Científicos
del Centro de Investigación en Epidemiología Ambiental (CREAL) aseguran que la
lactancia materna completa entre 6 y 12 meses ayuda a los niños a mejorar el
desarrollo de sus funciones cognitivas a largo plazo, al menos hasta los cuatro
años.
Los
autores reconocen que existen diversas dificultades en la comprensión de los
factores que están involucrados en el beneficio de la lactancia materna, pero
han descartado que los indicadores de inteligencia de las madres, los síntomas
psicopatológicos, la clase social y los ácidos grasos de calostro (leche de los
primeros días después del nacimiento) estén detrás de dicha asociación.
Para
el estudio se analizaron datos de la cohorte de nacimiento de la ciudad de
Sabadell (Barcelona) entre julio de 2004 y julio de 2006, y en total
participaron 657 mujeres embarazadas que visitaron su centro de salud para una
ecografía en su primer trimestre de embarazo. Los niños fueron examinados hasta
los 4 años de edad para realizar las pruebas neuropsicológicas.
El
23 por ciento de las madres tenían educación secundaria y eran de clase social
media-alta, la media de edad de las madres era 32 años y el 13 por ciento
fumaron durante el embarazo.
Tras
el seguimiento, vieron que el 15 por ciento de todas las madres que amamantaron
a sus bebés no lo hizo de forma completa y la duración media de ésta fue de 17
semanas. Un periodo de tiempo que, según Jordi Júlvez, autor de la
investigación, "no es suficiente para ser beneficiosa para el desarrollo
neurológico del bebé".
La
lactancia materna a largo plazo, especialmente la lactancia completa, es uno de
los factores de neurodesarrollo más estudiado en los últimos años, dado que el
cerebro humano es muy sensible a la exposición a riesgos ambientales que se
producen durante los períodos de especial vulnerabilidad.
En
los primeros años de vida la actividad biológica del desarrollo del cerebro es
tan frecuente que cualquier factor que aumenta o interrumpe este proceso podría
resultar en efectos permanentes sobre la función cerebral.
De
hecho, los autores recuerdan que una amplia gama de determinantes ambientales,
incluyendo los factores físicos, biológicos, psicológicos y sociales, modulan
la estructura y función del cerebro donde también participan los genes y los
mecanismos de expresión génica (es decir, factores epigenéticos).
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