Se
trata de uno de los países con mayores índices de obesidad, quizás por esto sea
también uno de los pioneros en establecer medidas de control en el etiquetado
de los alimentos. Comenzaron obligando a poner en los envases el tipo de grasas
que contenían sus productos, luego intentaron reducir el tamaño de sus bebidas
y, en los últimos años, pidieron a los restaurantes que mostraran en sus menús
el número de calorías. Ahora, se establece un cambio de las etiquetas de los
alimentos para que lo primero que vea el consumo, en números grandes, sean las
calorías que va a ingirir.
La
nueva medida viene de la mano de la FDA, la agencia que regula los alimentos y
medicamentos en EEUU, que por primera vez en dos décadas va a cambiar el
etiquetado en los envases de comida y el tamaño de las raciones.
Como
ha señalado Michelle Obama en un comunicado y en su cuenta en twitter, por
primera vez desde que el etiquetado nutricional fuera desarrollado... estamos
arreglando estas etiquetas para hacerlas más fáciles de leer y más
comprensibles".
La
primera dama, que va a dar hoy una rueda de prensa en compañía de la secretaria
de salud Kathleen Sebelius, ha insistido en que "los padres merecen tener
la información que necesitan para hacer elecciones saludables para sus
hijos".
Esta
nueva iniciativa está dentro de la campaña iniciada en 2010, Let's Move! (¡Movámonos!),
para luchar contra la obesidad infantil. "Nuestro principio rector es muy
simple: que usted, como padre y consumidor, debe ser capaz de entrar en una
tienda de alimentos, coger un producto y ser capaz de decidir si es bueno para
su familia", ha señalado Obama.
Además
de las calorías, las etiquetas contendrán más de media docena de cambios, como
información sobre la cantidad de azúcares añadidos que tiene cada producto,
diferenciando los que están de forma natural en el alimento y aquellos que
provienen de jarabes o edulcorantes. Algo crucial para el doctor Davi A.
Kessler, uno de los responsables del cambio ocurrido en estas etiquetas en 1990
al incorporar información nutricional. "América tiene la dieta más dulce
del mundo. No se puede llegar a ser tan obesos, como nos hemos convertido, sin
edulcorantes añadidos", afirma.
Se
pretende, en definitiva, que los consumidores lo tengan más fácil para
identificar los ingredientes menos sanos en estos alimentos. "Una persona
debería cogerlos, y ser capaz por sí misma de saber si eso es bueno para su
familia", indica Michelle Obama.
Estas
etiquetas todavía no están listas para su colocación en los productos
alimenticios, pues ahora se abre un tiempo de consulta a la industria para
hacer propuestas y comentarios durante 90 días y se tardará meses antes de
incorporar estos cambios al producto final. Además, como una concesión a la
industria, la FDA permitirá a las compañías dos años para cambiar su
etiquetado. Se estima que cambiar el etiquetado de un 17% de los 157 productos
analizados por esta agencia puede suponer un coste para la industria de 2.000
millones de dólares.
Por
otro lado, estos cambios no recogen algunas de las peticiones que habían
lanzado los consumidores, como establecer un código de colores cuando los azúcares
añadidos o las grasas saturadas son relativamente altos en los alimentos.
Tampoco van a indicar el porcentaje de cerales integrales.
No
obstante, para Margaret A. Hamburg, responsable de la FDA, "es una
transformación sorprendente", según reconoce al diario The New York Times.
"Cosas como el tamaño de un muffin han cambiado de forma importante. Es
importante que la información en el etiquetado de los envases refleje las
realidades del mundo de hoy día".
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