia Génica y Celular,
la razón de la dinamización de estos estudios ha sido los avances en el
desarrollo de los vectores que transfieren los genes y el modo de usarlos.
"Es un proceso de aprendizaje continuo que todavía prosigue después de
2.000 ensayos clínicos realizados desde 1990".
En
esa mejora de las herramientas de transferencia génica está Jesús Prieto en el
CIMA, quien hace un año inició un ensayo con virus adenoasociados para tratar
la porfiria aguda intermitente, una enfermedad causada por la ausencia de una
enzima en el hígado y que genera efectos devastadores en quienes la padecen.
"Ahora estamos completando el seguimiento de los pacientes. Y además,
estamos poniendo a punto la terapia génica de la enfermedad de Wilson, un
trastorno causado por la deficiencia de una proteína".
"Es
un futuro altamente prometedor", asegura Prieto, quien pide a los
responsables políticos que fomenten las investigaciones en terapia génica,
"un campo que ofrece a España una oportunidad única de innovar en el
sector biofarmacéutico y de tratar múltiples y variadas enfermedades".
Fármacos
'vivos'
La
primera terapia de este tipo se aprobó en Europa en 2012: Glybera, un
adenovirus eficaz contra el déficit de la lipoproteína lipasa, un trastorno
raro. China también ha autorizado otroas dos: Oncorine y Gendicine, contra el
cáncer de cabeza y cuello. El reto: un precio altísimo que supera los miles de euros.
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