Controlar
la obesidad es posible. Así lo establece un informe que acaba de hacer público
la Organización Mundial de la Salud (OMS) en el que se subraya que para evitar
la cifra de 1.500 millones de obesos prevista para 2015 es necesario hacer un
cambio de políticas relacionadas con la alimentación y la agricultura de los
gobiernos. Los autores del documento creen que sólo se podría frenar, e incluso
revertir, la creciente epidemia de obesidad adoptando medidas para combatir el
consumo de comida rápida. Eso es lo que asegura un estudio publicado en el «Bulletin
of the World Health Organization», realizado por un equipo de investigadores de
EE.UU. e Irlanda, el primero en examinar los efectos de la desregulación de la
economía, incluidos los sectores de la agricultura y alimentación, y el
consiguiente aumento de las transacciones de comida rápida, en la obesidad a lo
largo del tiempo. El estudio sugiere que si los gobiernos toman medidas, pueden
prevenir el sobrepeso y la obesidad, dos situaciones que tienen graves
consecuencias para la salud a largo plazo, como diabetes, enfermedades cardíacas
y cerebrovasculares e incluso el cáncer.
Los
investigadores en esta ocasión, en lugar de examinar la cantidad de puntos de
venta de comida rápida o el consumo de fast food reconocido por los
consumidores, adoptaron un enfoque innovador: calcularon el número de compras
de comida rápida por habitante entre 1999 y 2008 en 25 de países de ingresos
altos y los compararon con las cifras de índice de masa corporal (IMC) en los
mismos países durante el mismo periodo de tiempo. (Se considera que una persona
con un IMC de 25 o más tiene sobrepeso y con un IMC de 30 o más obesa).
Los
resultados mostraron que mientras que el número medio de compras anuales de
comida rápida por habitante aumentó de 26,61 a 32,76, el IMC promedio se
incrementó de 25,8 a 26,4. Por tanto, cada aumento de 1 unidad en el número
medio de compras de comida rápida por habitante se asoció con un incremento del
0,0329 en el IMC durante el periodo de estudio.
«A
menos que los gobiernos tomen medidas para regular sus economías, la mano
invisible del mercado continuará promoviendo la obesidad en todo el mundo, con
consecuencias desastrosas para el futuro de la salud pública y la productividad
económica», señala el coordinador del trabajo, Roberto De Vogli, de la
Universidad de California-Davis, EE.UU.
El
estudio se centra en los países de altos ingresos, pero los resultados también
serían de utilidad para los países en desarrollo, ya que «casi todos han
experimentado un proceso de desregulación de los mercados y globalización,
sobre todo en las últimas tres décadas», dice De Vogli.
Las
cifras del IMC también indican hasta qué punto los problemas de sobrepeso y
obesidad se han generalizado y que, por término medio, las personas que viven
en los 25 países tienen sobrepeso y lo han tenido en los últimos 15 años.
Los
datos muestran que la compra comida rápida por habitante aumentó en los 25 países.
Canadá tiene el dudoso honor de encabezar esta lista (16,6 compras por
habitante), Australia (14,7), Irlanda (12,3) y Nueva Zelanda (10,1), mientras
que Italia (1,5), Holanda (1,8), Grecia (1,9) y Bélgica (2,1) son los países en
los que el incremento ha sido más bajo. (España se encuentra en una tasa de
consumo de fast-food por ahbitante del 3,9).
Utilizando
los datos de la Organización para la Alimentación y la Agricultura de las
Naciones Unidas, los autores han visto que la ingesta de grasas animales
disminuyó levemente de 212kcal por persona y día en 1999 a 206kcal en 2008, y
que el consumo de calorías aumentó levemente en seis de esos años con 3.432
calorías por habitante y día en 2002, en comparación con 3.437 en 2008. Sin
embargo, señalan, la mayoría de los hombres y las mujeres no necesita más de
2.500 y 2.000 calorías al día, respectivamente.
«El
estudio muestra la importancia de las políticas públicas para hacer frente a la
epidemia de la obesidad», reconoce Francesco Branca, Director del Departamento
de Nutrición para la salud y el desarrollo en la OMS. «Se necesitan políticas
dirigidas a la alimentación y la nutrición desde varios sectores como la
agricultura, la industria, la salud, el bienestar social y la educación»,
afirma Branca, quien advierte que «los países donde la dieta está cambiando de
una rica en cereales a una alta en grasa, azúcar y alimentos procesados deben
tomar medidas para que el suministro de alimentos esté en consonancia con las
necesidades de salud de la población».
Medidas
a seguir
El
informe sugiere asimismo algunas medidas que los gobiernos podrían adoptar para
revertir la epidemia de obesidad al impedir la difusión de los productos
alimentarios ultraprocesados. Dichas medidas incluirían:
- Incentivos económicos para los productores que venden alimentos saludables y alimentos frescos en lugar de alimentos ultraprocesados, así como ayudas para cultivar frutas y hortalizas.
- Desincentivar económicamente a las industrias que venden comida rápida, alimentos ultraprocesados y refrescos e imponer un impuesto a los alimentos ultraprocesados.
- Un control más estricto de la publicidad de comida rápida y refrescos, especialmente la dirigida a los niños.
- Regulaciones comerciales que disuadan de la importación y el consumo de comida rápida, alimentos ultraprocesados y refrescos.
- Sistemas de etiquetado más eficaces, sobre todo para los alimentos ultraprocesados, que incluiría la comida rápida y los refrescos.
Los
194 Estados miembros de la OMS acordaron el Plan de acción mundial para la
prevención y el control de las enfermedades no transmisibles en la Asamblea
Mundial de la Salud en mayo de 2013. Uno de los nueve objetivos voluntarios del
plan es «frenar el aumento de la diabetes y la obesidad». Además, propone
medidas que los países pueden adoptar para combatir la obesidad, como aumentar
el consumo de frutas y verdura, o gestionar subsidios e impuestos alimentarios
para promover una dieta saludable.
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