Los
trabajadores de bares y restaurantes de EE.UU. tienen la obligación de lavarse
las manos antes de volver al trabajo tras un descanso o después de haber
acudido a los aseos. No es únicamente una obligación, sino que es un delito no
hacerlo. Gracias a esta medida, omnipresente en carteles en todos los locales
de restauración del país norteamericano, las cifras de infecciones alimentarias
en EE.UU., según datos de los Centros de Control de las Enfermedades de aquel
país (CDC), se han reducido. Sin embargo, los trabajadores que manipulan
alimentos y no se lavan las manos después de ir al baño o no mantienen una
correcta higiene siguen siendo responsables del 39% de las infecciones
alimentarias que se registran en EEUU.
En
España, prácticamente existen las mismas recomendaciones de higiene con el fin
de evitar la contaminación de los alimentos en lugares públicos. Algunas
cadenas de restaurantes, como McDonalds, hacen del lavado de manos un ritual: «Antes
de entrar en cocina, el personal se lava las manos y los antebrazos con un jabón
bactericida durante al menos 20 segundos, además de siempre que es necesario.
Se ha establecido un programa de lavado de manos adicional por el cual un reloj
se programa para que suene cada hora e inmediatamente después y de manera
ordenada todos los empleados acudan a lavarse las manos. Este sistema
contribuye a la seguridad de los alimentos manipulados en nuestros restaurantes».
Las
recomendaciones, según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición
(AESAN), se extienden también al ámbito del hogar: «lavarse las manos antes de
preparar alimentos y después de ir al baño; lavar cuidadosamente todas las
superficies y el menaje usado durante la preparación de la comida, proteger los
alimentos y la cocina de insectos, mascotas y otros animales, y guardar los
alimentos en recipientes cerrados».
En
un mundo «ideal» el riesgo de contaminación alimentaria estaría cercano al cero
pero en éste, no. La alarma ha saltado por la retirada de tartas de chocolate y
caramelo que la cadena de muebles Ikea ha tenido que hacer en 23 países después
de que las autoridades sanitarias chinas requisaran el pasado año cerca de dos
toneladas de estos postres importadas desde Suecia por detectar en ellas altos
niveles de bacterias comúnmente presentes en el tracto intestinal humano, lo
que puede indicar una contaminación fecal. En un principio se pensó que se
trataba del tipo coliforme, que suelen presentarse en las heces humanas y de
otros animales de sangre caliente, como caballos. Aparte del riesgo que puedan
tener por sí mismas, que varía mucho dependiendo del tipo, desde inocuas a
peligrosas (la Escherichia coli del brote de Alemania de 2011 era de estas últimas),
son, sobre todo, indicadoras de una falta de control e higiene en la fabricación
o distribución de los productos. Un portavoz de la compañía declaró que la
bacteria puede haber llegado a las tartas de varias maneras: con agua
contaminada o si un operario que haya descuidado la higiene.
Bacterias,
virus...
La
contaminación alimentaria no es pues infrecuente. Bacterias y virus de origen
fecal, hongos, parásitos, contaminantes tóxicos naturales, ambientales (mercurio,
cadmio, etc.) o agrícolas (pesticidas, fertilizantes, etc.) e incluso de los
propios envases de plástico o de metal pueden llegar a contaminar los
alimentos. Pero además, los alimentos puede contaminarse con cosas como huesos,
astillas, cristales, trozos de madera y metal e incluso animales muertos.
Para
prevenir este posible contagio existen una normativa muy estricta y escrupulosa
para la elaboración y manipulación de alimentos pero, como en el caso de la
carne de caballo detectada hace poco en carnes procesadas o en el de las tartas
de Ikea, puede fallar.
Sin
embargo, y más al alcance de la población general, algo tan sencillo como
mantener una higiene en nuestra vida diaria, especialmente a la hora de
manipular los alimentos, nos evitaría riesgos innecesarios. Y lo que parece
sencillo y fácil, no lo es.
Rodeados
de microbios
Vivimos
rodeados de microorganismos: sólo en nuestro lugar de trabajo habitan 10
millones de microbios. Y aunque no son patógenos y en caso de serlo, no son muy
virulentos, «la mayoría de ellos no suponen un riesgo importante para nuestra
salud», explicó Germán Bou, jefe del Servicio de Microbiología del Complejo
Hospitalario Universitario de A Coruña y miembro de la Sociedad Española de
Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (Seimc).
Móviles
que no dejamos de utilizar, picaportes, ordenadores, etc. son la residencia
habitual de estos gérmenes. Un reciente estudio advertía que uno de cada seis
teléfonos móviles en el Reino Unido está contaminado con bacterias fecales. Las
causas, según los expertos de la London School of Hygiene & Tropical
Medicine and Queen Mary, pueden estar relacionadas con el hecho de que las
personas no se lavan bien las manos después de acudir al baño. Y, lo más
preocupante de este trabajo era que en el 16% de las manos y el 16% de los teléfonos
se encontraron muestras fecales de E. coli. La E. coli (Escherichia coli) se
asocia con molestias de estómago y se ha implicado en casos graves de
intoxicación por alimentos, como el brote fatal de la cepa O157 en Alemania de
junio de 2011.
