A
veces cuando hablamos de vitaminas, tenemos en mente que es necesario tomar
frutas y verduras para tener unos niveles aceptables y que quizás algunas
personas abusen de los suplementos que, en la mayoría de los casos, son más
contraproducentes que beneficiosos. Sin embargo, uno no imagina que un déficit
de una vitamina, como la B12, pueda conducir a problemas como la demencia, un
daño neurológico, anemia y otras complicaciones. Tampoco es fácil relacionar
que estos problemas puedan tener su origen en fármacos tan conocidos como el
omeprazol, muy utilizados para evitar múltiples problemas, sobre todo la
irritación por reflujo gástrico o para la protección gástrica frente a
medicamentos agresivos. Sin embargo, un estudio acaba de vincular la ingesta
prolongada de este y otros medicamentos similares con una carencia de esa
vitamina.
Si
usted es de los que cumplen con las recomendaciones médicas, no debería
asustarse. Porque los médicos suelen controlar este tipo de efectos al no
prolongar excesivamente los tratamientos con inhibidores de la bomba de
protones, que es el nombre técnico del omeprazol y otros protectores gástricos
o antiulcerosos. Pero si es de aquellas personas que suelen pasar poco por la
consulta médica y acuden con mucha más frecuencia a la farmacia para
automedicarse, quizás debería prestar atención a este artículo.
Se
estima que entre el 10 y el 15% de los adultos mayores de 60 años tienen
deficiencia de vitamina B12. Para su absorción desde la dieta (está presente
sobre todo en productos de origen animal, como la carne), requiere del
funcionamiento normal del estómago, páncreas e intestino delgado. El ácido
gástrico es clave, pues libera esta vitamina de los alimentos, permitiendo que
se una a ciertas proteínas. Si el ácido del estómago se reduce, como ocurre
cuando se toman estos fármacos, esa unión no se produce ni tampoco la absorción
completa de la vitamina. Ese déficit prolongado, de no tratarse, derivará en
múltiples problemas, como los mencionados.
Aunque
investigaciones previas habían mostrado una relación entre la ingesta
prolongada de estos fármacos y la deficiencia de vitamina B12, esos estudios
eran pequeños y no se basaban en un análisis poblacional. Por este motivo,
investigadores de la organización Kaiser Permanente, proveedora de servicios de
salud en Estados Unidos, evaluaron esta relación en un gran grupo de población:
25.956 pacientes con un diagnóstico de déficit de esta vitamina fueron
comparados con 184.1999 personas sin este trastorno entre 1997 y 2011. También
se controló su exposición a fármacos antiulcerosos: inhibidores de la bomba de
protones y antagonistas de los receptores H2 de la histamina, más conocidos por
sus nombres comerciales y que engloban, en el primer caso, medicamentos como el
omeprazol o el exomeprazol y, en el segundo, la ranitidina o la famotidina.
Tiempo
y dosis
El
análisis, publicado en la revista Journal of the American Medical Association,
constata que las personas que tomaron diariamente un medicamento del grupo de
omeprazol durante dos o más años tenían un 65% más de probabilidades de tener
niveles bajos de vitamina B12 que quienes no habían ingerido estos fármacos
durante un periodo tan prolongado. También aquellos que se medicaron con
productos del segundo grupo presentaban un riesgo un 25% mayor de este déficit
vitamínico. En cuanto a las dosis más peligrosas, se comprobó que tomar
diariamente 1,5 comprimidos se asoció con un riesgo un 95% superior a esta
deficiencia en comparación cuando la ingesta diaria era inferior a 0,7
píldoras.
Como
explica José Luis Llisterri, presidente de la Sociedad Española de Médicos de
Atención Primaria (Semergen), "este vínculo es algo conocido por los
médicos. El problema en España es la excesiva omepralización que hay. El
omeprazol es el segundo principio activo más prescrito en nuestro país después
del paracetamol y por encima del ibuprofeno. Se ha recetado como si fuera sal
de frutas. Y no es un problema sólo del médico, como es de venta libre, se ha
autoprescrito de una manera excesiva".
La
clave de este problema está seguramente en el éxito de este fármaco. Su acción
inhibe el contenido ácido del estómago que es el que genera las molestias en
personas con hernia de hiato. "Los pacientes con esofagitis por reflujo
gastroesofágico y los de esófago de Barrett requieren una inhibición crónica de
la secreción ácida. Pero el mensaje que se traduce de este estudio es que si se
prescribe una dosis alta de esta medicación porque hay mucho ardor, se debería
bajar tan pronto como se pueda (por ejemplo de 40 miligramos a 20) y parar el
tratamiento al cabo de un tiempo, por lo menos hacer descansos, ya que con esto
se recupera la absorción de la vitamina B12", apunta Llisterri.
Uso
para protección gástrica
Por
su parte, el presidente electo de la Sociedad Española de Patología Digestiva,
Fernando Carballo, señala que la conclusión del estudio "es un hallazgo
epidemiológico interesante, pero la consecuencia no es tanto que no se puedan
usar estos fármacos, porque son extremadamente seguros, sino que hay que
utilizarlos bien, es decir, cuando estén indicados. El problema es el sobreuso
en pacientes polimedicalizados para la protección gástrica. Muchas veces no son
necesarios. Sin embargo, es un tipo de fármacos muy recetado. La estimación es
que alrededor del 10% de la población toma estos medicamentos diariamente y
probablemente están mal indicados en un tercio de los casos".
Por
otro lado, el presidente de Semergen también recomienda hacer mediciones
periódicas de la vitamina B12 en aquellas personas que estén en tratamiento
crónico con estos medicamentos. "Un análisis de sangre permite determinar
los niveles. Y, si hay déficit, se puede administrar esta vitamina una vez al
mes por vía intramuscular".
Carballo
insiste en que "el mensaje no es que sea un fármaco peligroso, ya sabíamos
que puede interferir en la absorción de diversas sustancias. Este artículo
plantea una evidencia epidemiológica con mínima importancia clínica hasta el
momento".
Por
último, los expertos insisten en que no hay que confundir este tipo de fármacos
con otros denominados genéricamente antiácidos, y que sirven para eliminar
puntualmente la acidez tras una ingesta copiosa. "El más popular de estos
es el bicarbonato sódico que por suerte se dejó de utilizar, ya que es un producto
que neutraliza la secreción ácida pero cuando pasa su efecto se produce un
efecto rebote, es decir, se genera más secreción ácida", concluye Llisterri.
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