Cada
vez que bebes, te vuelves un poco más tonto. Este es el lema de la nueva campaña
con el que la Fundación de Ayuda Contra la Drogadicción (FAD) intenta «colarse»
en la conciencia de los jóvenes, con un guiño a la «estupidez» que supone el
consumo de alcohol y con el fin de evitar que las cifras sigan subiendo. Según
el último informe de esta Fundación, un 36,5% de los jóvenes entre 14 y 18 años
reconoce haberse emborachado alguna vez en el último mes, un 10% más que en
2010.
Pero,
¿y si esto se pudiera prevenir con alguna estrategia efectiva? Motivos hay de
sobra, y la evidencia científica ya está en camino. Se trata del estudio Hermes-Sport
(por sus siglas en inglés), pionero en el mundo, cuyo principal objetivo es
comprobar si el deporte es efectivo para la prevención de las adicciones a través
del análisis de las características psicofisiológicas del joven.
El
proyecto es una iniciativa del la Fundación para la Investigación Biomédica del
Hospital Universitario 12 de Octubre, de Madrid, junto con investigadores de la
Universidad Camilo José Cela y la Federación de ex alcohólicos de la Comunidad
de Madrid (Facoma).
«Los
hijos de padres dependientes del alcohol tienen hasta cuatro veces más riesgo
de desarrollar dependencia alcohólica», afirma Gabriel Rubio, jefe de Servicio
de Psiquiatría del Hospital 12 de Octubre, de Madrid. «Sabemos que la herencia
es un factor fundamental en el desarrollo de adicciones -prosigue-, pero se
trata de una herencia poligénica, por lo que resulta muy complicado extraer
conclusiones genéricas y válidas con la evidencia de la que disponemos hoy por
hoy».
«Además,
tradicionalmente se han recomendado las actividades deportivas como una
estrategia preventiva del alcoholismo juvenil, pero más por los valores
culturales implícitos en el deporte que por la constatación de que dicha
actividad pueda beneficiar psicológicamente al joven», afirma Rubio. «De hecho,
la mayor parte de las encuestas realizadas en adolescentes no confirman que
quienes realizan actividades deportivas eviten las conductas de consumo de
alcohol y otras drogas», prosigue.
Por
eso han decidido ir más allá y establecer un ámbito de actuación acotado a una
serie de parámetros. «El primer estudio en el que estamos trabajando es
determinar si en los hijos de dependientes del alcohol existen dos marcadores
de vulnerabilidad que detectamos mediante técnicas de electroencefalografía: el
primero es la presencia de dificultades atencionales (esto se ha evidenciado
por la presencia de alteraciones en la denominada onda P300 que está alterada
en estos muchachos); el segundo es la presencia de una onda positiva tardía
(LPP), que aparece a los 400 milisegundo de estar viendo una imagen con
relevante carga emocional, y esto no ha sido demostrado hasta ahora en hijos de
dependientes».
La
población diana del estudio estará compuesta por los hijos de los pacientes
incluidos en el programa de tratamiento del alcoholismo del hospital 12 de
octubre, así como por los adolescentes atendidos en la Federación de Exalcohólicos
de la Comunidad de Madrid (Facoma), especialmente en la Asociación de Exalcohólicos
de Villaverde (Arvil) con quienes nuestro programa mantiene una estrecha
colaboración», explica. En la primera fase, se le realizará una entrevista
individual para recopilar la máxima información sobre sus hábitos deportivos,
rasgos de personalidad y reacciones emocionales más frecuentes. «Con estos
resultados, ya podremos determinar si existen conductas de riesgo», señala
Rubio.
Un
caso real
Uno
de estos padres valientes es José de la Fuente, de 44 años, que se ha
involucrado en el estudio con su hijo José Luis, de 18 años. Lleva cuatro en la
Asociación de Villaverde y, durante este tiempo, su hijo José Luis le ha acompañado
muchas veces a reuniones y actividades culturales. «Me lo dijo el presidente y
me ofrecí voluntario, mi hijo José Luis ya tiene 18 años y podía participa en
el estudio, además de ser un chico muy aficionado al deporte», nos cuenta José
padre. José Luis comenzó a jugar al rugby hace un tiempo, y ahora le dedica
casi todo su tiempo libre. Nos confiesa que le relaja mucho, y que está
pensando en dedicarse a la enseñanza de Educación Física.
«Entreno
dos días a la semana, dos horas cada día, y a veces me quedo después del
entrenamiento para seguir practicando. Los fines de semana juego los partidos
que haya». «Primero probé con el fútbol y el baloncesto pero no eran lo mío, así
que empecé con el rugby y ahora ya no lo cambio; me relaja mucho, duermo mejor
y me ayuda a ser más sociable», cuenta José Luis. Su padre también le nota
mucho más extrovertido y positivo, «se hace amigo hasta de los rivales»,
reconoce divertido.
Los
efectos psicofisiológicos del ejercicio físico están demostrados desde hace
tiempo, con resultados positivos como coadyuvantes en diferentes tratamientos.
Hay estudios que indican que el ejercicio aeróbico mejora la respuesta al
tratamiento de los sujetos dependientes del tabaco que se someten a terapia. «Parece
mejorar algunos déficit cognitivos en personas con desinhibición conductual,
mientras que los ejercicios anaeróbicos mejoran más los aspectos emocionales»,
manifiesta Rubio.
«Partiendo
de esta base vamos a intentar demostrar que es posible desarrollar estrategias
preventivas basadas en el deporte, si conocemos las características psicofisiológicas
del joven». «Por ejemplo, si predomina la desinhibición se recomendarían
ejercicios aeróbicos, mientras los anaeróbicos van mejor cuando predominen las
dificultades emocionales», añade.
En
una segunda etapa, el proyecto prevé planificar y llevar a cabo distintos
programas deportivos, en función del tipo de predisposición y condiciones físicas
que tengan los adolescentes. «Consistiría en hacer 'menús' de ejercicios o
deportes que puedan ser utilizados con estos muchachos y en la población
general para evitar el uso de drogas», afirma Gabriel Rubio. «Por ejemplo,
aquellos que tengan actitudes más pasivas requerirán de actividades como el
'running' y los que sean más compulsivos se le recomendarán actividades como
caminar».
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