No
hay que olvidar que las bacterias fecales pueden sobrevivir en las manos y en
las superficies durante horas; se transmiten fácilmente a través del tacto en
las puertas, alimentos e incluso teléfonos móviles. Cada año, 3,5 millones de niños
menores de cinco años mueren por neumonía y enfermedades diarreicas; el simple
hecho de lavarse las manos con jabón es una de las maneras más eficaces de
prevención de estas enfermedades. En los países desarrollados, la higiene de
manos con jabón ayuda a prevenir la propagación de infecciones virales, como la
causada por el norovirus, rotavirus y la gripe.
Poca
higiene
No
hay datos precisos, pero se calcula que 1 de cada 4 personas no se lava las
manos con la frecuencia deseada, en especial después de ir al baño. Una práctica
poco solidaria que favorece la transmisión de las infecciones más comunes,
producidas por virus respiratorios y entéricos. Treinta segundos bastan para
reducir a la mitad (entre el 50-65%) el contagio de estas patologías infecciosas.
Ante esta eficacia, no es de extrañar que exista un día internacional del
lavado de manos. A las veces que utilizamos el lavabo hay que sumar las que nos
tocamos la cara, en especial, a la boca, como mínimo dos veces por hora. Con
tanto trajín se explica que nuestras manos alberguen hasta 150 especies
distintas de bacterias. Además estamos en contacto con superficies que han
tocado otras personas o estrechamos su mano. Por eso lavarlas con frecuencia,
en especial antes de comer es más que recomendable. No basta con mojarse las
puntas de los dedos, sin enjabonarse, una práctica nada infrecuente al salir
del cuarto de baño y un foco importante de gérmenes, sobre todo en momentos en
los que los patógenos intestinales estén en alza. Hay que mojarse las manos, «sin
miedo» y ponerse jabón. Después hay que frotar bien las palmas entre sí y
entrelazando los dedos. Los pliegues de la piel son lugares donde se refugian
los microbios. A continuación se debe frotar cada palma contra el dorso de la
mano contraria, entrelazando también los dedos en esta posición. No hay que
olvidarse las yemas de los dedos, los pulgares, ni las muñecas. Después del
enjuague con agua, lo mejor es secarlas con una toalla de papel. Los aparatos
de aire caliente están desaconsejados porque favorecen la supervivencia de los
patógenos. Y no está de más aplicarse una solución antiséptica, aconseja Bou.
En
este sentido, la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria
(semFYC) recuerda que el 80 por ciento de las infecciones se contagian a través
de las manos, por lo que una sencilla medida, como es el lavado de manos, puede
prevenir su transmisión. Los médicos de familia recuerdan que la salud empieza
por una buena higiene individual y el lavado de manos es la primera fase y una
de las formas más eficaces de prevenir la propagación de la mayoría de las
enfermedades infecciosas. «Mantener las manos limpias puede prevenir el
contagio de enfermedades en todos los ámbitos: en el hogar, en la escuela, en
el trabajo, en las guarderías, restaurantes, etc.».
En
cualquier caso, parece claro que con el lavado de manos se puede prevenir la
transmisión de microorganismos nocivos de las manos a los alimentos: los gérmenes
son transmitidos de las manos sucias a los alimentos, generalmente por una persona
contaminada que no se lavó las manos después de ir al baño. Los gérmenes se
propagan a quienes comen los alimentos.
Por
eso, el CDC ha establecido una serie de recomendaciones, extrapolables a
cualquier país:
¿Cuándo
debe lavarse las manos?
-
Antes, durante y después de preparar alimentos.
-
Antes de comer o beber.
-
Antes y después de atender a alguien que esté enfermo.
-
Antes y después de curar heridas o cortaduras.
-
Después de ir al baño.
-
Después de cambiar pañales a un niño o limpiarlo después de que haya ido al baño.
-
Después de sonarse la nariz, toser o estornudar.
-
Después de haber tocado animales, alimento para animales o excrementos de
animales.
-
Después de tocar basura.
¿Cuál
es la forma correcta de lavarse las manos?
-
Mójese las manos con agua corriente (tibia o fría) y enjabónelas.
-
Frótese las manos hasta formar espuma y restriéguese bien; asegúrese también de
restregarse el dorso de las manos, entre los dedos y debajo de las uñas.
-
Siga frotándose las manos durante 20 segundos.
-
Enjuáguese bien las manos con agua corriente.
-
Séqueselas con una toalla de papel o un secador de aire.
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