Un
ciudadano madrileño de 67 años es el primer enfermo que puede decir que un
infarto le salvó de una muerte segura. El equipo de cardiología del Hospital
Gregorio Marañón de Madrid probó con él una medida desesperada que no se había
intentado antes: provocarle un infarto, de manera controlada, para acabar con
una arritmia maligna que estaba a punto de acabar con su vida.
Todo
había fallado con él. Ni el desfibrilador implantado -un dispositivo que
contrarresta las arritmias con un choque eléctrico-, ni los intentos para
corregir la arritmia a corazón abierto o con cateterismo, funcionaron porque el
foco estaba localizado en una zona imposible la que acceder. A este paciente,
cuyo nombre no ha transcendido, solo le quedaba esperar que llegara a tiempo un
nuevo corazón para trasplantarle, y el tiempo se agotaba.
El
foco de la arritmia estaba en el espesor de la pared del ventrículo y próximo a
las arterias coronarias. Así que los cardiólogos, dirigidos por Francisco Fernández-Avilés,
optaron por provocar un efecto en cadena, menos directo pero más efectivo. Al
no poder acceder directamente al foco, bloquearon las arterias coronarias para generar
un infarto que fulminó la arritmia. Lo hicieron introduciéndose por la arteria
femoral del paciente, con un catéter que viajó hasta las arterias coronarias,
allí inyectaron alcohol para ocluir la pequeña arteria que irrigaba el
territorio donde estaba la arritmia. Con la muerte de una pequeña porción del
tejido cardiaco se acabó también con la arritmia que estaba a punto de acabar
con la vida del paciente.
Vivo
y sin trasplante
Esta
ingeniosa intervención se realizó a principios de enero, pero hoy se ha
conocido porque el caso se ha publicado en «Circulation», una de las revistas médicas
de mayor impacto en Cardiología. La publicación dedica además un elogioso
editorial a una solución que se podrá incorporar como una nueva estrategia para
arritmias imposibles de controlar.
El
tratamiento no fue solo una solución puente hasta la llegada de un nuevo corazón
para trasplante. La arritmia cesó definitivamente y no fue necesario realizarle
el trasplante cardiaco. «Hoy el paciente sigue vivo y en buen estado y no ha
vuelto a sufrir ninguna arritmia, aunque aún sufre los problemas de su
insuficiencia cardiaca, la enfermedad que le provocó esa arritmia maligna»,
explica a ABC Felipe Atienza, el primer autor del artículo científico.
Con
insuficiencia cardiaca
La
insuficiencia cardiaca es el fruto de un corazón agotado, un músculo que se
contrae con dificultad y es proporcionalmente más grande de lo normal. Una de
las consecuencias de la enfermedad, además de causar de fatiga y dificultades
para respirar, es la aparición de arritmias ventriculares.
Al
paciente tratado le colocaron primero un desfibrilador para contrarrestar las
arritmias. El dispositivo implantado en su tórax respondía eficazmente y cada
vez que detectaba la arritmia liberaba una descarga de alta energía para
anularla. Sin embargo, las arritmias eran cada vez más frecuentes. Sufría lo
que los cardiólogos llaman tormenta arrítmica, una tormenta eléctrica en el
corazón en la que la actividad del corazón es tan rápida y desorganizada que la
sangre no puede bombearse hacia los ventrículos, como si el corazón se
detuviera
El
desfibrilador anulaba las arritmias, «pero el enfermo no soportaba más
descargas dolorosas y su corazón tampoco», recuerda Atienza. En la solución del
problema ha sido fundamental el trabajo en colaboración de cardiólogos y
expertos en imagen. Sin la localización exacta del foco de la arritmia, gracias
a la resonancia magnética y la coronariografía «no hubiéramos podido
identificar la arteria objetivo», señala.
Trabajo
en equipo
En
opinión de Fernández-Avilés, jefe del Servicio de Cardiología del Gregorio Marañón,
este caso es un claro ejemplo del buen funcionamiento de un centro de
referencia. «Cómo la concentración de los casos más complejos en un reducido número
de centros sanitarios con gran experiencia es más eficaz que la dispersión de
centros sanitarios por toda la geografía nacional».
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