En
comparación con cualquier otro cromosoma del genoma humano, el cromosoma Y que
diferencia a los varones de las hembras es muy pequeño. Tan pequeño que algunos
machos de otras especies de mamíferos lo han perdido, sin perder por ello su
capacidad para tener descendencia. Esta peculiaridad de este cromosoma sexual
(mucho más pequeño que el X) ha dado lugar a un interesante artículo en la
revista PLoS Genetics que indica que no está en peligro de extinción.
Si
refresca un poco las clases de ciencia del colegio, recordará que los
cromosomas que determinan el sexo de los individuos son XY para los varones y
XX para las mujeres; cada uno de ellos transmitido a su descendencia por cada
uno de los progenitores.
En
comparación con muchos otros cromosomas del genoma, el Y apenas tiene 27 genes,
lo que hacía sospechar a algunos que -como ha ocurrido en algunas especies
animales- acabase perdiéndose de aquí a unos millones de años.
Sin
embargo, el estudio que han llevado a cabo científicos de la Universidad de
Berkeley (EEUU) comparando a ocho varones africanos y otros ocho europeos
apunta en otra dirección. A juicio de los investigadores, el cromosoma Y es más
bien víctima de la selección natural, de manera que ha ido prescindiendo de los
genes menos importantes, para quedarse con pocos, pero cruciales.
La
persistencia del cromosoma Y en la raza humana, explican Wilson Sayres y Rasmus
Nielsen, no parece peligrar por el momento.
En
el ser humano, la existencia de los cromosomas por pares (uno heredado por vía
paterna y otro, materna), permite que los genes de un cromosoma ayuden a
reparar o paliar si se produce algún error en el segundo. En el caso de los
hombres, el par de cromosomas XY no permite esta intercambiabilidad. Es decir,
si algo falla en el cromosoma Y, sus hermanos del X no sirven de recambio.
"El
trabajo demuestra que este cromosoma ha tenido una fuerte selección natural
negativa, que ha ido eliminando los genes deletéreos", explican. En el caso
de las mujeres, con un doble par XX, añaden, sí existe otra pareja para
intercambiar genes en caso necesario, lo que explicaría porqué este cromosoma
no está tan degradado.
Mediante
sus análisis genéticos del cromosoma Y de los 16 voluntarios, los autores
observaron que la diversidad genética en ese punto concreto del genoma es muy
pequeña. Para ello, compararon ese cromosoma de los 16 hombres, con sus otros
22 pares de cromosomas, su cromosoma X y el llamado ADN mitocondrial (que se
transmite por vía materna).
A
su juicio, esta homogeneidad es más fruto de esa selección (que ha eliminado
los genes dañados o innecesarios), que ha permitido fijar en Y genes esenciales
para la fertilidad masculina. Además, añaden, el cromosoma Y se estudia
habitualmente para trazar los movimientos de población a lo largo de la
evolución humana, por lo que estos resultados también podrían servir para
conocer mejor a nuestros ancestros.
Como
explica Melissa Wilson a EL MUNDO, los estudios médico-genéticos no se han
centrado demasiado en esta pequeña pieza del ADN, "precisamente por el
reducido número de genes que hay".
Algunos
trabajos, subraya, han demostrado que esos pocos genes pueden ser muy
importantes en la producción de esperma, y errores en ese cromosoma podrían
relacionarse con la infertilidad masculina. "Lo que nosotros hemos
demostrado es que esos pocos genes que permanecen son importantes porque están
dibujando toda la evolución del cromosoma Y, lo que sugieren que pueden ser muy
importantes para futuros estudios médicos que nos indiquen cómo afectan
exactamente esos 27 genes a la salud humana".
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