miércoles, 26 de febrero de 2014

En busca de las claves para prever el infarto cerebral


Cada vez se sabe más de los infartos cerebrales pero, sin duda, el conocimiento sigue siendo insuficiente. Si no, no serían la primera causa de muerte en mujeres y la segunda en varones, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, que atribuye 122.097 defunciones a esta causa en 2012.

Tres estudios de distinta calidad pretenden arrojar algo de luz sobre qué circunstancias pueden estar relacionadas con el infarto cerebral y otros accidentes cerebrovasculares. El primero de ellos tiene una tesis como mínimo polémica, ya que afirma que tanto el infarto de miocardio como los infartos cerebrales en el trabajo están precedidos a menudo de la práctica de ejercicio físico vigoroso.

El principal punto débil de este estudio es que no se ha publicado en ninguna revista científica, sino que ha sido distribuido de forma adelantada por la Academia Americana de Neurología al ser un resumen aceptado para su próximo congreso anual. Pero no es el único punto débil del trabajo ya que el propio diseño es cuestionable. Así, los autores dirigidos por Amna Zarar, investigadora del Zeenat Qureshi Stroke Institute (EEUU) recopilaron datos del Instituto Nacional de Seguridad y Salud Laboral sobre las muertes de estos profesionales mientras estaban de servicio y estudiaron si estos había estado haciendo ejercicio "de ligero a moderado" o "vigoroso" antes de sufrir el evento cardiovascular que les llevó a la tumba.

Los datos demostraron que el ejercicio físico potente era más común en los bomberos que habían sufrido dichos eventos cardiovasculares. Sin embargo, y como explica Alejandro Lucía, catedrático de Fisiología Humana y del Ejercicio de la Universidad Europea de Madrid  (UEM), la profesión de bombero es "extrema de riesgo" por lo que estos resultados no son de extrañar.

Para este experto, existe en la actualidad una corriente dirigida a asociar el deporte extremo con el riesgo cardiovascular, cuando la evidencia científica "muestra absolutamente lo contrario". "No hay más que acudir a Urgencias y ver cuántas personas sedentarias hay con un evento cardiovascular y compararlas con las que practican ejercicio, pero eso no se considera noticia", opina y adelanta que su grupo está a punto de publicar un metaanálisis que demuestra que, en deportistas de élite, tanto la mortalidad como el número de eventos cardiovasculares en menor que en personas sedentarias.

Los autores del estudio estadounidense justifican su trabajo en la necesidad de vigilar los factores de riesgo cardiovascular en persona que acometen actividades físicas vigorosas. En este sentido, Lucía subraya que, en efecto, antes de empezar a correr maratones u otra actividad de este tipo es conveniente hacerse un chequeo cardiovascular y prepararse (entrenar).

El segundo de los estudios que se ha conocido esta semana sobre prevención de infarto cerebral habla de la asociación de este evento cardiovascular con la diabetes. Curiosamente el trabajo, publicado en Diabetología, también estadounidense, desvela que esta asociación se da en mujeres pero no en hombres y que, además, el riesgo de infarto cerebral aumenta mucho más en mujeres diabéticas a partir de los 55 años. "Esto puede sugerir que un control glucémico pobre es más dañino en mujeres mayores que en jóvenes, probablemente por el papel de los estrógenos", señalan los autores, que concluyen afirmando que se debe de investigar más sobre este asunto. Recientemente, la Asociación Americana del Ictus recomendó prestar más atención a la prevención de esta enfermedad en mujeres.

El último de los trabajos es el que tiene un enfoque más práctico. Publicado en Neurology, se trata de una actualización de las guías de práctica clínica, que afirma que las personas con fibrilación atrial no valvular, o latidos irregulares, han de tomar anticoagulantes orales para prevenir el infarto cerebral.

Se trata de un consejo avalado también por la Organización Mundial del Infarto Cerebral  (World Stroke Association) y en parte está motivado por la aparición de nuevos fármacos orales anticoagulantes desde que se publicaron las últimas recomendaciones al respecto.

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