lunes, 11 de noviembre de 2013

'Hay que protegerse de la luz de las pantallas'


Cuando habla, Celia Sánchez-Ramos dice muchas cosas con los ojos. Los conoce bien. No en vano, han sido el eje central de su carrera profesional y le han valido una larga lista de logros y distinciones -entre otras la de mejor inventora en 2009 para la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual-.

Afirma que no los cuidamos lo suficiente, que les pedimos mucho más de lo que les damos. Y, lo que es más preocupante, que tanta desidia puede tener graves consecuencias. "Queremos que estén activos al 100% durante mucho tiempo, incontables horas de nuestra vida y sólo nos acordamos de que están ahí cuando algo falla, cuando a veces ya no hay nada que hacer", subraya.

Convencida de que debemos proteger en mayor medida nuestra visión, esta doctora en Medicina Preventiva y Salud Pública, licenciada en Farmacia y diplomada en Óptica y Optometría por la Universidad Complutense, donde imparte clases, se embarcó hace más de una década en la búsqueda de herramientas de prevención. Hoy, con más de 10 patentes a sus espaldas, acaba de presentar unos protectores específicos para dispositivos móviles que están diseñados para reducir la cantidad de luz azul -la más dañina de todas las que componen el blanco- que llega a nuestra retina.

"La luz azul está en todas partes. Entre el 23 y el 24% de la luz blanca es azul, o sea, tiene longitudes de onda corta y, por tanto, con mucha energía", aclara. El problema, continúa, es que "comparados con lo que hacían nuestros predecesores, en los últimos años hemos añadido a nuestra exposición una cantidad enorme de luz sin permitir al sistema que la digiera, sin permitirle que sea capaz de crear mecanismos fisiológicos de compensación".

Los dispositivos móviles (como tabletas y teléfonos), que emiten una gran cantidad de luz azul y que se utilizan en distancias cortas, son el último ejemplo de esta sobre-exposición.

"No estoy en contra de la tecnología, de hecho soy la primera en usarla", advierte Sánchez-Ramos. "Lo que hay que hacer es protegerse de la luz dañina".

Según explica, los protectores que ha desarrollado y que tienen cierta coloración amarillenta permiten reducir la radiación dañina sin que esto tenga repercusión en la percepción del color. En función de la edad, el tiempo de exposición y la distancia, "se puede elegir entre varias opciones", aclara.

El ojo humano no está preparado para ver a distancia cercana durante mucho tiempo y mucho menos si se trata de un dispositivo que emite luz, como hacen smartphones, tabletas y videoconsolas portátiles, señala Sánchez-Ramos.

Por eso, "era necesario encontrar un filtro protector", subraya. Los que esta científica ha desarrollado, comercializados por la empresa Reticare, están disponibles por 12,95 euros para smartphones y consolas portátiles y por 18,95 euros para tabletas.

En realidad, estos protectores son el eslabón más novedoso de una cadena que arrancó con una lente de contacto terapéutica también amarilla diseñada para proteger retinas que ya habían sufrido algún tipo de daño.

"La idea surgió en febrero de 2001. El detonante fue una clase. Estaba explicando la distribución de los fotorreceptores retinianos. Les decía a los alumnos que en la fóvea, la parte central de la retina, la que me permite realmente diferenciar la letra o de la letra a, no hay receptores sensibles al azul. En toda la retina, que es parte del sistema nervioso central, hay casi seis millones de receptores, cinco millones aproximadamente son para el rojo y el verde y sólo medio para el azul. Y, encima, en la parte más importante, la fóvea, no hay ninguno. Entonces, me pregunté: ¿cómo es posible? Y me dije, pues si no están, es porque no tienen que estar".

Acto seguido, pensó en los mecanismos que utiliza la naturaleza para preservar la retina y entendió que debía replicar la función que realizan tanto el cristalino, que se vuelve amarillo con la edad, como el pigmento amarillo que protege la mácula.

Y, una vez obtenido el desarrollo de las lentes, lo siguiente fue probar su hipótesis en distintos ensayos clínicos. Primero, en animales y, luego, tras los buenos resultados, también en humanos.

Durante siete años, han seguido a 90 individuos que llevaban una de estas lentillas amarillas sólo en un ojo y, aunque de momento, tienen resultados de un periodo de cinco años, los datos son esclarecedores: "a través de una tomografía de coherencia óptica, que permite conocer el espesor de las distintas capas de la retina, hemos conseguido saber que el ojo que tiene la lente amarilla interior no ha envejecido, mientras que el otro ha envejecido lo que se considera normal para ese tiempo".

El siguiente paso, en el que ya trabaja su equipo, aclara, es conocer los efectos de la exposición directa de luz led en epitelio pigmentario de la retina.

"Está habiendo más degeneración macular en los últimos años que antes, se está adelantando la edad en la que hay problemas de retina. Eso no significa que en los jóvenes esté detectándose ya el problema, porque probablemente tarde un tiempo, pero es algo que preocupa mucho y creo que hay que prevenir antes de que haya que curar", apunta.

Según su punto de vista, aunque "todos somos población de riesgo", es especialmente preocupante el caso de los niños ya que están expuestos a los dispositivos móviles desde muy pequeños y su cristalino aún no ha tenido tiempo de adaptarse", señala.

"Con el cuidado de la visión deberían asumirse campañas de concienciación similares a las que se han llevado a cabo con la protección solar o la higiene bucal", subraya la especialista.

"Lo que nadie quiere perder es la visión. El 85% de la información que recibimos es por el sentido de la vista, pero nadie le da importancia hasta que tiene problemas. Pensamos que es algo que tiene que funcionar y cada vez le pedimos más".

En ese sentido, Sánchez-Ramos no se cansa de repetir la importancia de la prevención. "Tenemos que mentalizar a la gente de que la luz puede ser dañina, que hay que protegerse. Porque la luz, además de ser un instrumento que me permite ver, es un elemento que también puede ser nocivo. Es como el agua, que es imprescindible para vivir, pero también puede ahogarte", concluye.

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