Parece
que la obesidad también es una cuestión de clases. Algunos estudios, como el
que se acaba de publicar en «PNAS», sugieren que, al menos en EE.UU., país en
donde la obesidad constituye un verdadero problema de salud pública, la
obesidad, especialmente entre los jóvenes y niños, estaría directamente
relacionada con el estatus socieconómico. El estudio ha constatado que mientras
que en EE.UU. se ha producido un estancamiento en la epidemia de la obesidad
infantil, parecer existir una brecha de clases importante y creciente entre los
jóvenes con un nivel socioeconómico inferior y los de un estatus mejor.
Utilizando
los datos de dos amplias Encuestas Nacionales de Salud de EE.UU., el National
Health and Nutrition Examination Survey y la Encuesta Nacional de Salud
Infantil, los investigadores Carl Frederick, Kaisa Snellman y Robert Putnam, de
la Universidad de Harvard, muestran que sí bien es cierto que las tasas de
obesidad aumentaron en cifras similares para todos los adolescentes entre 1988
y 2002, sin embargo, desde entonces, los investigadores ha observado que la
obesidad ha comenzado a disminuir entre los jóvenes que tienen un mayor nivel
socieconómico, pero ha seguido incrementándose entre los jóvenes con menores
recursos.
La
obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más importantes en
EE.UU., pero también en otros países, como España. Los últimos datos sobre obesidad
y sobrepeso en menores demuestran que la incidencia de este problema de salud
sigue siendo «peligrosamente» elevada en España y nos sitúa a niveles muy próximos
a los de Estados Unidos. De hecho, algunos estudios nos sitúan como «líderes
europeos» en obesidad infantil, aunque en los últimos años la cifra de menores
que tienen problemas con la báscula se han mantenido estable en los últimos
cuatro años, según los datos de la Encuesta Nacional de Salud del Ministerio de
Sanidad.
Un
reciente informe realizado por la Escuela Andaluza de Salud Pública junto con
otros organismos públicos, mostraba que el 26% de los niños españoles de entre
8 y 17 años presenta sobrepeso y el 12,6% sufre obesidad. Si se comparan estos
resultados con los de otros países, aseguró José Juan Sánchez Cruz, profesor de
la Escuela Andaluza de Salud Pública y uno de los autores del estudio, «en
relación a los demás países europeos, España presenta valores de los más altos
o incluso similares a los de Estados Unidos, paradigma de la pandemia mundial
de la obesidad, cuya prevalencia de exceso de peso es del 37,1% en los niños de
entre 6 y 11 años y del 34% en los niños de entre 12 y 19 años, según los últimos
datos publicados en 2012 por el informe de la Organización para la Cooperación
y el Desarrollo Económico (OECD). Esto significa que la siguiente generación
podría tener una esperanza de vida menor que la actual, debido a esta obesidad».
La
obesidad durante la infancia puede dejar secuelas difíciles de revertir. Según
los autores del estudio que se publica en «PNAS», la obesidad en niños y
adolescentes aumenta el riesgo de una variedad de situaciones adversas para la
salud: diabetes tipo 2, apnea obstructiva del sueño, hipertensión,
dislipidemia, síndrome metabólico, problemas cardiovasculares e incluso cáncer
y problemas de relaciones sociales.
Por
ejemplo, según los datos del estudio de la Escuela Andaluza de Salud Pública,
aproximadamente cuatro de cada diez jóvenes españoles están expuestos desde
etapas muy tempranas a factores de riesgo cardiovascular que son potencialmente
modificables y que tendrán un efecto negativo sobre su salud, tanto a corto
como a largo plazo, ya que en muchos casos la persona lleva padeciéndolos desde
la infancia».
En
la prevención de la obesidad intervienen muchos factores, destaca Snellman:
alimentación, estilo de vida, sedentarismo, genética, etc. Y casi todos son
modificables. Y si bien es cierto que en los últimos años, especialmente en
EE.UU., se han lanzado campañas masivas para prevenir la obesidad infantil y se
ha declarado la guerra a los azúcares o a las grasas, a tenor de los datos de
este trabajo, los mensajes no parecen llegar a todos los grupos poblacionales.
Los
investigadores han analizado factores claves relacionados con la obesidad: la
excesiva ingesta de alimentos y la falta de ejercicio físico. Así han visto,
por ejemplo, que mientras que durante muchos años la ingesta de alimentos era
uniforme en todas las poblaciones, no lo es desde hace unos años: «los niños
con un mejor nivel socieconómico comen menos alimentos calóricos». Y lo mismo
se puede decir del ejercicio físico.
Los
investigadores creen que este hallazgo puede ayudar a explicar la creciente
disparidad socioeconómica en la obesidad entre los adolescentes. Los
resultados, concluyen, subrayan la necesidad de orientar las intervenciones de
salud pública hacia los jóvenes más desfavorecidos que permanecen en riesgo de
obesidad, además de examinar cómo la información médica es sesgada en función
de la clase social.
El
trabajo realizado por este grupo de investigadores no deja de hacer palpable
que la obesidad se ha convertido en uno de los problemas de salud pública más
preocupantes en todo el mundo y también en nuestro país. Según la OMS, la
pandemia del sobrepeso y la obesidad es ya el quinto factor principal de riesgo
de defunción en el mundo, responsable de que cada año más de 2,8 millones de
personas adultas fallezcan como consecuencia de este trastorno.
Sedentarismo
El
aumento en la prevalencia de la obesidad se vincula a hábitos alimenticios poco
saludables. Sin embargo, tal y como se recoge en el estudio de «PNAS», los niños
de EE.UU., independientemente de su clase social, consumen menos calorías que
hace años. Pero, a pesar de estos cambios saludables en el consumo de energía,
algunos niños continúan aumentando de peso. «Nuestros hallazgos sugieren que
las disparidades de salud provienen de las diferencias tanto en la ingesta de
calorías como en la actividad física. Así –señalan los expertos-, aunque la
ingesta media de energía ha disminuido en todos los niños, ha caído más entre
los niños con un mayor nivel social».
Y,
muy importante, «muchos niños tienen un estilo de vida sedentario que hace que
sea difícil que consuman las calorías suficientes para quemar lo que consumen».
Especialmente, según el trabajo, los jóvenes de las clases más bajas, ya que
muchos de ellos no hacen ningún tipo de actividad física a la semana. Claro,
que el informe también reconoce que en barrios en donde no hay instalaciones
deportivas o zonas verdes es complicado hacer ejercicio. «En los barrios ricos
es más sencillo», reconocen.
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